-En algún momento vas a tener que dejar que alguien a parte de mí y los enfermeros entre a verte. - dice Nathan. Está sentado en la butaca negra que reposa en la esquina de la habitación, al lado de la ventana. Deduzco que son las siete de la tarde, porque me han dado de merendar hace aproximadamente un par de horas y el sol está empezando a descender. -Papá y mamá están fuera. Y Adam solo se ha movido de aquí para ir a comer y dormir. Merecen verte.
-Tengo miedo. - le confieso.
- ¿Miedo de qué?-levanta las cejas.
-De que me miren con pena. Que piensen que soy una desgraciada con una vida horrible. Que se compadezcan de mí. Que me vean como una chica suicida y depresiva. - Nathan suspira.
-Gi... ¿es que acaso no es así? - la sinceridad de mi hermano me abruma.
-Sí, sé que es cierto. Pero no estoy orgullosa de lo que soy ¿sabes? Odio en lo que me he convertido, nunca he querido ser así. Cuando era una niña me gustaba pensar que me convertiría en una chica genial a la que todos admirarían, que tendría una vida perfecta, alegre, feliz.
-Sabes que la vida no es tan fácil como te la pintan en los cuentos. Es mucho más compleja. Pero por lo demás... Jamás dudes que eres una chica genial, yo te admiro por haber soportado lo que has soportado y aun así haberte mantenido fuerte, tienes una familia y amigos que te quieren y puedes ser feliz si te lo propones. Puedes llevar esa vida perfecta solo si tú quieres. Gi, no van a mirarte con compasión, están preocupados y quieren verte.
-Está bien, que entre quién quiera. - me acomodo en la cama reposando la espalda en la almohada y subo la cama con el mando a distancia para estar más cómoda. Nathan se levanta del sillón en dirección a la puerta.
- ¿A quién hago entrar primero? - me pregunta.
-Sorpréndeme.
- ¿Preparada? -asiento y me mentalizo como si fuera a irme a la guerra. Nathan se va y la puerta se cierra.
Al cabo de unos minutos entra alguien y me pongo nerviosa. ¿Mis padres o Adam?
Mis padres.
Una sensación de decepción invade mi cuerpo.
Trago saliva.
Lo primero que hace mi madre al verme es llevarse la mano a los labios, correr hacia mí, despegar mi espalda de la almohada y abrazarme con una fuerza que nunca antes había hecho. Mi padre está detrás de ella, serio, con las manos en los bolsillos.
-Lo siento. - consigo pronunciar. Mi madre se despega de mí. - Yo no... yo no quería hacerlo, te lo prometo mamá.
Me pasa la mano por la mejilla y sonríe.
-Te creo, hija, te creo. - sonríe con amargura. Es la primera persona que me hace sentir bien. Las lágrimas acuden a mis ojos.
-Gracias. - resbalan por mis mejillas hasta que mi madre las recoge con sus pulgares. Se sienta en la cama.
- ¿Cómo te encuentras? - me pregunta buscando con su azul mirada algún indicio de malestar en mi cara.
-Bien - intento tranquilizarla con una sonrisa.
-Deberías habernos contado... todo. - declara mi madre. - No íbamos a juzgarte, íbamos a ayudarte Georgia.
-Me habríais echo volver a Mullingar. - le confieso mirándome las manos.
-Necesitas estar cerca de nosotros, necesitas ayuda. - la voz de mi padre resuena en la habitación. Son las primeras palabras que pronuncia.
-No puedes hacerlo todo sola, cariño. - dice ahora mi madre con ternura. Esa frase... esa misma frase me la dijo Adam cuando le conocí. Dónde estás. Quiero abrazarle, besarle, llorar en su hombro, quiero sentirle cerca. Pero no supe decir que le escogía a él a tiempo. Y ahora me da miedo mirarle a los ojos.

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Thin skin
Genç KurguCuando tienes la piel más fina que los demás todo te afecta de manera diferente, todo es mucho más duro y doloroso. Georgia es esa clase de persona de piel fina y ya no confía en nadie. Quiere ser una chica solitaria, convencerse de que es fuerte, d...