Capítulo 51 Eras tú

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///ES muy ACONSEJABLE USAR EL VÍDEO DURANTE TODO EL CAPÍTULO UTILIZANDO LA OPCIÓN Bucle DEL MISMO///

La imagen cambió de repente y Shina apareció entre el hueco estrecho de dos casas. Frente a ella, el niño se encontraba recostado en el pecho de la niña con una de sus manos vendadas. La pequeña le acariciaba los cabellos mientras cantaba una nana. La adulta entendió que aquella era la escena de los clavos y siguió los versos que recitaba la chiquilla en silencio.

– Omnia lunae,

Lucem vanare ma,

Cum ea saluta

Caeli infinium.

En cierto momento, Shina se dio cuenta de que el chiquillo se había quedado dormido, presa del cansancio. Su yo infantil también se dio cuenta y esta vez, tomó con cuidado la mano vendada y depositó un beso sobre ella. La adulta se sobresaltó y no supo si enternecerse o sentir vergüenza. ¿Qué clase de relación tenían esos dos? No eran más que niños y, sin embargo, su relación parecía tan estrecha que comenzaba a cuestionarse ciertas cosas.

– En realidad, te he mentido. – confesó la pequeña, observando con cariño al niño que dormitaba sobre su pecho. – La letra de esta canción está grabada en el altar del Templo... Aunque no la recuerdo bien... Así que gran parte de ella me la inventé. – concluyó, revelando en su voz un deje de orgullo infantil. – Por eso la canción significa lo que tú quieras... Pero eso no puedes saberlo, porque si te lo hubiera dicho, ahora mismo no estarías dormido y no podrías descansar.

La Shina del presente escuchó atentamente y se rió. De niña había tenido una imaginación sin precedentes... Aunque de cierta manera, le resultaba curioso cómo de niña habría sido capaz de tomar un par de los versos tallados en el altar subterráneo del Templo y crear ella misma esa nana. Al contrario que Hidan, ella no había sido instruida en la Lengua Antigua del Mundo, ni siquiera mientras vivía en Plumas, por eso estaba claro que la canción no significaba nada a pesar de que la sonoridad de la misma era muy similar a la lengua que...

"Espera" – pensó, deteniendo abruptamente su razonamiento. ¿Ella había inventando la nana? – "¿Entonces, por qué él...?"

La escena se difuminó entonces en el aire y otra tomó su lugar. Esta vez, la Shina adulta apareció dentro de una cabaña, en lo que parecía ser la estancia principal, y en ella, cuatro personas estaban sentadas a la mesa, entre ellas, su yo infantil. El corazón empezó a latirle de una forma antinatural, pues esa era la primera vez que veía a su familia... Al menos, con vida. Aún recordaba haber visto a los Cazadores del Sauce enterrando sus cuerpos y cómo había depositado junto a Hidan flores frente a sus tumbas. Pero allí estaban ellos ahora. Su madre, su padre y su hermano mayor estaban sentados frente a ella y hablaban entre ellos de forma animada. Era extraño, pero Shina notó que los tres mantenían a su yo del pasado al margen de la conversación, como si lo hicieran deliberadamente. Es más, no tardó en darse cuenta de que aquel recuerdo no tenía sonido. Sus padres hablaban, su hermano mayor se reía... pero eso era solo algo que ella podía suponer. Los veía mover sus labios, abrir y cerrar la boca... Pero ningún sonido salía de ellas. El entusiasmo del principio se convirtió entonces en miedo.

¿Así es como era su vida? ¿Su familia?

"Yo no era tan diferente a él"-pensó.

Observaba con pesar a la pequeña Shina, comiendo despacio en un rincón de la mesa, en silencio y con los ojos clavados en el plato. Un plato casi vacío, a comparación del resto de los comensales. ¿Tanto desprecio generaban las Alas del Cuervo que sus padres ni siquiera se molestaron en alimentarla? Su pecho se contrajo. La niña removía el alimento una y otra vez, creyendo tal vez que así lograría engañar a su estómago haciéndole creer que había más comida de la que realmente había.

El Cazador de demonios (libro II) HecatombeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora