– No puede ser... – musitó Shina, su voz teñida de incredulidad.
– La Montaña Prohibida... – masculló Keriz con un hilo de voz.
– Pero eso es... – Aldair intentó intervenir, pero el peso de la revelación lo dejó sin palabras.
– ¡¿Por qué demonios no entraste un minuto antes?! —bramó Ruu con una furia palpable, mientras la desesperación empezaba a asomarse en su mirada.
El salón de Mirsalis quedó sumido en un silencio sepulcral tras las palabras de Anabeth. El emplazamiento del tercer pilar del Triángulo del Tártaro había sido revelado, y el terror comenzó a apoderarse de los presentes. De todos los lugares posibles, ¿por qué, precisamente, tenía que ser aquel?
– No tiene sentido... – objetó Glaciem, su tono más frío que de costumbre. – Si consideramos la disposición de los pilares de Nirvara y los dos de Nuar, el tercero debería estar en algún punto al sur de las Tierras Mortales... No en esa montaña.
– Quizá cada Triángulo sigue reglas distintas. – aventuró Anabeth, su mirada fija en los antiguos mapas que había traído consigo. – Al fin y al cabo, uno fue creado para contrarrestar al otro.
– Entonces, ¿podrías haberte equivocado? – sugirió Broog, poniendo en palabras lo que varios pensaban en silencio.
– Ojalá fuera así... – admitió ella, su voz apagada.
– ¿Y si no te equivocaste? – intervino Ruu, su tono grave. – Si la Montaña Prohibida es uno de los vértices del Triángulo del Tártaro, eso explicaría por qué el Rey de los demonios la eligió como su morada.
Un silencio cargado de presagios sombríos se cernió sobre la sala, apenas roto por el eco de la ventisca que rugía más allá de las paredes.
– ¡Debemos avisarles! – exclamó Shina, dirigiéndose a Mirsalis con desesperación en los ojos.
La anciana elfa dejó su taza de té sobre la mesa negra a su lado y negó con serenidad, sus ojos verdes destellando con frialdad.
– Los humanos sois criaturas tan irreflexivas... – murmuró, su voz contenida pero firme. – Avisarles de que su hogar es el último vértice solo sembraría más caos.
Shina enmudeció, perpleja por la dureza de sus palabras. La elfa, a pesar de haber ayudado a comunicarse con Fodies y estar dispuesta a unirse a la guerra, no podía ocultar el aire de superioridad característico de su raza, ese desdén silencioso hacia los humanos, a quienes aún consideraba inferiores.
– Y de poco serviría... – añadió Ruu, tomando el lado de Mirsalis.
La joven de ojos melosos frunció el ceño, sintiendo una mezcla de rabia y resignación. Sabía que Ruu despreciaba a los humanos tanto como la anciana elfa, y ver que tomaba esa postura solo profundizaba su frustración. Los demás miraron al mestizo con inquietud, sorprendidos por su cambio repentino, cuando él había sido el primero en perder la calma ante la noticia de que el vértice se encontraba en la Montaña Prohibida.
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El Cazador de demonios (libro II) Hecatombe
FantasyCONTINUACIÓN de ||El Cazador de demonios La Montaña Prohibida|| #4 en AVENTURA 24/12/18 #7 en AVENTURA 1/11/17 #8 en AVENTURA 1/10/16 ___ Las Tierras Mortales disfrutan de los tiempos de paz desde que hace doce años, los demonios fueron exterminados...