Capítulo 50.

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Cierro el baúl y miro mi mano derecha con el puño cerrado. Desvío la mirada a la ventana, está nevando. Vuelvo a mirar mi puño y vacilo, pero al final abro los dedos uno a uno, poco a poco, empezando por el índice hasta acabar con el meñique. Cuando tengo la mano totalmente extendida veo esa pequeña redonda blanca. Cierro los ojos y me trago la pastilla adelgazante sin mucha más dilación. No es más eficaz que no comer o vomitar, pero me servirá estos días. Cojo aire profundamente y el pecho se me infla hasta que dejo escapar un gran suspiro. Abro el armario para coger mi toalla y me voy a la ducha.

Las prendas de ropa caen al suelo mientras veo mi reflejo en el espejo. Cierro los ojos a la vez que una lágrima recorre mi mejilla, pronto quedará camuflada bajo las gotas de agua de la ducha. Odio esto por muchas razones, pero ver como mi pelo cae a mechones me rompe el corazón. Cuando me peino, el cepillo queda enterrado bajo matas de pelo rubio que se desprenden de mi cuero cabelludo, como si me avisaran de lo que me va a pasar, como si dijeran: "nos estas matando, caemos, como harás contigo si sigues así". Y entonces yo pienso que quizá caer no es tan malo.

Cuando regreso a mi habitación con el pelo húmedo y la toalla cubriéndome el cuerpo decido qué vestido será mejor para pasar desapercibida esta noche, aunque será inútil sabiendo que mis tías son las reinas del cotilleo. Abro mi maleta y veo el vestido que llevé a la convención, el aroma de aquella magnifica noche aún sigue presente en él. Pienso en Adam y en cómo echo de menos sus fuertes brazos rodeando mi cintura, el tacto de su cálida piel, sus labios, su sonrisa, sus ojos verde esmeralda, el sedoso pelo rizado, su aroma, su voz profunda... Echo a todo él de menos. Todo. Quiero verle, abrazarle, pero no puedo, solo me queda llamarle para escuchar su voz.

Al final decido ponerme el vestido de la convención, como si él estuviera conmigo esta noche. Cojo mi móvil y observo una llamada perdida de Adam, sonrío y le llamo. Después de cinco largos pitidos le escucho. Lo sé porque los he contado.

-¿Hola? - siento su voz y los ojos se me llenan de lágrimas. No sabía que era posible echar tanto de menos a alguien.

- Adam - río entre lágrimas- Hola.

- Gi, ¿qué te pasa?

-Nada, solo te echo de menos - vuelvo a reír con nerviosismo.

-Y yo a ti. Mucho. - noto como sonríe al otro lado de la línea y me imagino sus preciosos hoyuelos. - ¿Cómo estás? ¿Qué has hecho estos días?

Me estiro en la cama sin importarme que lleve vestido y que se me haya subido hasta las caderas. Le digo que no he hecho mucho, comer, ayudar a mis padres e ir a comprar. Decido obviar el hecho de que me haya encontrado a Ally y Brad me haya enviado un mensaje.

-¿Y qué tal llevas la comida? - me pregunta.

-No he vomitado - le digo. Es una verdad a medias porque sí, no he vomitado, pero estoy tomando pastillas.

- ¡Bien! Es una gran noticia pequeña, estoy orgulloso de ti - me dice con dulzura. Una pizca de culpabilidad me invade.

- Gracias. - le digo y cambio de tema mientras juego con mi pelo - ¿Tú qué has hecho por allí?

- Ayer fui al hospital - me dice contento - les comuniqué lo de los fondos y me dijeron que ya habían recibido noticias de Dawson y su empresa. Empezarán los trámites pronto. - Río, es una noticia estupenda, sigo sin asimilar del todo que lo hayamos conseguido.

-¡Y vi a Lucy! Por supuesto. Tenía muy buen aspecto a pesar de que su pelo ha menguado bastante. Estuvimos hablando toda la tarde y me preguntó por ti.

- Oh, ¿en serio? - qué monada de pequeña.

Adam y yo seguimos hablando durante media hora. De aquello y de lo otro, de Lucy, de lo mucho que nos echamos de menos y de las mil y una cosas que se le han ocurrido hacer conmigo cuando volvamos a Brimingham después de las vacaciones. Hasta que el timbre suena y sé que mi familia empieza a llegar.

Thin skinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora