Capítulo 7: Dolor

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—¿Azul o rojo? —preguntó por décima vez April.

—El vestido azul resalta tus ojos, pero el rojo me gusta más.

—De acuerdo —sonrió y se fue a vestir, al tocador.

Ésta noche irá a cenar con Zac y está bastante entusiasmada de por fin tener una oportunidad con él.

Revisé nuevamente el celular y no había nada, todavía. Ni rastro de Thomas, dijo que iríamos al cine pero no aparece, ni contesta mis mensajes. Me está comenzando a preocupar... ¿Debería llamar a su casa?

No lo se. Tal vez exagero, esperaré un rato más. Seguramente está ocupado con estudio o trabajo, por eso no responde.

—¡Taran! ¿Cómo me veo? —la observé detenidamente de pies a cabeza.

—Estas preciosa —sonreí y guiñé el ojo, dando mi visto bueno.

—¿Si? Tal vez sea demasiado... —inclina la cabeza mirándose mejor, en el espejo.

—No lo es. Te vez genial así. Que tal si... ¿te rizo el cabello? —pregunté mirando su melena pelirroja.

—Planeaba dejarlo así. Pero sí, me tengo que ver perfecta está noche —tomó asiento frente al espejo.

Cuando acabé mi trabajo con su cabello, le retoque el maquillaje. Justo antes de que sonara su móvil y sonriera.

—Ya está aquí —tomó su bolso y besó mi mejilla —, deséame suerte.

—¡Suerte! —grité, antes de que se fuese dando un portazo.

No quería salir desde su casa porque su madre no sabía que tendría una cita. Asi que vino a mi casa, de todos modos mamá llevo a Nick al cumpleaños de uno de sus compañeros, y papá sigue trabajando de lleno en su caso.

Mi celular sonó y me lancé de palomita a la cama para atraparlo. ¡Al fin!

—Thomas me tenías preocupada —fue lo primero que dije, al saber que era de él de quien se trataba.

—Lo siento. Tuve un inconveniente. ¿Estás en casa? —preguntó pero su voz sonaba algo decaída algo iba mal, lo sabía.

—Estoy aquí, ¿sucede algo?

Ojalá que no sea nada, y que simplemente sean delirios míos. Al igual que siempre, tiendo a exagerarlo absolutamente todo.

—Estoy cerca, voy para allá. Tenemos que hablar.

Oh no, eso no sonaba para nada bien.

—De acuerdo —suspiré, preferí no insistir más en el asunto y colgué.

Bajé a la sala, y fuí hacia la cocina por un vaso de agua. ¿Que habría pasado?

Cuando terminé de beber, sonó el timbre. Vaya, ¿tan rápido? Me apresuré a abrir la puerta.

Tenía la mirada fija en el suelo, las manos metidas en sus bolsillos y estaba ligeramente encorvado.

Alzó la vista y pude ver aquellos ojos grises, pero su mirada no tenía ese brillo habitual y eso me asustaba.

—Pasa —incliné la cabeza y luego entró sin decir palabra alguna.

Tomamos asiento en sillones enfrentados y siguió sin decir nada por algunos minutos. Su silencio me estaba matando.

—¿Y bien? —pregunté impaciente.

—No se como decir esto —tiró de su cabello, estaba nervioso.

—No me asustes Thomas —reí ya, con algo de nervios.

—Sabes que te amo, ¿no? —tragué en seco y asentí sin entender a que venía todo ésto. —Espero que siempre lo recuerdes. Se que te prometí que no te haría daño nunca más y creeme ésto me duele más a mi que a tí.

—¿Qué quieres decir con eso? —mi voz salió en un susurro débil e inestable. Y todos los temores que trataba de ocultar, salieron a la luz.

—Que necesito tiempo. No se que me sucede pero no estoy seguro de nada. Necesito tiempo para superar ésto y mientras lo hago no quiero arrastrarte conmigo.

¿Tiempo? ¿Hablaba en serio? Si quería terminar conmigo solo debía decirlo. Que no venga con esa estupidez del tiempo, yo sabía como terminaba eso.

—¿Te das cuenta de que lo que dices es ridículo? —fue lo primero que logré decir ante tantos sentimientos enfrentados.

—No lo es. Creeme que lo hago por tu bien, aunque ahora no lo entiendas.

—Mi bien está si te tengo a mi lado —confesé mientras las lágrimas quemaban en mis ojos y comenzaban a salir.

—Es lo mejor —fijó la vista en el suelo, se que odiaba verme llorar pero ésta vez era su culpa. Igual que todas las demás, siempre me hacía daño de una u otra manera.

—Thomas no, no hagas esto. —Pedí con un hilo de voz, que ni siquiera sabía cómo lo había pronunciado. Ya no tenía fuerzas... Porque, lo que tanto temía, se estaba volviendo realidad.

—No lo hagas más difícil —volvió a mírame y pude notar sus ojos llorosos.

—Lo que hemos pasado, todos y cada uno de los obstáculos que superamos... ¿fueron por nada? —había un terrible nudo en mi garganta que no hacía más que aumentar, con cada segundo que pasaba.

—No, claro que no. Cada cosa que superamos nos hizo más fuertes pero no todo es color rosa en una relación.

—Se que no lo es, pero ¿por qué lo haces difícil? —miré sus ojos en busca de una respuesta pero simplemente apartó la vista. Justo como lo hacia cuando algo lo incomodaba. —Si este es el fin. Dame una razón porque la verdad no lo entiendo. Dime por qué lo haces.

—El dolor que vi en tus ojos aquel dia en el que volví a beber... Me estuvo torturando. No quiero verte nunca más así. Desde que te conocí quise cambiar y me esforcé creeme, pero no fué suficiente Sam. Y estando contigo no hago más que dañarte una y otra vez.

—Es solo una caída. Volverás a superarlo. ¿Recuerdas lo que hablamos la última vez? Dijiste que no volverías a hacerme daño... Lo prometiste. —Mi voz se quebró en la última frase, al igual que lo que me quedaba de corazón.

—Eres hermosa, nunca me cansaré de decirlo. —Repitió las mismas palabras de siempre, pero ésta vez me hacían daño —. No te merezco, nunca lo hice.

—¡No me vengas con esa estupidez Thomas!

—Solo te pido una cosa —una lágrima rodó por su mejilla y me hizo sentir mucho peor, nunca lo había visto así -—. No me odies.

—Quiero odiarte por prometer que nunca más me harías daño. Por todas las veces que me dijiste que me amabas, cuando en relidad no lo hacias. Simplemente por todo los hermosos momentos felices que pasamos juntos —sorbí por la naríz y continúe —. Pero aunque quisiera... No podría porque te amo, y me duele hacerlo.

Limpió sus ojos, y se levantó del sillón me dió una última mirada cargada de dolor y se marchó sin más. Dejando un enorme vacío en mi.

Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos y no hice nada por detenerlas, subí los pies al sofá y me hice un ovillo allí. Debía ser un sueño un maldito sueño, ¿se marcharía así? Hace tan solo días me dijo que me amaba, ¿a eso le llamaba amor?

Cerré los ojos con fuerza rogando que tan solo fuese una pesadilla, los volví a abrir, pero seguí en el mismo sitio. Llorando en el sofá de la sala, sintiendo que cada vez me costaba más respirar, repitiendo cada una de las palabras que dijo hace apenas unos minutos.

Se había acabado y me negaba a creerlo. Éste no podía ser el fin.

Si hace a penas unos días estábamos tan bien, ¿cómo podía cambiar de parecer de un día para otro?

Todo me parecía confuso y sin sentido en éstos momentos. O solo intentaba justificarlo para no creer en la cruel realidad. Quién más quería y quién juro no volver a lastimarme, lo había vuelto a hacer. Incluso mucho más que antes.

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