Capítulo 7 Paradojas

1.9K 176 24
                                    

Mientras tanto, Ruu corría por las calles envueltas en niebla, sintiendo cómo su corazón latía bajo su pecho con una fuerza casi salvaje. Notaba también la sangre arder en sus venas, despertando en él el deseo de la violencia, una furia que había mantenido bajo control durante doce largos años, y que ahora, esperaba impaciente ser liberada, pues el reciente enfrentamiento con el demonio había avivado las llamas de una locura que nunca había desaparecido del todo, que solo aguardaba su momento para resurgir. Las enseñanzas del anciano Cairo, que le habían inculcado sabiduría, autocontrol y la capacidad de abrir su corazón, se sentían distantes, pues aunque había aprendido a domar la bestia en su interior, a reprimir los recuerdos de su pasado oscuro como uno de esos monstruos sin moral ni corazón, ahora, en medio del caos, esos recuerdos se entrelazaban con el presente, y la sed de venganza, aunque ya no su principal motor, lo arrastraba hacia una espiral de contradicciones.

Con la adrenalina en máximo apogeo, el mestizo bajó la calle hasta encontrar a un grupo de Cazadores que contenían como podían con una improvisada barricada a varias criaturas de magia ancestral descontroladas. Ruu sonrió, y antes de ser interceptado, estiró una de sus agujas retráctiles y en una fracción de segundo aterrizó en un tejado para seguir su carrera por las alturas. A su alrededor, cada callejuela de Plumas vibraba ya con los ecos de la feroz batalla. El clamor de los Cazadores y el estruendo de las criaturas sin alma se entrelazaban con el sonido de sus propios pasos, rápidos y decididos sobre las tejas, pero Ruu no tenía intención de salvar a nadie, ni a los Cazadores ni a las pobres criaturas privadas de sus almas. No estaba dispuesto a luchar contra esas pobres criaturas, aunque tampoco estaba interesado en salvarlas y mucho menos ayudaría a esos Cazadores de demonios. Después de todo, él no era precisamente un héroe que pensara en los demás antes que en sí mismo. No era como Hidan o Saya. Él era mucho más egoísta y tenía prioridades, y en ese momento, su interés se centraba en una única cosa: encontrar a la mestiza que había desencadenado todo aquello, y si en el proceso lograba eliminar a algunos de esos monstruos, tanto mejor.

Y sin embargo, una presencia poderosa lo hizo detenerse en seco. Desde su posición elevada en los tejados, observó cómo una criatura cornuda, con la piel cubierta de escamas oscuras, hacía su entrada en la calle donde los Cazadores habían estado conteniendo a las criaturas de magia ancestral. Éstas, que habían estado luchando frenéticamente por avanzar, se apartaron, temblando ante la llegada de este nuevo ser, y los Cazadores, pálidos y aterrorizados, intentaron contenerlo con sus espadas, pero su valentía se desmoronó ante la monstruosa visión de aquel monstruo que sin duda pertenecía al Clan de la Serpiente. El demonio miró a sus oponentes, y tras proferir un chillido, golpeó con su cola la barricada, derribándola sin apenas esfuerzo al mismo tiempo que lanzaba a los Cazadores contra las paredes. Los gritos de los guerreros heridos resonaron, y Ruu, desde el tejado, observó la escena con ojos calculadores. Los Cazadores, incapaces de enfrentarse al demonio, temblaban de miedo, sus rostros desencajados por el pánico. Uno de ellos fue atrapado entonces por el monstruo, que lo levantó del suelo con una facilidad aterradora, mientras el hombre pataleaba y suplicaba por su vida, pero entonces, una risa baja y siniestra comenzó a resonar en la calle, al principio apenas audible, pero que pronto creció en volumen, llenando el aire con un eco espeluznante. La risa provenía de Ruu, quien se mantenía oculto entre las sombras, observando la escena con una mezcla de diversión y desprecio. El demonio escamoso, distraído por el sonido, levantó la cabeza en busca de su origen, pero solo encontró oscuridad... hasta que una sombra veloz lo alcanzó, cortando de un tajo la garra con la que sostenía al Cazador. El guerrero cayó entonces al suelo y retrocedió aterrorizado, mientras el demonio se tambaleaba, arrodillándose y sujetando con fuerza el muñón sangrante donde antes estaba su garra. El bramido que surgió de su garganta resonó en la noche, un sonido lleno de rabia y dolor, mientras que, frente a él, Ruu se erguía, luciendo la Máscara del demonio Ratón sobre su rostro al tiempo que sus largas uñas goteaba la sangre oscura del monstruo.

El Cazador de demonios (libro II) HecatombeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora