Capítulo 29

10.1K 369 17
                                        

Noto como la paz reina en el apartamento. Mi hermano y Lucas ya se habrán ido y seguramente no me hayan despertado para que no vaya al instituto. No pensaba ir igualmente. Mi puerta está entreabierta y veo como la luz del sol entra por una pequeña franja.

No puedo quedarme como ayer, todo el día metida en la cama. Creo que es hora de hacer algo mínimamente productivo Georgia, así que mueve tu obeso culo de la maldita cama. Me obligo a levantarme y me pego una ducha. El hambre me está matando, casi me caigo en un par de ocasiones por culpa de los mareos. Cuando acabo con la ducha cepillo mi pelo, dejando media melena en el peine y me dirijo a la cocina. Sí, a la cocina. Antes de entrar me preparo psicológicamente, ya que con el hambre que tengo podría arrasar con toda la cocina. No sería la primera vez que me pasa por culpa de la ansiedad, claro que luego acaba todo dando vueltas en el retrete. Cierro los ojos y pienso "Cogerás un yogurt light de la nevera y te largarás de aquí". Repito la frase en mi cabeza un número considerable de veces y entro.

Abro la nevera y observo dos cuñas de queso, dos cajas de barritas de chocolate, una tableta de éste, un recipiente con sopa con una nota que pone «Puedes comer esto Gi, y recupérate» firmada por Nathan, restos de pizza que supongo que habrán sobrado, tortitas... y por fin los yogures. "Dios mío" pienso mientras trago saliva. Mi estómago se queja y ruge a lo que yo le respondo con un puñetazo, "cállate". Me imagino el sabor de uno de los trozos de queso acompañado de pan, o el sabor de la deliciosa pizza mediterránea, o el chocolate fundiéndose en mi paladar. Cojo el yogurt, cierro la nevera, cojo una cuchara y salgo corriendo de la cocina hasta mi habitación, literalmente. Admiro mi fuerza de voluntad mientras saboreo el yogurt con trocitos de kiwi sentada en mi cama. El resto del día lo paso haciendo los deberes que ayer me trajo Andy, espero que haya dicho que estoy mala y que no me bajen las notas por faltar tanto a las clases.

Alrededor de las tres de la tarde decido pintar mis uñas, el esmalte de color rojo que pinté unas cuantas semanas atrás para disimular la falta de vitaminas se ha desgastado y está realmente mal. Cojo los tres pequeños botes que tengo: azul cielo, rojo y negro. Creo que el ganador es el negro, lo cojo y empiezo a pasar el delicado pincel por cada una de mis uñas de la mano izquierda.

Cuando ya he acabado con las dos manos me dejo caer en la cama a esperar que se sequen pero el timbre de la puerta rompe la tranquilidad que reinaba en casa. Pego un pequeño salto del susto y corro hasta la puerta. Debe ser Andy con más deberes, tengo curiosidad por saber qué nuevas noticias me traerá hoy... Pero estoy equivocada, en cuanto abro la puerta me encuentro con unos perfectos ojos verdes. Adam. En una milésima de segundo mi cuerpo actúa y cierro la puerta rápidamente, o casi, porque Adam ha puesto el pie y sus converse blancas no dejan que ésta se cierre. Maldita sea.

-¡Lárgate! - chillo mientras empujo con fuerza la puerta.

- No me iré y puedo abrir la puerta a la fuerza si quiero. Por favor escúchame. - siento como la voz de Adam resuena fuera. Si sigue haciendo este escándalo los vecinos saldrán a husmear y no me gusta llamar la atención. Dejo de hacer fuerza y la puerta se abre, de nuevo el chico del pelo rizado reina sobre mi voluntad. Le odio.

- ¿A qué has venido? Teníamos un trato ¿nunca los cumples o qué te pasa? - digo directa y concisa. Adam se aclara la garganta y se echa el pelo hacia atrás. Va vestido con unos vaqueros oscuros, una camiseta blanca de algodón, su abrigo y las dichosas converse blancas que no han dejado que la puerta se cierre.

- ¿Puedo pasar? - me pregunta.

- No.

- Serán dos minutos. - niego con la cabeza. - Apuesto a que los vecinos no quieren enterarse de nada. - dice alzando la voz más de lo que desearía. Diablos. Me hago a un lado y le dejo entrar. ¿Por qué siempre acabo cediendo?

- Dos minutos. - digo. Adam saca un montón de papeles de su mochila y me explica que Steve le ha dicho que tenemos que hacer ya la parte práctica del proyecto: la recaudación de fondos.

-Tenemos que empezar a recaudar y no tengo ni idea de por dónde empezar. - me dice.

-Pensaré en ello. Tus dos minutos han acabado. - digo mientras le hago un gesto para que se vaya. Adam suspira y deja caer su peso sobre su pierna derecha.

- Gi estoy harto. Esto es ridículo. ¿Seguimos fingiendo que no pasa nada? ¿Seguimos? Por qué yo no puedo más. - Sé que como siga así acabare cediendo de nuevo pero no le paro - ¿Se puede saber por qué te comportas así conmigo? ¿Qué te he hecho? Me he portado bien contigo.

- ¿De qué se supone que estamos fingiendo, Adam? - pregunto incrédula aunque sé perfectamente de lo que hablamos. Quizá me gusta Adam y no, no lo acabo de descubrir. Por primera vez, estoy harta de luchar contra mi propia mente e intentar convencerme a mí misma de lo contrario a la realidad.

-¿Me lo preguntas? Aquella noche bajo la lluvia, para ti no pasó nada, claro. Pero ¿por qué te ha importado tanto que bese a Loreth? - dice mientras da un paso hacia mí.

- N-no me importó, simplemente creía que... ¡Me planteé confiar en ti! ¿Eso es lo que querías escuchar? Adam, esto es demasiado, tú y yo en realidad no...

-¿Te planteaste confiar en mí en qué sentido, Gi? - dice dando un paso más, empiezo a notar mi respiración agitada y mi estómago da vueltas.

-Necesito que te alejes de mí. - es lo primero que digo por qué no sé qué hacer. Intenta dar un paso más hacia mí pero pongo una mano en su pecho para frenarle y accidentalmente le mancho con el esmalte de uñas negro, que aún sigue húmedo. Adam mira su camiseta y frena.

-L-lo siento. - tartamudeo. No puedo creer que esté disculpándome.

- Mira lo que has hecho... - dice suspirando - ahora tendrás que comprarme una nueva. - sonríe y prosigue con su camino hasta mí. Alza sus manos y cubre mis mejillas con ellas. Esto no está bien... Ambos cerramos los ojos, noto su aroma a canela y roza su labio superior contra el mío, mi estómago da un giro sobre sí mismo y da veinte mil piruetas, pero antes de que pueda fundir sus labios contra los míos del todo, la puerta de casa se abre y Lucas aparece. Rápidamente empujo a Adam lejos de mí. La cara de Lucas me dice que no puede creer lo que está viendo, bueno, lo que estaba viendo. Realmente yo tampoco puedo creer lo que acaba de pasar.

-Erm, me tengo que ir. - dice Adam al fin.

-Sí, eh... - intento decir algo pero se queda en un intento. Adam recoge su mochila del suelo y se va por la puerta, me asomo y veo como él se gira y calva sus ojos en los míos para formar una sonrisa tímida antes de desaparecer de la escena. Noto como mis mejillas arden de calor, esto no ha vuelto a pasar, estoy totalmente impactada. Lucas rasca su cuello incómodo.

- Uhm... Hola.

- Hola, ¿Qué hacía... - pregunta Lucas

-Ha venido a darme trabajo atrasado. Del instituto quiero decir, o sea que no es que haya querido decir otra cosa. Eh... - respondo torpe y rápidamente. Lucas me mira confundido.

- Da igual. - dice riendo. Me gustaría que la tierra me tragase ahora mismo.

-¿Tu sabes de algún sitio donde podamos encontrar gente dispuesta a dar fondo económico para la leucemia infantil? - digo rápidamente y sin pausa. Necesito cambiar de tema. Lucas piensa durante unos segundos.

-Mm... Hablaré con mi profesor y con mis padres, ya te diré algo. - creía que iba a responderme que no. Tan solo he formulado la pregunta por el pánico y la incómoda situación, si consigue alguna información sería perfecto. Asiento.

-Gracias, sería genial.

Durante el resto del día estoy en mi habitación, pensando en lo que ha pasado. Ese cúmulo de sensaciones dentro de mí al tan solo tenerle a dos centímetros... ¿Qué me estás haciendo Adam? Mi vida es de lo más aburrida pero cuando él aparece todo se pone patas arriba.


Thin skinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora