El cielo de la tarde que se extendía sobre ellos parecía infinito, el Río de la Luz a sus pies una serpiente acuosa y el Pantano de Serpas una mancha verde de la que era imposible distinguir nada. Pero en la distancia, más allá de los Vergeles de Vreig, todos ellos eran capaces de ver aquella gran montaña, la más alta del mundo; su destino. A sus espaldas no se veía a nadie, pero muy a su pesar, Graown dijo lo siguiente:
– Muy posiblemente, los Cazadores nos perseguirán.
– ¿No se supone que los perdimos en las nubes? – inquirió Ruu.
– Claro que lo hicimos, pero nuestra dirección no ha cambiado, y es fácil de adivinar hacia dónde nos dirigimos teniendo en cuenta mis lazos con Fodies...
Todos estuvieron de acuerdo con el grifo y se lamentaron profundamente. ¿Qué harían cuando Tracia llegase a la Ciudad Independiente de Fodies con un ejército? Lo que pasaría después solo los cielos podían saberlo...
Shina se perdió en sus pensamientos lúgubres mientras contemplaba la montaña con los ojos bien abiertos. De un momento a otro se puso a pensar en lo que haría al llegar a la Ciudad del Silencio y olvidó a sus posibles perseguidores con Tracia a la cabeza. Todo aquel que quería saber algo sobre lo acontecido en Fodies la noche en la que desaparecieron los demonios recibía siempre la misma respuesta; que los héroes habían muerto; pero por fin ella sabría la verdad.
– ¿Podré ver a Hidan? – preguntó, entusiasmada.
Graown carraspeó, indicando que él no contestaría, y Keriz decidió tomar su lugar.
– Padre y madre se dirigían a Bruna cuando nosotros fuimos a Plumas. – dijo con pesar. – ¡Pero tal vez ya hayan vuelto!
La joven a su espalda suspiró y sonrió de lado. No todo podía ir como ella esperaba, la vida no era un camino fácil, después de todo.
– Cuando lleguemos a Fodies, podrás preguntar todo lo que quieras. – aseveró el ave. – Solo espera hasta entonces.
La muchacha de ojos melosos asintió. Habían pasado doce años desde que su hermano fue a la montaña, por lo que podría esperar los dos días de viaje hasta Fodies.
Al caer la noche, las dos criaturas de magia ancestral descendieron a tierra a recobrar fuerzas. Graown se encargó de encender un fuego y Eithel y Keriz de pescar a oscuras algún que otro pez en el Río de la Luz. Shina, mientras tanto, se dedicó a observar el Pantano de Serpas en el lado opuesto del río; árboles de ramas enroscadas, hiedra y exuberante vegetación. Hacía más de una década que Hidan había estado allí, y ahora era su turno. Ruu apareció de repente trayendo varios maderos con los que alimentar el fuego, y tras sacudirse las manos, miró intrigado a la joven.
– ¿Tanto te interesa el pantano? – preguntó. – ¿Nunca has entrado?
La muchacha lo miró y asintió.
– Dicen que está lleno de criaturas peligrosas, así que solo los Cazadores más experimentados pueden entrar.
– Qué tontería. – dijo Keriz quien volvía del río junto al heredero del Sauce.
Con él y ayudados por Zen, los dos jóvenes traían media docena de peces que pronto estarían en sus estómagos.
– Yo he entrado cientos de veces y no me ha pasado nada. – aseguró. – Aunque cuando mis padres y Graown lo cruzaron tuvieron muchos problemas.
– ¿En serio? – inquirió Shina.
– Mientras pescabamos me ha contado un par de cosas. – aseguró Eithel con un marcado brillo en sus ojos. – ¡Se enfrentaron a una hidra!
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El Cazador de demonios (libro II) Hecatombe
FantasyCONTINUACIÓN de ||El Cazador de demonios La Montaña Prohibida|| #4 en AVENTURA 24/12/18 #7 en AVENTURA 1/11/17 #8 en AVENTURA 1/10/16 ___ Las Tierras Mortales disfrutan de los tiempos de paz desde que hace doce años, los demonios fueron exterminados...