Capítulo 43: Visitas

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—¿Crees que será hoy? —preguntó cuando entramos al edificio.

—¿A que te refieres? —dije, algo desconcertada.

—Ya sabes... Que reaccione hoy —dudó.

—No lo sé...

—¿Sabes? Yo también tengo ese presentimiento, de que algo bueno va a suceder. —Sonrió.

—¿Si? —levanté una ceja doblando por los ya, memorizados pasillos.

—Así es. Y si no es eso, es porque me ganaré la lotería. —Dijo entusiasmada, y logró hacerme reír al menos por unos segundos.

—Veo más probable esa posibilidad.

Doblamos a la derecha y llegamos a la área de terapia intensiva.
Siempre hay algunas personas, pero nunca las mismas. Solo están aquí de paso, por tan solo algunas horas para decidir si cantar victoria o no. Albert estaba sentado en la tercer silla del lado derecho, al igual que siempre.

April sonrió de lado y presionó amistosamente mi hombro transmitiendome confianza y seguridad.

Nos acercamos a Albert, pero apenas notó nuestra presencia.

—Señor Allen. —Saludó April, y levantó la vista al oír su voz.

Nos miro confundido por un momento, pero luego su expresión cambió y relajó sus facciones.

—April. —Asintió recordando su nombre y me miró. —Sam, hace tiempo no venías... —comentó y aquello me hizo sentir mal, pero su voz no sonaba a reproche más bien, a preocupación.

—Estuve estudiando para los exámenes. Hoy fue el último día de clases, por lo tanto me liberé de los estudios. —Sonreí alegre, al menos algo bueno ante tanta tempestad.

—Por este año. —Levantó un dedo April, y Albert sonrió ligeramente.

—¡Felicidades! —respondió sonriendo un poco más —. Me alegro por ti Sam.

—Yo también pase de año. —Comentó April esperando sus felicitaciones, a veces era tan predecible.

El señor Albert rió, su risa sonaba extraña para mis oídos creo que era una de las pocas veces que lo veía reír. Pese a eso era una risa baja, cerca nuestro había una familia pasando un mal momento seguramente.
Hay que tener consideración por los demás. Aunque dudaba que fuese por aquello porque reír, no significa estar "bien". Si no que reír aún en los momentos difíciles, refleja nuestro valor.

—Felicidades para ti también.

—¡Gracias! —chilló sonriente.

Tomó asiento a su lado y April repitió mi acción al instante.

—¿Hay algúna novedad? —pregunté mientas tragaba el nudo de mi garganta.

Negó con dificultad, como si no tuviese el valor suficiente para hablar. Y la pequeña esperanza que tenía desapareció.

—Cree... —carraspeé —. Cree, ¿que podría pasar a verlo?

—Desde luego que podrías, pero la desición no es mía si no del doctor. —Hizo una mueca. Solo lo habíamos visto aquella vez, y con eso no bastaba.

—¿Está en su consultorio? —me preparé para ir, decidida.

—No, entró a ver un paciente. —Señaló la puerta en la que estaba aquella numerosa familia.

Asentí y los siguientes segundos nos quedamos en silencio. La puerta de terapia intensiva se abrió, haciendo un leve crujido. De allí salió el doctor con la bata blanca hasta las rodillas. Era tan larga que solo se veía la parte inferior de su pantalón y zapatos. Llevaba su estetoscopio colgando de su cuello, como la primera vez que lo había visto, lucía impecable.

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