Capítulo 45 El Pico del Buitre

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A paso firme, día y noche, ambos ejércitos avanzaron sin cesar, deteniéndose solo lo imprescindible para mantener la marcha. La travesía fue extenuante, y los rostros cansados de los soldados revelaban el desgaste, pero sabían que no había tiempo para la fatiga. Tracia, con el porte altivo que la caracterizaba, se adelantó hacia el borde de un risco cercano a la costa, y sacando su catalejo, escudriñó el horizonte. Tras unos instantes de búsqueda, una sonrisa de satisfacción se dibujó en sus labios.

– Ahí está. – dijo, señalando el pico que emergía como una sombra imponente sobre las nubes del Mar Interior.

Rurik, el rey enano, avanzó junto a ella, su imponente oso de guerra moviéndose con la misma calma majestuosa que su jinete. Acariciando su espesa barba gris, el enano observó el mismo punto que Tracia había señalado.

– Será un campo de batalla como ninguno. – comentó, su voz grave resonando como un eco en la roca. Luego, ladeó la cabeza para mirarla de reojo. – ¿Qué hacemos entonces? ¿Esperamos aquí o cruzamos ya?

Tracia bajó su catalejo, dejando que sus ojos azules se perideran en la inmensidad del cielo. La incertidumbre se cernía sobre ellos como las mismas nubes que ocultaban el mar, pero en su corazón sabía que el tiempo no estaba a su favor.

– Debemos cruzar cuanto antes... – respondió, con la firmeza de quien lidera sin dudar. – El Dragón de la Creación podría despertar en cualquier momento. Si eso ocurre, debemos estar listos y tomar posiciones cuanto antes.

Rurik asintió lentamente, su mano todavía enredada en su barba, como si estuviera sopesando cada palabra de la Cazadora. A fin de cuentas, la líder le había puesto ya al corriente de la situación, y sus ganas de entrar en batalla no solo contra los demonios, sino también contra aquel dragón negro de las leyendas, lo fascinaba.

– Eso nos coloca a nosotros como la vanguardia de las Tierras Mortales. – dijo, con un dejo de orgullo en su tono. – ¿Y los soldados de Fodies? ¿La Guardia Armada de Dovic cubrirá la retaguardia?

Tracia, sorprendida, lo miró fijamente por un instante. ¿Acaso el rey de Lehnen conocía al estratega pelirrojo de Fodies? Había algo en la forma en la que había pronunciado ese nombre que sugería un pasado compartido.

– ¿Conoces a Dovic? – inquirió sin rodeos.

El enano soltó un profundo suspiro antes de responder.

– Un enano formidable, aunque desperdicia su talento. – Rurik hizo una pausa, su tono más amargo ahora. – Mejor minero que estratega, si me preguntas. Pero prefirió servir a la Dama de la Montaña Prohibida antes que a su propio pueblo.

Tracia no se molestó en indagar más, pues no le importaban en absoluto ni Dovic ni sus decisiones. Lo esencial era cómo cruzar el vasto y misterioso Mar Interior. Su mirada volvió a las nubes que envolvían la lejanía, su mente buscando soluciones en medio de aquel panorama nebuloso.

– Tal vez deberíamos hacernos con un barco. – intervino Daegal, siempre práctico, aunque su comentario fue recibido con una sonora carcajada de Rurik.

– Eres simpático, líder del Sauce. – replicó el enano, aún riendo. – Pero te falta experiencia en estos parajes. ¡El Mar Interior no se cruza en barcos!

Daegal frunció el ceño, sintiéndose ligeramente menospreciado.

– ¿Entonces cómo cruzaremos? – preguntó, su tono algo seco.

– ¡Volaremos! – dijo Rurik, con su voz resonante. – Aunque quizá algunos tendrán que nadar. – añadió entre carcajadas, como si su broma fuera más para él mismo que para los demás.

El Cazador de demonios (libro II) HecatombeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora