Capítulo 43 Encuentros predestinados

1.8K 175 48
                                    

Decenas de ellos salían corriendo del portal rojo. Todos armados hasta los dientes, embutidos en toscas armaduras y llevando consigo banderas negras con el emblema de Nuar.

Mientras, el ejército élfico y el de los cazadores se reagruparon sin poder apartar la mirada de la desorbitante cantidad de demonios que estaban apareciendo frente a ellos.

Tracia y Glaciem se reunieron sobre una gran roca y observaron al enemigo.

-Son muchos...-murmuró el elfo.

-¿A caso eso importa?-inquirió la cazadora.-Al menos los míos sabían antes de venir a qué nos estábamos enfrentando.

Glaciem la miró con malos ojos y ella se sacudió el pelo con soberbia. Si cazadores y elfos no habían nacido para trabajar juntos, ellos eran la prueba. Pero entonces, apareció Ruu entre ellos para impedir una posible confrontación interna.

-Será mejor que vayáis pensando en una estrategia.-les aconsejó.

El elfo y Tracia resoplaron molestos. Era obvio que si de por sí no eran del tipo que aceptaban órdenes, viniendo precisamente de Ruu las obedecerían aún menos. Sin embargo, por una vez se vieron obligados a hacerle caso y en varios minutos desplegaron una formación en la que cazadores y elfos pelearían en equipo.

El mestizo sonrió al ver cómo la líder de Plumas comandaba a los guerreros en tierra y cómo Glaciem hacía lo mismo con los que sobrevolaban el cielo. Coga decidió acercarse a él y ambos se fulminaron con la mirada, aunque Ruu la desvió hacia Keriz, subido sobre Zen.

-Cuida de él, por favor.-pidió el mestizo.

El cazador asintió y clavó sus ojos en la cabellera de Ruu, quien le daba ahora la espalda.

-¿Dónde está Shina?-preguntó.

El joven rió por lo bajo y desplegó sus uñas retráctiles sin darse la vuelta. Era normal que Coga estuviese preocupado por ella.

-Está cumpliendo con su misión, al igual que yo lo haré ahora.

Dicho esto, Ruu empezó a correr y se separó del ejército para cruzar en solitario el terreno llano que los separaba de los demonios.

Había notado algo. Los demonios se aglomeraban al rededor del portal y aún no habían atacado. Eso era algo extraño y preocupante. Pero a él eso ya poco le importaba. Ruu estaba allí para luchar a muerte, eso era algo que ya había decidido.

Lucharía por los suyos, y los suyos eran la gente de Fodies que le dieron una oportunidad para vivir entre ellos. Recordar los años que pasó en el interior de los muros de aquella ciudad era rememorar los mejores años de su vida.

Así que si debía dar una razón para arriesgarlo todo, muy posiblemente salvaguardar Fodies era una de ellas, aunque no la única.

Todo el mundo estaba involucrado, pero en el campo de batalla, los ideales y las causas se confundían con tremenda facilidad, o al menos así lo percivía él.

Allí solo había dos bandos y un futuro y único vencedor.

Ruu no tardó en hacer contacto con el enemigo y el primer demonio al que avatió fue a uno con un cráneo de buey al descubierto. No le costó mucho atravesarle la frente con sus uñas y al dejar caer a la criatura, él se incorporó con elegancia y sonrió.

Los miembros del ejército vieron la caída del primer demonio como el impulso que necesitaban para lanzarse al combate y envueltos en gritos de guerra, siguieron el camino que el mestizo había recorrido anteriormente en solitario.

La guerra oficialmente había empezado.

Ruu se fundió en una batalla campal con cada criatura infernal que se le acercaba y por momentos sentía cómo la adrenalina iba apoderándose de él.

El Cazador de demonios (libro II) HecatombeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora