Cuando la invocación de Hidan se desvaneció, el mestizo abrió los ojos y respiró profundamente el aroma salado del mar. Se hallaba apoyado en la baranda de madera en las inmediaciones del puerto de Bruna, y no pudo evitar mirar su reflejo en el agua verdosa. Ya era un hombre en la treintena, de porte imponente y perfil definido, cubierto por una capa oscura con capucha que ocultaba sus ojos dispares y su inseparable espada en el cinto. La capa debía ayudarle a pasar desapercibido, pero con los recientes avistamientos de gente extraña con capas, usarla solo le había atraído más miradas indiscretas de las que deseaba. Inconscientemente, sus dedos se deslizaron hacia la empuñadura de Mordaz, acariciando suavemente las cuentas negras que pendían de ella. La tristeza y los recuerdos se mezclaban y se almacenaban en esas pequeñas esferas oscuras.
– ¿Por qué ahora...? – murmuró para sí.
Entonces, en el agua se reflejó una segunda silueta encapuchada a su lado, e Hidan la observó hasta encontrar los bellos ojos amarillos de Saya.
– Aún te cuesta afrontar la realidad... – comentó ella con un tono comprensivo.
Hidan esbozó una tenue sonrisa y volvió su mirada hacia el mar. Un gran buque con velas blancas se acercaba al puerto.
– Tal vez sea eso. – respondió él.
Saya asintió y se apoyó en la baranda, igual que él.
– ¿Crees que Keriz estará bien? – preguntó Hidan, su preocupación evidente.
Ella le tomó la mano sobre la madera, quizás para darle calor o para tranquilizarlo.
– Es nuestro hijo, al fin y al cabo. Sé que está destinado a hacer grandes cosas, tal como lo hizo su padre... Está en su sangre.
– Su madre tampoco se quedó atrás... – murmuró Hidan, mirando a Saya con la genuina devoción que le había profesado durante años, pero también con una tristeza palpable mientras ella jugueteaba distraídamente con su largo cabello negro. Luego volvió a mirar hacia la vasta inmensidad del Mar del Este, dejándose envolver por la brisa. – ¿Crees que es nuestro destino cambiar el mundo? – preguntó finalmente.
La pregunta sorprendió a Saya, pues Hidan solía meditar profundamente, pero nunca sobre algo tan grandioso.
– El mundo está en constante cambio, y nosotros cambiamos con él. – afirmó ella con convicción. – Y tal parece que el destino ha querido que volvamos a ser su eje.
La pareja guardó silencio. No era fácil ceder a los caprichos del destino, pero por esa misma razón, ellos siempre lucharían por construir su porvenir, pues no solo su futuro estaba en juego; el destino de las Tierras Mortales dependía de ellos... una vez más.
– Ese es el barco que nos llevará a Ócul. – dijo Saya, señalando el velero que se aproximaba. – Debemos darnos prisa.
• • •
Mientras tanto, Ruu caminaba lentamente por los pasillos del Palacio de Fodies. Su paso era lento y cada pisada resonaba en las paredes con gran eco. Dejó un pasillo amplio y se internó en otro. Repitió este procedimiento varias veces hasta dar media vuelta y pararse frente a un pasillo que acababa en un fondo de saco. Frente a él, tres puertas, dos a la izquierda y una a la derecha, que daban a tres dormitorios diferentes, y al frente, una inmensa ventana acristalada por la que los rayos del sol se colaban. El mestizo se dirigió a la puerta de la derecha y cuando estuvo a punto de llamar, una de las puertas de la izquierda se abrió. Keriz, Shina y Eithel salieron de la habitación hablando y riendo, pero enmudecieron al ver a Ruu frente a ellos con el ceño fruncido.
– ¿Qué pasa? – preguntó Shina.
– ¿Esa es tu habitación? – inquirió Eithel. – ¡La mía es enorme!
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El Cazador de demonios (libro II) Hecatombe
FantasyCONTINUACIÓN de ||El Cazador de demonios La Montaña Prohibida|| #4 en AVENTURA 24/12/18 #7 en AVENTURA 1/11/17 #8 en AVENTURA 1/10/16 ___ Las Tierras Mortales disfrutan de los tiempos de paz desde que hace doce años, los demonios fueron exterminados...