La brillante luz del sol acaba por despertarme, llevaba toda la mañana intentando ignorarla pero no ha funcionado. Abro los ojos lentamente, la gran cristalera de la habitación de Adam que da al balcón deja entrar los potentes rayos del sol. Adam aún duerme, a mi lado, y noto su brazo alrededor de mi desnuda cintura. ¿Pasó de verdad? Ahora me parece un sueño, un sueño del que no quiero despertar jamás. Tiene la respiración pausada y se nota que está descansando. Descansar, no solo dormir, eso es lo que he hecho esta noche por primera vez en mucho tiempo. Cada vez que miro a Adam una sensación indescriptible sube por mi estómago y hace que se forme una sonrisa en mi rostro. Respiro hondo intentando disfrutar de cada segundo de esta paz, tanto exterior como interior.
Aparto con delicadeza el brazo de Adam para levantarme de la cama, cuando salgo de entre las sábanas y mis pies desnudos tocan el suelo, reparo en que no tengo ninguna prenda de ropa en mi cuerpo, estoy totalmente desnuda. Pues no, no fue un sueño, río internamente. Camino hasta la cristalera y cierro la cortina atenuando la luz de la habitación, no quiero que Adam se despierte por el sol. Ahora dirijo mis pasos hasta el armario y cojo una camiseta cualquiera de Adam para cubrirme, huele a él. Vuelvo a la cama y me siento en el borde, sonrío. Tengo una sensación... rara en el cuerpo, una sensación que envía energía a todas mis extremidades, una sensación que me hace pensar en positivo, una sensación que me es lejanamente familiar. Creo que esa sensación es felicidad. Recuerdos de la noche anterior cruzan mi mente y no puedo parar de sonreír. Felicidad... te he echado de menos, y me la has devuelto tú, Adam Brown. Lo único que ahora mismo quiero es hacerle feliz como él a mí, no importa el precio que tenga que pagar.
Alargo la mano para coger el teléfono, marco el número de recepción.
-Hola, ¿sería posible que trajeran el desayuno a la habitación 705?
Después de unos cuantos minutos llaman con determinación y tres golpes, corro con impaciencia y sigilo hasta la puerta y un hombre uniformado aparece con un carrito tapado con una blanca tela.
- Ya lo entro yo, gracias. - le digo amablemente y empujo el carro con cuidado hasta ponerlo justo delante de Adam. Sonrío al verle durmiendo y me quedo un rato observándole antes de despertarle. No puedo evitar tocarle el pelo, le acaricio la mejilla y le susurro al oído: - Despierta. - Noto como Adam se estremece y un escalofrío recorre su cuerpo, río. - Arriba dormilón. - Le digo esta vez tirándome encima de él.
- Hmm - balbucea y me rodea con sus fuertes brazos. - Un poco más. - sin oponer resistencia apoyo la cabeza en su pecho y me quedo dormida, sin importar que se nos enfríen las tortitas y el café.
Nos pasamos la mayor parte del día en el hotel hasta la hora de abandonarlo. Parece que la relación entre Adam y yo ha cambiado (a mejor), yo le muestro mucho más afecto que al principio y me siento libre de quererle, todo va demasiado bien y Georgia Avery es por fin feliz. El profesor Tipett nos dio la enhorabuena unas quince veces y se quedó realmente alucinado de que tengamos el proyecto viento en popa. Los siguientes días ya en Birmingham pasan demasiado rápido, con Adam y yo entre las sábanas continuamente, y sin darme cuenta llega el día que lleva quitándome el sueño varias noches, el día de volver a Irlanda por navidad. Adam me ha tranquilizado millones de veces pero sé que si vuelvo a ver a Brad y pasa algo él no podrá hacer nada. Veo como Adam aparca su moto justo cuando Nathan saca la última maleta del taxi, nos ha querido acompañar al aeropuerto y se lo agradezco, quiero pasar todo el tiempo posible con él antes de coger ese avión. Nos adentramos en el gigantesco edificio, vamos con el tiempo justo por culpa de los atascos así que vamos a paso acelerado.
Pronto llegamos a lo que he bautizado "la zona de separación" donde los que se quedan en tierra y los que cogen un vuelo deben separarse, donde veré por última vez a Adam hasta que vuelva. Odio las despedidas, mucho, pero al menos tengo la seguridad de que volveré. Nathan se aparta de la escena incómodo para dejarnos intimidad, miro a Adam a los ojos, esos preciosos ojos verdes.
-Te voy a echar mucho de menos. - le digo con un tono más triste de lo que quería.
- Y yo. - coge un mechón de mi rubio pelo y me lo pone detrás de la oreja. - Todo saldrá bien y pronto volveremos a estar juntos, solo diviértete con tu familia y todo pasará más rápido de lo que piensas.
Adam me comprende, comprende el calvario que me supone volver a mi antiguo hogar, reprimo el nudo en la garganta como una campeona y asiento. Le beso y nos fundimos en un beso largo que solo me atrevo a cortar porque Nathan me espera. Le entrego el billete a uno de los trabajadores del aeropuerto y paso a "la zona de separación". Intento no mirar atrás. Muy bien Georgia, prepárate porque ahora te espera un viaje donde dormirás durante todo el camino mientras escuchas música, me digo.
Odio el momento en el que las ruedas de este enorme cacharro que vuela tocan el asfalto. Todo el avión se pone a botar terriblemente y yo tengo que apretar la mandíbula fuertemente para no morderme la lengua accidentalmente. Nathan está tan tenso como yo, con las manos agarradas fuertemente en los reposabrazos del asiento. Al poco rato ese mal momento pasa y ya está, ya estoy en casa. Cuando el avión frena se sienten aplausos al final de la cabina, los típicos viajeros que aplauden al capitán al acabar el vuelo, bah. Me limito a coger mis pertinencias de mano y a bajar por las escaleras del avión hasta el pavimento. Nathan camina a mi lado y seguimos a la multitud hasta llegar a las cintas donde nos esperan las maletas. Durante todo el camino hasta salir del aeropuerto no paro de pensar en Adam, Adam, Adam y Adam. Y oh, Brad, Brad, Brad y Brad.
-¡Ya están aquí! - interrumpe mis pensamientos la voz chillona de, probablemente, mi madre. Levanto la cabeza, efectivamente es mi madre, vestida con una camisa blanca y un pañuelo rosa. Se me hace muy extraño verla y a la vez siento nervios y emoción. Tiene el pelo con un corte diferente al que tenía cuando me fui, es rubia, como yo. Sin embargo tiene la misma estatura, pequeñita como un llavero (eso dice mi padre cuando quiere cabrearla). La he echado de menos. - ¡Aquí! ¡aquí! - chilla con los brazos en alto para que la veamos, no puedo evitar reír y Nathan tampoco. A su lado aparece mi padre, sigue con la misma barriga cervecera de siempre, y con la barba ligeramente más poblada. Viste una camiseta gris sencilla pero le queda francamente bien, mi padre siempre ha sido muy elegante a la hora de vestir. La verdad, tienen pinta de tener muy buena salud.
Dejo la maleta a un lado rápidamente y voy directa a abrazar a mi madre.
-Mi niña - solloza, siempre ha sido sentimental - Si que has crecido, y tienes el pelo muy largo, y estas muy guapa, mírate, y estás sonriendo, y me has abrazado, oh como te he echado de menos...
-Yo también a ti mamá. - la abrazo de nuevo cortando toda esa chachara. Hago lo mismo con mi padre, es como abrazar a un osito.
-Hola pequeña- me dice con voz grabe, la echaba de menos. De fondo escucho a mi madre llorando mientras abraza a Nathan y le dice que también ha crecido y que también está muy guapo.
- Seguro que estaréis cansados, vamos al coche, tenemos muchas cosas que contaros y vosotros supongo que también. - dice mi madre intentando cargar con todas las maletas.
- Déjame a mí - dice mi padre.
- Ya puedo yo sola.
-¡Pero si pesan más que tú! No seas cabezota, déjame llevarlas... - y entre las típicas discusiones vamos llegando al coche. Sonrío, quizá no esté tan mal volver a casa y Adam tenga razón. Pero qué digo, Adam siempre tiene razón.

ESTÁS LEYENDO
Thin skin
Ficção AdolescenteCuando tienes la piel más fina que los demás todo te afecta de manera diferente, todo es mucho más duro y doloroso. Georgia es esa clase de persona de piel fina y ya no confía en nadie. Quiere ser una chica solitaria, convencerse de que es fuerte, d...