Capítulo 56 Ojo por ojo

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Keriz sintió que se le cortaba la respiración al oír la voz de Ruu tan claramente pero creyó realmente que había dejado de respirar al ver sobre él el rostro de Shina. Su tía le tendió las manos y le subió con rapidez, quedando los dos abrazados al borde de la falla.

– Has sido muy valiente al enfrentarte a él tú solo. – le aseguró la joven a su sobrino.

El pequeño no lo dudó y la estrechó con fuerza. Shina estaba ahí, ¡era real! No pudo evitar lagrimear y ella, notando el miedo reflejado en los ojos del niño, le acarició la cabeza con ternura. No era un sueño... los dos habían regresado junto a él.

-Tiene razón.-apostilló Ruu delante de ellos y en guardia.-No está nada mal, enano.

Keriz y él entrelazaron miradas y se sonrieron mutuamente. La alegría del reencuentro era notable en sus facciones.

– ¡¿Cómo?! – espetó el príncipe. – ¿¡Cómo habéis podido regresar!? El Purgatorio es un lugar cerrado, ¡no tiene ni entrada ni salida!

Indra los observaba atónito varios metros más allá, incapaz aún de creer que esos dos hubiesen aparecido de la nada escasos segundos antes de entre cristales de aire.

– Es tal como dices. – aseguró el mestizo. – Como no había salida, nosotros hicimos una.

El demonio de mirada carmesí chascó la lengua, irritado. No solo había perdido su oportunidad de librarse del arconte, sino que su guardián había vuelto cuando se suponía que jamás podría hacerlo. Ruu, por su parte, se tronó los dedos, movió el cuello de lado a lado y fulminó a su enemigo con la mirada.

– Y ahora, no solo voy a tomarme la revancha por lo de antes. – dijo. – Esto se ha convertido en algo personal, príncipe. Puedes golpearme a mí todo lo que quieras... Pero si tocas a los míos, no esperes misericordia.

– Inténtalo si puedes. – le retó el demonio con una sonrisa. – El resultado será el mismo.

– No lo será. – negó Shina, poniéndose a la misma altura que el mestizo. – Porque esta vez no luchará solo.

Los dos amigos se miraron de soslayo y compartieron una mirada de complicidad. Keriz mientras tanto los miraba desde atrás. Parecían tan cambiados, tan cercanos... tan unidos.

Sus almas brillaban dentro de ellos, podía sentirlo, pero también veía claramente lo anchas que eran sus espaldas. La fortaleza que emanaban sus cuerpos, su luz. Había cierto esplendor en todo su ser, una majestuosidad que jamás había visto en nadie salvo en sus propios padres. Viéndolos desde ahí atrás, bajo su protección, el niño sabía sin ninguna duda que esos dos habían crecido mucho en tan poco tiempo.

– Parece que os olvidáis de algo.

Indra suspiró y señaló al cielo. Los otros tres miraron y encontraron al inmenso Dragón de la Creación volando sobre la isla mientras escupía fuego. Solo con verlo infundía temor.

– Nuar ya está aquí. – sentenció Indra. – He ganado.

– ¿Eso crees? – preguntó Ruu. – Nosotros aún podemos detenerte.

– ¿Es que no me has oído? – inquirió el demonio.

– Cuando El Triángulo de Nirvara esté completo, Nuar será sellado de nuevo. – aseguró Shina con decisión.

El príncipe exageró una sonrisa torcida y empezó a reírse. Ruu y Shina se miraron entre ellos, dubitativos, pues la confianza que irradiaba Indra iba más allá de las apariencias...

– Confiáis demasiado en ese dragón de luz... – dijo el príncipe. – Es verdad que las formación nacida de su Triángulo es implacable, que una vez en marcha no puede pararse... Pero si su objetivo no está en el centro para cuando todos sus lados se toquen, invocarlo no habrá servido de nada.

El Cazador de demonios (libro II) HecatombeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora