Capítulo 38 Beso de niebla

1.7K 190 65
                                    

Gracias a aquella tensa conversación, Ruu pudo vislumbrar los retorcidos designios de Umbra con claridad. La Sacerdotisa de Ilis, una figura tan respetada en su tierra, ahora obedecía las órdenes del Príncipe Indra, siguiendo al pie de la letra sus sombríos mandatos. Su primera tarea: alterar la barrera protectora de Hiverna, transformándola en una cúpula ilusoria que aislara a los elfos del mundo exterior. Los demonios, sin duda, preferían evitar un enfrentamiento directo con esa poderosa raza, y el engaño ofrecía la ventaja de mantenerlos ajenos a la creciente amenaza hasta que, llegado el momento, fuera demasiado tarde. Los elfos, que rara vez cruzaban sus fronteras, no sospecharían de la artimaña. Pero Ruu comprendió que la destrucción de la barrera, provocada por el temblor desencadenado por el segundo pilar, había sido un imprevisto tanto para los demonios como para la propia Sacerdotisa. El verdadero objetivo de Umbra, sin embargo, no era meramente someterse a los demonios, sino traicionarlos. Su plan era astuto: abastecer al ejército demoníaco con dragones para la batalla que se avecinaba, ganándose así su confianza, solo para apuñalarlos por la espalda una vez la guerra hubiera terminado. Entonces, cuando la cúpula ilusoria se disipara, los elfos creerían ser los únicos supervivientes de la "hecatombe". Umbra alentaría entonces a las poderosas Aristas de Eissïas a alzarse contra los demonios, y si lograban vencer, los elfos emergerían como la raza dominante sobre las Tierras Mortales. Y ella, como su líder espiritual, se elevaría a un estado casi divino. Todo, en nombre del honor élfico y su incesante búsqueda de supremacía.

Pero Umbra había cruzado una línea inaceptable. Para cimentar su lealtad ante los demonios, debía primero eliminar a los presentes, y Ruu no estaba dispuesto a permitir que eso ocurriera.

– ¿Dices que nos vas a eliminar aquí y ahora? – inquirió el mestizo en un tono desafiante. – Eso está por verse. Te recuerdo que estás atrapada en mi círculo de llamas.

Sin embargo, la sonrisa maliciosa que curvó los labios de la elfa lo puso en alerta, pues no había rastro de inquietud en su semblante, lo cual le enfurecía. Debería estar acorralada y a su merced ahora que habían desbaratado sus planes... Y entonces lo entendió. La seguridad de Umbra no era en vano, pues en un parpadeo, su cuerpo comenzó a desvanecerse, transformándose en un humo etéreo que se fundió con las sombras que proyectaban las antorchas de fuego azul en la oscura sala subterránea.

– Dime, Hijo del Rey... ¿aprecias a tus compañeros? – la voz de Umbra reverberó por toda la estancia, envolviéndolo desde todos los ángulos, imposible de localizar.

Ruu sintió un golpe de traición en el estómago. La Sacerdotisa solo había estado jugando con él, fingiendo estar atrapada, ya que desde el principio, había podido escapar del círculo de llamas. Pero la pregunta que le lanzó lo confundió aún más. ¿Si apreciaba a sus compañeros? La respuesta era obvia, no necesitaba decirla.

Entonces, un sonido perturbador lo alertó y se giró sobre sus pies rápidamente, pero lo que vio le heló la sangre. La niebla que componía a Umbra se introducía en esos momentos en el cuerpo de Shina.

– ¡NO! – gritó, desesperado.

Pero por mucho que lo intentara, una oleada de aire gris le impedía avanzar a ella. Su amiga, que hasta entonces había estado arrodillada junto a Keriz, comenzó a gritar, agarrándose el cuello mientras la niebla se filtraba en cada fibra de su ser. Ruu luchaba contra el viento turbio, pero cada paso que daba hacia adelante lo hacía retroceder dos. Y de repente, todo se detuvo. El aire se calmó y la sala quedó en silencio.

– ¡Shina! – volvió a gritar, desgarrándose la voz.

La frustración lo consumía. Su amiga estaba allí, sufriendo, y él había sido incapaz de ayudarla. Corrió hacia ella, tomándola de los hombros, pero Shina no reaccionó. En su lugar, se levantó con una lentitud inquietante.

El Cazador de demonios (libro II) HecatombeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora