Capítulo 3.

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Miro por la ventana del autobús mientras dejo que la música envuelva mi mente. Segundo día de clase. Cuando llego al instituto aparece detrás de mí Andy con los ojos clavados en su móvil, como de costumbre. - El nuevo te está esperando en conserjería, parece que te busca. - dice con una mirada divertida. Pongo los ojos en blanco, suspiro y empezamos a reír. La verdad es que ya ni me acordaba del chico.

-Ya te encontraré por aquí luego- digo mientras cambio el rumbo y tuerzo a la izquierda y ella se aleja en dirección opuesta tecleando en su Blackberry a toda velocidad.

Hay una fila enorme de personas pero por suerte a Adam solo le quedan tres personas delante, ¿le acabo de llamar por su nombre? Lleva un pequeño gorro de lana azul, es raro en mí pero me gusta. Me salto la cola entera y voy hacia él. Nadie se queja, debe ser mi encanto natural, pienso divertida, y me pongo a su lado.

-Hola - dice. No le contesto. - Oye, tú no hablas mucho, ¿no? - dice con una sonrisa, que interpreto como pícara, en el rostro. El placentero olor a canela me envuelve de nuevo.

- No, no suelo hablar mucho y eso es algo que deberías aprender de mí a partir de ahora. Que compartamos taquilla no significa que seamos amigos, no los quiero. - giro la cara y miro al frente como quién no quiere la cosa.

- Vale. - dice aún con esa sonrisa a la vez que frunce el ceño. ¿Por qué nadie es capaz de enfadarse conmigo? No lo entiendo. Por suerte ya es nuestro turno. Dejo que hable él. - Somos de último año, venimos a por las llaves de la taquilla 115.- Le damos nuestros nombres a la chica de gafas y nos da un juego de dos llaves.

-Perfecto ya me puedo ir. - digo para mí misma mirando la llave de manera satisfactoria y vuelvo a coger el camino hacia los pasillos. Quiero saber en qué parte del instituto está mi taquilla. Digo, nuestra taquilla.

-¡Eh!- siento a Adam detrás de mí pero evidentemente no le hago caso. He acabado con él, ya tengo mi llave. - ¡Eh! ¡EH! ¿Se puede saber qué pasa contigo? Gi, te estoy hablando. - corre detrás de mí hasta ponerse a mi lado.

- ¿Pero qué quieres ahora?, ya tenemos cada uno nuestra llave.- digo poniéndome seria y reprimiendo la risa al verlo correr hacia mí.

- Soy nuevo, ¿recuerdas? No sé dónde encontrar lo que abre esto. - dice mientras sujeta su llave a la altura de mis ojos. - ¿Me puedes ayudar a buscarla?

- Ni hablar, búscate la vida. - digo. Me está hartando, pero la situación me divierte.

- Vale, escucha, yo aprendo de ti que no hablas mucho y ahora es tu turno de aprender que soy una persona muy testaruda. Acabarás acompañándome. - sonríe ¿se puede saber por qué no para de sonreír? Levanto las cejas. - Por favor... - no respondo, tendrá que ofrecerme algo más que un por favor. Parece que lo capta. - Prometo que después de esto no tendrás que volver a hablar conmigo. - Es una oferta tentadora. ¿Pero qué digo? Más que tentadora. Parece que me libraré del nuevo mucho antes de lo esperado.

- Está bien, pero guarda distancias entre nosotros, que corra el aire quiero decir. No quiero manchar mi reputación de solitaria. - No sé ni yo misma cómo he conseguido articular una frase tan larga hacia una persona que no me gusta. Normalmente, si odio a alguien ni me limito a responder. Él amplía su sonrisa (ugh) y me sigue a una distancia prudente mientras cojo el camino del pasillo.

Taquilla 115. Es en el primer piso, de eso estoy segura, así que subo las escaleras. Las taquillas están amontonadas en tres filas, la fila de abajo que está pegada al suelo; la fila central en la que las taquillas están apiladas sobre la fila de abajo; y la fila superior en la que las taquillas se apilan sobre las centrales. La fila de abajo es muy molesta porque tienes que estirarte en el suelo y la fila de arriba está tan alta que no llegaría. Me invade el pánico, si nos han dado una taquilla de la fila de arriba, Adam tendrá que ayudarme a coger los libros cada dos por tres. Rezo para que eso no pase.

Por suerte veo que nuestra taquilla está en la fila central, bien. Es la última y está al lado de una ventana gigante que da a un pequeño cobertizo inservible. La ventana está abierta, debido al extraño calor que viene haciendo estos días. La taquilla es perfecta. Noto que Adam me sigue hasta nuestro pequeño espacio, saco la llave de mi bolsillo e intento abrir el candado. Está realmente duro. Oxidado diría yo. ¿Nos han dado lo más viejo o qué? Lo vuelvo a intentar girando la mano aún con más fuerza. - Déjame intentarlo - noto que dice Adam pero lo fulmino con la mirada. No es el único testarudo aquí. Levanta las manos dándome vía libre, lo interpreto como un todo tuyo. Empleo toda la fuerza posible en girar la llave a través del candado y ésta resbala de la pequeña cerradura saltando por los aires. Parece que vaya a cámara lenta, mis ojos siguen a ese maldito trozo de metal que sale disparado por la ventana. Cae en el inservible cobertizo y ya no la vuelvo a ver. Mi boca y mis ojos se abren de par en par. Será una broma. Pero no, solo queda una llave, y no es la mía.


Thin skinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora