Capítulo 31.

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"Te recogeré a las cuatro". La frase hace eco en mi cabeza y sonrío. No sé dónde me llevará, posiblemente a dar un paseo, al cine, algo así. Solo deseo que no me lleve a comer chocolate caliento o algo por el estilo, aunque sería una buena forma de explicarle cómo es la verdadera Gi. He estado pensando mil y una formas de cómo puedo explicárselo y me he imaginado otras mil y unas reacciones por parte de él. Para que os hagáis una idea, en la gran mayoría acaba huyendo de mí. No estoy segura de querer explicarle nada, así que creo que tampoco tiene por qué saberlo, solo seremos amigos. Sí, prefiero no tener que explicarle nada.

Me miro al espejo y veo reflejada a una chica que ni siquiera conozco, con los pómulos hundidos, unas líneas moradas bajo los ojos y labios violentamente cortados. Nadie me querrá así. Queda una hora para que Adam venga a buscarme y por alguna razón me entran ganas de arreglarme. Me encojo de hombros y decido poner remedio a mi aspecto. Abro mi armario y busco unos tejanos oscuros junto a una delicada camiseta gris. Sinceramente no tenía pensado ponerme nada especial aunque quizá le hago algo a mi pelo. Escondo las ojeras bajo el maquillaje y mis pómulos hundidos quedan disimulados por un colorete de un rosado suave. Mis ojos azules vuelven a brillar gracias a la máscara pestañas y a la línea de ojos. Mis labios quedan protegidos por un hidratador que los reparará pronto, nunca me ha gustado el brillo así que no me lo pongo. Mis converse me esperan reposando en el suelo y me las pongo justo cuando mi móvil vibra.

-¡Me voy! - le grito a Lucas desde la puerta mientras salgo. No quiero que me pregunte.

Cuando salgo a la calle Adam me espera sentado en su moto. Al verlo mi estómago da un vuelco. Hace algo de frío pero tampoco demasiado, me acerco a pasos decididos mientras Adam se quita el casco y me recibe con una tímida sonrisa.

-Hola - dice él. No le digo nada porque me parece que ya le he saludado con la sonrisa que se acaba de esbozar en mi cara. - ¿Cuándo es tu cumpleaños? - me pregunta. Vaya, que directo.

- Echa el freno vaquero, ¿nos acabamos de saludar y ya quieres saber cosas sobre mí? - digo irónica mientras río. - En Marzo.

- No seas tonta - dice mientras abre el compartimento trasero de su moto y saca un casco sencillo blanco y sin visera. Tiene una forma diferente, como los cascos antiguos. - Es un adelanto ¿te gusta?

- Vaya, es... me encanta. Gracias. - digo mientras noto mis mejillas ardiendo. Es un detalle por su parte que al menos esta vez pueda llevar casco y no me arriesgue a dejar mi cabeza clavada en el asfalto.

- Como sé que te gusta dibujar lo he comprado blanco para que puedas personalizártelo tú. - dice con una sonrisa y se le marcan los hoyuelos. Me entran unas ganas horribles de tocárselos pero obviamente me controlo.

- Gracias. - digo de nuevo.

- Deja de dar las gracias y vámonos. - me dice Adam mientras intento colocarme el casco. Me va algo grande así que busco la correa para atármelo, desgraciadamente he nacido torpe para estas cosas y Adam tiene que acabar ayudándome. Al final, entre risas, me deja subir a la moto.

- ¿A dónde vamos? - le pregunto.

- Sorpresa. - me dice él. Su voz sale distorsionada a causa del casco negro que cubre su cabeza. - ¿Te ves capaz de cerrar los ojos?

-¿Qué? - después de preguntarle mil veces a Adam por qué narices tengo que cerrar los ojos, acabo cediendo. Me agarro a su cintura y vuelvo a notar su cuerpo, de pronto empiezo a tener mucho calor. Su pecho sube y baja mientras respira y cierro los ojos apoyando la cabeza en su espalda justo cuando Adam arranca a toda velocidad. Me conduce a no sé dónde en una moto y con los ojos cerrados, tengo razones suficientes para tener miedo pero sin embargo no lo tengo. Me doy cuenta que entre los dos hay una confianza que no conocía.

El viaje se me hace interminable y al fin la moto se para. Adam me saca del trance con su ronca voz.

-Hemos llegado, pero no abras los ojos hasta que no te lo diga.

-¿Y cómo se supone que voy a bajar de la moto, Einstein?

- Así. - escucho que dice mientras unos fuertes brazos cogen mis piernas y rodean mi espalda para sacarme de la moto en brazos, chillo por el susto hasta que Adam me deja en el suelo.

- ¡Adam! Eso se avisa. - digo aún con los ojos cerrados y escucho como ríe. Me coge de la mano y me guía unos tres pasos hacia delante. Noto como se pone detrás de mí y me cubre ojos con sus manos.

- Puedes abrirlos. - Cuando los abro me encuentro con una oscuridad total a causa de las manos de Adam que aún me tapan los ojos, hasta que después de unos segundos las retira.

Lo primero que ven mis ojos es el azul que cubre el cielo despejado, sin una sola nube y seguidamente reconozco que estamos en una montaña desde donde se puede ver todo Birmingham. Mi boca se abre de par en par, es un sitio increíble. Desde aquí puedo distinguir los altos edificios del centro la ciudad y el montón de calles abarrotadas de gente. Nunca había visto la ciudad desde este punto de vista.

-Wow. - Es lo único que se me ocurre decir. Adam se coloca a mi lado y se mete las manos en los bolsillos mientras admira las vistas.

-Tendrías que ver esto de noche, es aún más increíble. - me dice. Sonrío.

- ¿Por qué me has traído aquí? - a pesar de ser un paisaje precioso no sé qué tiene que ver con nosotros, quiero decir, con él.

- Bueno, quedamos en conocernos y aunque no lo creas este sitio tiene mucho que ver conmigo - me dice Adam con un aire misterioso. - Gírate.

Temerosa por lo que pueda pasar o ver, aparto la vista lentamente del paisaje de Birmingham y me giro. Mis ojos encuentran con los árboles y con una casa de madera de dos pisos, preciosa, a tan solo cien metros de nosotros. Como Adam me ha traído hasta aquí con los ojos cerrados no he reparado más que en el paisaje que tenía delante, no me había imaginado que detrás de mí se erguía esta casa. La madera tiene un tono oscuro y justo antes de la puerta de entrada hay un porche. Las ventanas están cerradas y al menos por fuera, parece una casa grande. Mis ganas sobre saber más cosas de Adam aumenta y como siempre que me entra la curiosidad, un millón de preguntas empiezan a acechar en mi mente.

-Era de mi abuela. Cuando era pequeño pasaba cada verano con ella, recuerdo que nos sentábamos justo aquí a admirar como el sol se ponía y como empezaban a verse las luces de la ciudad y las de los coches de la gente que regresaba a casa después de trabajar, o de los coches de la gente que se iba de fiesta. Cuando murió nos dejó a mi madre a cargo de la casa. Ella estaba buscando trabajo y tener esta casa aquí fue de las razones por las que decidimos venir. Se nos hizo un poco insoportable pasar tiempo aquí, además que este sitio está muy alejado de todo, así que al final acabemos alquilando un piso cerca del centro. - concluye Adam. Estoy impactada, siempre es él el que acaba explicándome cosas de su vida.

-Lo siento. - es lo único que se me ocurre decir.

- No lo sientas. - me dice con una sonrisa.

- ¿Era rica o algo así? - digo mientras vuelvo a repasar la casa que se encuentra a lo lejos. Adam ríe y noto un cosquilleo en el estómago.

-No precisamente, creo que nos dejó la casa por eso, porque le costó mucho esfuerzo comprarla y arreglarla. - Sonrío y me muerdo la mejilla. - Bueno, ¿y qué hay de ti, chica misteriosa?

Ahora sé que es mi turno de explicar.


Thin skinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora