Capítulo 51: Terminamos

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Una vez que llegué a mi casa, subí directamente a mi habitación. Cerré la puerta con más fuerza de la debida, y caminé de un lado a otro histérica.

¡Maldición! Todo era mi culpa. ¿Por qué trate de reprimir lo que sentía? Ese fue el peor error que pude haber cometido.

Suspiré frustrada y fui hacia mi mesa de noche, saqué una banda elástica y recogí mi cabello en una coleta.

Me dejé caer en el colchón y observé el techo, sintiéndome miserable.

Las imágenes aparecieron como flashbacks cuando cerré mis párpados. Desde el primer momento que vi a Nicholas, aquel día que quise husmear en su exámen, hasta el día de la fecha. No podía describir lo mucho que significaba para mi... Y lo mucho que me ayudó, estuvo ahí cuando más lo necesité. Y lo quería... ¡Joder, si! Lo quería y más que a un amigo, mucho más.

Todo comenzó desde hace tiempo, Nicholas era ese algo... Que le daba sentido a mis días. Es decir, siempre bromeando, preocupándose por mi. Lo que más me alegraba el día, era su sonrisa. Porque cada vez que sonreía, pensaba que no todo en el mundo era sufrimiento y dolor. Porque aún habían personas que realmente valían la pena, y él era una de ellas. Pero... Lamentablemente lo dejé ir, dejé que mi estúpido corazón se engañara... Creyendo que aún amaba a Thomas, que aún sentía algo por él. Pero en el momento que vi a Nicholas con Emily... Sentí una rabia muy grande, incluso más que la que sentí por Shirley. Y eso me daba miedo, miedo de lo que estaba sintiendo. Es algo inmenso... tanto, que temía que terminase por destruirme.

Volví a abrir los ojos y sacudí mi cabeza para dejar de pensar.

Mi teléfono sonaba debajo de mi, pero no tenía ganas de responder, no tenía ganas de absolutamente nada.

Esperaba a que terminara de sonar para volver a cerrar los ojos, pero el ruido se hizo presente nuevamente.

A regañadientes tomé el teléfono y una risa sin gracia alguna se me escapó al ver el identificador.
Thomas.

Me debati interiormente si debía responder o no, suspiré resignada. Me fui de su casa, sin más... huí como una cobarde. Lo menos que podía hacer era responder.

—Hola. —Dije sin ganas a través del auricular.

—Mm... Hola Sam. —Sonó algo tímido pero no le di demasiada importancia. —¿Cómo estás? —añadió al notar que no planeaba responder.

—Mal —volví a cerrar los ojos.

—¿Por qué? ¿Sucedió algo?

—Algo así, pero no quiero hablar de eso.

Y menos contigo... Creo que no sería nada lindo, decirte que alguien más rompió mi corazón.

—De acuerdo.

—¿A que se debe tu llamado? —cambié de tema, con demasiada calma. De hecho, hasta yo misma tenía miedo de mi calma. Pero prefería olvidar lo que pasó hace días entre nosotros y hacer de cuenta que todo estaba bien.

—Quería hablar contigo, personalmente.

—Creo que será otro día, no me siento muy bien.

—¿Quieres que suba? —preguntó y fruncí el ceño confusa.

—¿Qué?

—Estoy en tu casa.

Al oir eso, me levanté de la cama de un salto y miré a ambos lados.

—¿Qué? —repetí —. ¿Para qué viniste?

—Quería hablar contigo... —repitió.

—¿Quién te dejó entrar? —pregunté algo molesta.

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