Capítulo 34 Nuar y Nirvana

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Cuando Keriz subió el último piso y salió del archivo, el aire frío de la noche fue el primero en recibirlo. Mientras estaban bajo tierra, perdían la noción del tiempo y ninguno podía asegurar cuando se hacía de día o de noche. Pero eso poco le importaba a su estómago, así que el niño empezó a rodear el patio nevado del edificio para salir y buscar a Aldair.

Pero no llegó a hacerlo, puesto que descubrió varios manzanos rodeados de flores en el centro del patio. Supuso que era de ahí de donde el elfo rubio las cogía, así que se acercó a los árboles y tomó varias de ellas. Se sentó en la terraza de tablones que rodeaba el patio alumbrado por los farolillos de papel y aspiró el aire puro de la montaña. Nada que ver con el ambiente saturado de los pisos inferiores del archivo.

Pasó ahí un buen rato, comiendo tranquilamente la fruta y observando el cielo estrellado, hasta que dejó caer la manzana, sorprendido por lo que veía en el cielo. De nuevo, había algo más que una aurora boreal en el manto estrellado. Algo tan bello y hermoso que era imposible describirlo con palabras. Algo que ni Ruu, Broog o Shina vieron cuando llegaron a Ilis, al contrario que él.

En aquel momento, las flores blancas del patio empezaron a abrirse, emitiendo una luz brillante que se reflejaba en la nieve. La imagen que Keriz contemplaba era simplemente hermosa.

-¿Te gusta lo que ves?-preguntó una voz.

El niño se sobresaltó y torció la cabeza para mirar a la recién llegada, una elfa de cabello azulado vestida con una túnica ancha de sedas perfumandas. En su frente, portaba una tiara con el símbolo de una luna dorada a juego con sus pendientes largos. Keriz también se sorprendió al ver sus ojos. Eran profundos, vacíos y grises. Estaba seguro de que la elfa no era ciega, pero sus orbes realmente parecían opacos.

-Sí, me gusta.-confesó el niño.

La elfa gesticuló una media sonrisa y se sentó en la terraza junto a él.

-Para un extranjero como tú, ver este cielo debe ser un sueño. Las estrellas aquí están tan cerca que parece que puedes tocarlas y los colores de la aurora nos cubren como si fueran una cortina enviada desde los cielos...

-No es solo la aurora...-negó Keriz.-Yo veo... algo más.

La elfa lo miró intrigada y el niño se rascó la nuca con nerviosismo.

-Sonará extraño... Pero en el cielo, hay una criatura alargada que danza al rededor de las estrellas. Su cuerpo es brillante e irradia una luz tan hermosa como las flores del patio. Cuando se mueve, deja una estela de colores en el aire, esa es la aurora que ven los demás... Sé que parece mentira porque nadie más puede verlo pero...

Sin embargo, Keriz vio cómo su interlocutora asentía con la cabeza.

-Te creo.-aseguró ella.-Pues yo también lo veo.

Keriz abrió la boca y volvió a mirar al cielo. Así que no eran imaginaciones suyas... Esa serpiente de luz realmente flotaba en el cielo.

-¿Es esa serpiente la que crea la aurora boreal?-preguntó.

-Podría decirse que sí.-contestó la elfa.-Pero pequeño, él no es una serpiente. Es un dragón.

-¿Un dragón?-repitió Keriz.-La verdad es que tiene sentido...

-La verdad es que tiene sentido

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El Cazador de demonios (libro II) HecatombeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora