Capítulo 8: Nuevo comienzo

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No asistí a clases, no tenía animos de un horrendo día más... Les dije a mis padres que me sentía mal y me creyeron. Y en parte era cierto, me sentía peor que nunca era... como si ya nada tuviese sentido.

Y no quería, ya no quería estar triste, no quería estar de malhumor, no quería estar con el corazón roto. Ya no quería seguir sin un motivo por el cual sonreír, esa no era yo... No era la vieja Sam, aquella que no dejaba que nada ni nadie, la hechase a bajo.

Al fin y al cabo debía seguir, ¿o no?
Luego de unos minutos me levanté de la cama solo para ir al baño, no sin antes detenerme frente al espejo para verme mejor. Me examiné con la vista y vaya... Parecía que hubiese envejecido años en tan solo una noche, literalmente. Tenía unas ojeras apenas perceptibles, y mi piel había adoptado un color mucho más pálido de lo habitual. Mi cabeza dolía demasiado y me sentía débil tanto física, como mentalmente.

Volví a la cama y después de pensar en lo sucedido, decidí llamar a April. Necesito hablar con ella más que nuna, y debía ser justo ahora.

Al tercer tono, contestó.

—Hey, ¿dónde estas? No te vi hoy.

—Estoy en casa... ¿Puedes venir? —mi voz estaba ronca, debía ser por el llanto o los gritos, o ambas cosas.

—¿Estás enferma? —preguntó alarmada.

—¿Enferma? Ojalá lo estuviera —respondí con algo de gracia.

—¿Pero qué diablos...?

—Solo ven, April —interrumpí —, necesito hablar con alguien o me volveré loca.

—De acuerdo, en un momento estaré allí ¿si? No hagas ninguna locura hasta que llegue —río pero yo no lo hice, no estaba para bromas. Al menos no hoy.

Después de una hora que me pareció una eternidad, llegó a casa algo agitada, se detuvo en la puerta de la habitación recuperando el aliento con dificultad. Mucha dificultad.

—No exageres —rode los ojos, unos de los tantos defectos de April es exagerarlo todo, hasta lo más mínimo.

—Para tu información llegué casi corriendo y espero que sea realmente importante porque me salte la última clase... —se sentó frente a mi y por primera vez desde que llegó, se detuvo a mirarme.

—¿Qué te pasó? —abrió los ojos como platos, a tal punto que temí que se les salieran.

—No dormí en toda la noche. ¿Recuerdas que ayer estaba preocupada por Thomas? —fuí directamente al grano, pero al mencionar su nombre algo dentro de mi dolió. Pero hice caso omiso a aquello y reuní las fuerzas suficientes para no quebrarme otra vez. Hace tan solo minutos había dejado de llorar como una magdalena.

—No me digas que le sucedió algo... —tocó su pecho, como lo hacía siempre que veía mi cara de malas noticias.

—No, él esta bien.

Pero la que no lo estaba era yo.

—¿Entonces? —frunció el ceño y se acomodó mejor en su lugar. Sin entender cual era mi punto, todavía.

—Cuando te marchaste llamó, diciendo que teníamos que hablar... —dije, recordando cada detalle de la noche pasada —. Me preocupe bastante creí que algo malo pasaba... En fin, a los pocos minutos llegó y comenzó a decir que me amaba, que no me quería lastimar... —mi voz se volvió a quebrar de un momento para otro, pero me ví obligada a continuar —. Me pidió tiempo, dijo que no me quería hacer más daño del que ya había ocasionado y que no me merecía...

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