Capítulo 14: Engaños

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Sentía pesadas todas y cada una de las partes de mi cuerpo, como si me hubiese pasado un camión de toneladas por encima.

No tenía ganas de levantarme, pero mi vejiga estaba a punto de estallar. Me levanté de la cama a regañadientes y lo primero que hice fue, observar por la ventana. El día estaba nublado y el cielo había adquirido un color gris, seguramente con probabilidades de tormenta. Desvíe la vista, llendo al tocador a hacer mis necesidades. Lavé mi rostro con agua fria, para borrar mi maquillaje corrido. Cuando limpié mi cara noté que las ojeras aún estaban intactas e incluso peor que antes.
Até mi pelo en una coleta alta y desprolija y luego de prepararme mentalmente para un día más, bajé a la sala.

—Buenos días —dije, aunque para mi no tenían nada de buenos.

—Buenos días, cielo. —Respondió mi madre —¿Y John? —preguntó refiriéndose a mi padre.

—No lo se —me limité a decir.

—Estaba arriba —desvíe la vista hacia las escaleras y ví a mi padre bajando con su maletín, rápidamente.

—Creí que te habías marchado —le dijo.

—Olvidaba mi maletín y sabes que nunca me voy sin despedirme —besó su frente, como siempre. Solo que está vez noté cierta tensión en ellos.

—Adiós Sam —su rostro se tiñó de preocupación al verme —. Luego hablamos —susurró cuando besó mi mejilla.

Nunca le había podido ocultar nada a mi padre, a mi madre sí... Pero él notaba cuando algo iba mal, me conocía demasiado bien.

Asentí, y luego de que besó la frente de Nick se marchó.

—¿Hija como te fué con la exposición? —preguntó mi madre cuando el silencio reinó en el lugar.

La exposición... lo había olvidado por completo, y pese a como me sentía, sonreí al recordarlo.

—Muy bien, el profesor me felicito al parecer le gustó. Siento que me saque un gran peso de encima.

—¡Que bueno cariño! —Sonrió ampliamente —. Sabia que lo harías, solo espero que no vuelvas a descuidar los estudios, Samantha —. Intentó reprocharme sin siquiera tener el más mínimo interés. Sabía que cuando decía mi nombre completo, era porque algo le molestaba. No hacía falta nada más para saber que estaba claramente disgustada.

—Lo se mamá, ya no volverá a pasará.

Esta vez no lo permitiría.

—¿Sobre que hablaste? —añadió con curiosidad.

—Sobre el amor —me apresuré a decir. Mi madre aún me veía como a una niña pequeña, y seguramente no se lo esperaba. Tal vez se pregunte en este instante:—¿Qué sabes tú del amor?

—¿En serio? —abrió los ojos con asombro.

—Si... Ya sabes lo que últimamente he experimentado ha servido para algo —reí un poco aunque no me hacia la más mínima gracia.

—Me parece bien que lo hayas hablado, a veces hace mal guardarse las cosas. Y con respecto a eso, ¿cómo estás?

Pensé en decirle todo lo sucedido, tenía un nudo en la garganta que ya no podía contener, pero antes de hablar me detuve. ¿Qué pensaría mi padre sobre eso? No quería ni pensarlo. Thomas y Shirley eso si era un buen chiste.

—Bien. Hay días mejores y peores pero ya me voy acostumbrando al dolor —suspiré.

—Tranquila, no debes pensar así. Nadie se merece sentir dolor y menos una muchacha tan jóven. Ya encontrarás a alguien más.

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