Capítulo 57: Casamiento

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—¿Qué hay de tu nueva casa? —preguntó al sentarnos en las escaleras del porche.

—Es fabulosa, aún despierto creyendo que todo desaparecerá derepente. Pero creo que no será tan fácil acostumbrarse, los vecinos apenas salen a la calle. Creo qué son famosos o algo por el estilo, me siento una intrusa en aquella vecindad.

—¿Estás bromeando? Vives en la maldita mansión Smit, para cualquiera sería un sueño —rodó los ojos, sin saber porqué me disgustaba.

—Lo sé es perfecto y todo, pero no me juzgues por amar mi lindo, sencillo y tranquilo viejo vecindario.

—Dentro de un tiempo no dirás lo mismo, eres tan rara... —Suspiró —. Por eso eres mi amiga.

—Estoy solo acostumbrandome al cambio... —solté —. ¿Y tú madre? —pregunté al ver un auto rojo estacionado fuera.

—Está con Taylor, y ese es su auto.

—¿Cómo van las cosas? —le pregunté, teniendo una buena vista de su perfil derecho mientras ella miraba al frente.

—Cada vez me agrada más, al fin y al cabo es un buen hombre. Supongo que bien —añadió.

—Pensé que jamás dirías algo semejante —. Sonreí satisfecha por su buena predisposición para con él.

—Oye tampoco dije que lo quisera o algo semejante, aún está a prueba —advirtió.

—Eso lo dices porque... —me detuve cuando April entorno los ojos. Una motocicleta estacionó en la acera de repente.

—¿Por qué se ve en camara lenta siempre? —bufo, observando como Michel bajaba de la misma.

Traía puesto un pantalón negro, zapatillas negras, camiseta negra y una chaqueta de cuero negra... Vaya si que le gustaba el negro al chico.

Levantó sus gafas de sol al acercarse, mirando de reojo a April y sin siquiera verme. Ahora que lo veía bien, era el típico chico malo y ya no me agradaba.

—¿Y mi padre? —preguntó sin más.

—¿Tengo cara de GPS acaso? —habló sin una pizca de humor.

—Tal vez —sonrió ligeramente, encendiendo un cigarrillo.

—Idiota —musitó.

—¿Disculpa? —alzó una ceja, dándole una gran calada al cigarrillo.

Me levanté cuidadosamente del lugar y me senté en la hamaca que había casi en la puerta de entrada, observando divertida la situación.

—¿Que es lo qué quieres? —interrogó, cruzando sus brazos sobre su pecho.

—A ti no, si eso es lo que quieres saber... —se encogió de hombros, soltando nuevamente el humo.

—Diecinueve cigarrillos en fila dicen que es mala la nicotina.

—Pero es peor la soledad —le guiñó el ojo, tirando la colilla del cigarro aún sin terminar.

A grandes zancadas entró a la casa dando un portazo. A lo que April maldijo en voz baja.

Reí volviendo a su lado.

—¿Me perdí de algo? —pregunté, sin entender su repentino cambio hacia Michel.

—Es un idiota, lo detesto.

—¿Por qué?

—Porque es un egocéntrico, orgulloso, ridículo que solo piensa en si mismo. Tal vez se bese en el espejo, pensando que jamás habrá alguien semejante —dijo entre dientes prácticamente.

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