Capítulo 23

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Después de la conversación con Andy en el recreo, mi mente está algo más aclarada. El tiempo será mi aliado. Me he cruzado antes con Adam por el pasillo y ha sido demasiado incómodo, al menos para mí. Me ha sonreído de una manera diferente a las últimas veces, a lo que yo he bajado la mirada sonrojada. Ya estoy en la última clase del día, todos estamos con nuestros caballetes y nuestros lienzos pintados. Le doy unos últimos toques de brillo al paisaje que se yergue pintado ante mí y me dirijo a lavar los pinceles. Antes de que pueda esquivarlo, el chico con gafas me tira toda su paleta de pinturas en la camiseta.

-¿Pero qué coño haces? Joder. - chillo mientras admiro mi camiseta, ahora multicolor, destrozada.

-L-lo sient-to Georgia. - dice él asustado. Es un completo inútil.

-Apártate. - le digo mientras le empujo para alcanzar a la profesora McGouran. - Profesora, ¿puedo ir a los lavabos a limpiar este desastre, por favor?

-Oh claro, date prisa o eso será irreparable. - dice ella asustada al ver mi ropa. - Ah, Georgia, el timbre va a tocar en dos minutos, así que ya puedes coger tus cosas e irte si quieres.

Asiento y lo recojo todo, cuelgo mi mochila al hombro y subo corriendo las escaleras para ir al lavabo de la primera planta y limpiar mi camiseta. Los pasillos están desiertos y reina un silencio espectral. En cuanto llego al baño abro el grifo y mojo toda la zona manchada de la camiseta. Froto fuertemente y parece que la mancha empieza a irse. Por suerte no es mi camiseta favorita, qué chico tan inútil. Al rato de estar frotando como una loca mi camiseta parece que ya está mucho mejor, así que decido llegar rápido a casa y lavarla bien. Salgo de los baños para dirigirme al pasillo principal, todavía silencioso y desierto, cuando oigo una melodiosa risa. Es la voz de una chica y seguidamente vuelve a romper el silencio un fuerte golpe. ¿Quién hay en el pasillo riendo? La curiosidad me puede y tuerzo a la izquierda desviándome de mi camino. Ese gesto quizá haya sido la peor decisión de hoy, porque ahora me hallo plantada observando como Adam y Loreth se besan apoyados en las taquillas. Mi corazón está totalmente paralizado y me sube una sensación de decepción por el cuerpo. Los ojos se me llenan de lágrimas inevitablemente viendo como Adam funde sus labios en los de esa... esa arpía.

-¡Gi! - la voz de Andy rompe el silencio y Adam despega sus labios de los de Loreth para dirigir su mirada hacia mí. En cuanto me ve su cara se tuerce en una mueca de horror y para entonces Andy ya me ha alcanzado y es consciente de la situación.

Mis pies echan a correr y bajo las escaleras a toda velocidad. Adam no me sigue, se ha quedado allí, junto a Loreth. ¿Qué esperaba? ¿Qué viniese detrás de mí corriendo para detenerme y darme explicaciones como en las películas? Por favor Gi, no seas ridícula. Él no te quiere, solo ha estado divirtiéndose a tu costa y haciéndote creer que le importabas.

Salgo por la puerta del instituto y bajo la calle corriendo, Andy me alcanza y me frena tirándome del brazo. No me dice nada, tan solo levanta mi barbilla dulcemente con su dedo índice y acaricia mi mejilla.

-No derrames ni una lágrima, eres mejor que eso. - me dice.

-No pensaba hacerlo. - le respondo. Aunque mis ojos estén llorosos inevitablemente, ninguna lágrima va a recorrer mi mejilla. Andy me sonríe y suelta mi brazo así que vuelvo a echar a correr calle abajo. Ella ya no me sigue, solo me observa marchar. Hay un buen trozo hasta mi casa pero no cojo el autobús, dejo que mis pies me lleven más rápido o más lento, no importa.

Después de lo que creo que han sido horas caminando avisto mi apartamento. Un edificio no muy alto y solitario en el que pocas personas vivimos, la mayoría somos estudiantes que no podemos permitirnos un campus en la universidad o un piso en el centro de la ciudad.

Camino a pasos agigantados y malhumorados, clavo mis pies con rabia en el suelo. Sí, con rabia. Las lágrimas que abundaban en mis ojos al ver a Adam antes, ahora se han convertido en ira y furia. Las ganas de golpear todo lo que se me interpone en el camino me invaden, menos mal que no me he encontrado a nadie o ya no seguiría con vida. Ya he alcanzado el edificio de mi apartamento y subo rápidamente, con el ceño fruncido, mis ojos denotan maldad. ¿Cómo he podido ni siquiera plantearme volver a confiar en alguien? No aprendo, pero esto no volverá a pasar. Todo el mundo me falla, quizá me lo merezco.

En cuanto entro a casa tiro mi mochila contra la pared que estalla con un ruido sordo y me quito la destrozada camiseta, quedándome en ropa interior, para meterla en remojo e intentar salvar el desastre que ha hecho la pintura de ese imbécil. Una vez la camiseta puesta en remojo miro mi cuerpo reflejado en los muebles de la cocina y solo consigo que mi humor y mi odio aumenten. Corro hasta la sala de estar y cojo un cojín para empezar a golpearlo, chillo y sigo golpeando el pequeño cojín con rabia, incluso llego a morderlo.

-¿¡Qué haces!? - siento a Lucas apresurándose a llegar hasta mi para que deje de chillar y de golpear el cojín. No recordaba que Lucas estaba en casa. Me coge por la desnuda cintura y me levanta fácilmente del suelo mientras le pego patadas al aire.

La idea de que tan solo esta mañana haya pensado en confiar en Adam... la ira me consume, necesito golpear cosas. Forcejeo con Lucas inútilmente hasta que estoy demasiado cansada para seguir. - ¿Se puede saber qué estás haciendo sin camiseta y pegándole una paliza al cojín? ¿Qué ha pasado Georgia? - me pregunta él todavía inmovilizándome por la cintura.

Finalmente Lucas me suelta y me dejo caer al suelo, cansada. Ni siquiera me importa estar en ropa interior frente a él. Rodeo mis rodillas con los brazos y me quedo así, respirando agitadamente. Noto como Lucas se sienta a mi lado y empieza a tocarme el pelo. Adoro que me toquen el pelo, me tranquiliza, podría pasarme la eternidad así.

-No hace falta que me expliques que ha pasado si no quieres, pero tienes que tranquilizarte. - me dice él sin parar de masajear mi pelo. Levanto la vista y cruzo una mirada con él para asentir con la cabeza. Me hace sentir vulnerable, no puedo bajar mis defensas así, no otra vez.

Me levanto, recojo mi mochila del suelo y me voy a mi habitación. Necesito dormir y olvidarme del mundo. Cojo mi reproductor de música, lo pongo en modo aleatorio y me estiro en la cama cerrando mis ojos para que su color azul se camufle entre los párpados. No valgo nada como persona, quizá me merezco todo esto, y con ese último pensamiento me duermo.


Thin skinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora