Capítulo 49.

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Subo inmediatamente a mi habitación y me encierro en ella. Me llevo las manos a la cabeza mientras entierro los dedos entre mi pelo. No puede ser. Camino de un lado a otro de la habitación, con desesperación, mientras mi pulso y mi aliento se agitan. No puede ser. Pequeños recuerdos de Brad acechan mi memoria.

-No... - susurro. Aunque dentro de mí, en mi cabeza, estoy gritando.

Sigo dando tumbos por mi habitación mientras voy tomando consciencia del mensaje. Consigo calmarme, o eso creo, y me siento en el borde de la cama con la mirada fija en la pared. - No por favor. - digo para mí misma, rogando, suplicando a quién sea para que lo que acaba de pasar no sea cierto.

Veo mis manos temblando. Sé perfectamente lo que hacía en estas ocasiones anteriormente, iba a mi baúl a por mis cuchillas y me olvidaba del dolor por unos instantes, mientras la sangre acariciaba mi piel. Algo dentro de mí me impulsa a ir a por ellas pero Adam... se lo prometí, y le quiero, no voy a fallarle. Recuerdo sus palabras, me dijo que le llamara en caso de emergencia, ¿pero cómo voy a llamarle? No puede hacer nada desde allí y solo servirá para ponerle nervioso, no voy a preocuparle. No pienso hacerlo, porque de todas formas no podrá remediar nada.

Me doy cuenta que mis pensamientos pasan por mi cabeza a una velocidad increíble, con una violencia tremenda. Y esto causa que mi respiración se agite aún más, los ojos se me aguan y sé que me encuentro en el inicio de un ataque de ansiedad. Sin pensarlo mucho más voy a mi baúl, lo despejo de todo lo que hay encima y busco en el fondo mientras noto que me falta el aire.

Mis dedos tocan cajas y algo metálico. Las saco. Ante mí tengo las pastillas que hace años que están aquí. Compruebo la fecha de caducidad y aunque no logro ver bien los números por las lágrimas decido que no importa. Barajo las diferentes placas de pastillas: adelgazantes, laxantes y encuentro los tranquilizantes antes de llegar a los ansiolíticos. Automedicarse está mal, ¿pero qué no hay ya mal dentro de mí? Me pregunto qué es más fuerte, si los tranquilizantes o los ansiolíticos. Recuerdo vagamente que éstos últimos me hacían dormir una gran cantidad de tiempo y no hay nada que necesite más ahora mismo. Saco una pastilla de su placa y me la trago sin pensar. Guardo las demás en el fondo del baúl y vuelvo a poner todo el desastre en su sitio. Me tumbo en la cama, llorando. No me he cortado, no he incumplido mi promesa, por lo tanto esto no cuenta. Noto que la respiración me baja y que ya nada me presiona en los hombros. No tardo en quedarme profundamente dormida.

***

Una pequeña rendija de luz se cuela al abrir la puerta.

Algo me empapa la cara, el cuello, el pelo y la almohada.

Una voz escalofriante irrumpe en mis sueños, quiere matarme.

Noto la boca seca y un dolor de cabeza atronador.

Siento escalofríos.

Y por fin despierto.

Al principio apenas puedo moverme y me cuesta abrir los ojos. Cuando mi cuerpo empieza a despertase a la vez que mi consciencia puedo desentumecerme. Estoy acurrucada en mi cama, a oscuras y todo parece igual que lo dejé hace... no sé cuánto tiempo habré dormido.

Me duele la cabeza. Mucho. Acaricio las sábanas y noto algo mojado. Estoy acurrucada sobre mi lado derecho y me dejo caer boca arriba para mirar el techo, con las manos a los lados. Un mechón de pelo se me queda entre los secos y cortados labios, suspiro y éste cae a un lado. Me paso las manos por la cara y me froto los ojos para conseguir desatontarme. Levanto poco a poco la espalda de la cama y me fijo que está húmeda. ¿Me he hecho pis? No puede ser, mis pantalones están secos. Estoy confusa. Todo es confuso ahora. Decido ir al baño pero incluso eso me cuesta. Saco primero un pie de la cama y lo sigo con el otro, me pongo de pie con temor a derrumbarme y, excepto por un leve temblor, mis piernas aguantan mi peso. Bien. Empiezo a andar arrastrando los pies, salgo de mi oscura habitación al pasillo y me encamino al baño.

Thin skinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora