Capítulo 30: ¿Amigos?

86 9 4
                                    

Hace tres días que no sabía nada de Nicholas, en la universidad no lo había visto. Era muy poco probable que estuviese faltando a clases, pero lo más seguro es que me estuviese evitando. Estos días, al salir de clases no lo esperábamos y eso debía haber influido. Pero me veía incapaz de enfrentarlo después de lo sucedido. No sabría que decir, ni como actuar sería... Demasiado incómodo.

Al finalizar las clases le pedí a April que nos quedemos más tiempo fuera del edificio, para ver alguna​ rastro de Nicholas por alguna parte. Después de unos quince minutos en la puerta... Dónde vimos a muchos estudiantes salir, pero ninguno de ellos era Nicholas. Al parecer se lo había tragado la tierra.

Su madre nos pasó a buscar y nos marchamos. April me invitó a almorzar, luego de avisarle a mi madre pasé toda la tarde en su casa. Me sentía bien aquí... era como mi segunda casa, prácticamente crecimos jugando en la casa del árbol que estaba en el patio.
Regresé a mi casa más tarde, porqué debía cuidar de Nick.

—Sam, estaba por llamarte. —Dijó a apenas me vió —. La cena está ahí —señaló la mesa dónde habían dos platos y una pizza en medio.

—Esta bien, ¿trabajo a estás horas? —pregunté, no me gustaba nada que su jefe a veces abusara de su poder. A veces se creen que por tener más que algunos, son mejores. Y mi madre no podía hacer más que, aceptarlo. Tan solo con el trabajo de mi padre, no alcanzaba para cubrir nuestros sustentos. A pesar de que fuese uno de los jefes de esta cuidad.

—No se qué sucedió hay un problema con una fiesta, iré a arreglarlo y regreso ¿bien?

Asentí y besó mi frente dejando seguramente, una marca de su labial allí. Al igual que siempre, al principio lo odiaba pero acabe por acostumbrarme.

—Adiós amor. —Le dió un beso a Nick, quién veía algún programa infantil.

Me senté en el sofá junto a Nick, y ví los dibujos por un rato sin siquiera prestarle atención.

—¿Sam?

—¿Mm? —lo miré.

—¿Qué te pasa? —me tocó la frente, preocupado —. ¿Estás enferma?

—No —reí. —¿Porqué?

—¿Estás triste?

—Un poco. —Meneé la cabeza.

—¿Es por Thomas? —dijo y eso me sorprendió. —Si es por él, puedo tratarlo bien... algunas veces —añadió.

—No, no es por él —. Sonreí ligeramente por su bondadosa oferta.

—¿Y por qué es?

—Cosas de grandes, ya se me pasará. —Revolví su pelo.

—A veces no entiendo a los grandes —arrugó la nariz.

—Yo tampoco.

—¿Puedo hacer algo para que te sientas mejor? —asentí, extendiendo mis brazos. Sin esperar un segundo más, se tiró sobre mi y me abrazó.

—No quiero que estes triste Sam —dijó separándose de mi.

—Ya está —frunció el ceño —. Solo necesitaba un abrazo tuyo —sonreí.

—¿En serio? —asentí —. No sabía que un abrazo podía hacer eso.

—Lo hacen y más cuando vienen de una persona a la que quieres mucho. Ahora vamos a cenar.

Nos sentamos en la mesa y cenamos en silencio, cuando estaba lavando los platos tocaron la puerta.

—Sam, ¿puedo abrir? —preguntó desde la sala.

Mi Lugar Eres Tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora