Capítulo 47: ¿Este es el fin?

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Golpeé nuevamente la puerta y me alejé unos metros. La cerradura hizo un ruido y giraron la perilla desde adentro.
Me incliné un poco y ví al señor Allen con una sonrisa de oreja a oreja al verme allí.

—¡Sam! Pasa por favor —se hizo a un lado cediendome el paso.

Entré a la casa y cerró la puerta.

—¿Cómo está? —le pregunté mientras caminabamos por el pasillo.

—¿Thomas? Más insoportable que nunca.

—No, usted. —Sonreí negando.

—Oh. —Abrió los ojos, sorprendido por mi pregunta —. Estoy mucho mejor ahora que todo esta bien. —Sonrió nuevamente y me seguía pareciendo raro verlo tan feliz.

—Me alegro por usted. —Se merecía esto, había pasado por malos momentos. Pero todo quedó atrás y eso era lo bueno. Que luego de la tormenta viene la calma.

Llegamos a la sala y todo estaba tal y como lo recordaba. Había una mesa con sillas en el centro, era algo pequeña pero bastante grande para ellos dos. Del otro lado del salón había un televisor en la pared y un videojuegos debajo de este. Enfrente había un sofá negro grande. Y cuadros familiares cubrían la pared. Me quedé observando la mamá de Thomas, era bastante jóven cuando falleció tenía tan solo treinta años. Él es muy parecido a ella, sus ojos, algunas de sus facciones son parecidas y su sonrisa característica la heredó de su madre, sin dudas. La personalidad tal vez era en lo que más se parecía a su padre.

—¿Vamos? —la voz de Albert me sacó de mis pensamientos.

Señaló las escaleras y asentí. Comenzó a subirlas y fui detrás de él en silencio. Cuando llegó a la habitación de Thomas dió unos golpecitos en la puerta, aún así la abrió un poco.

—Tienes visitas. —Dice y terminó de abrir la puerta, una vez que estuve dentro de la habitación salió dando un portazo.

Thomas estaba sentado en la cama, tenía el pelo revuelto y unas ojeras apenas perceptibles. Estaba vestido solo con un pantalón de chándal. Y arriba de su abdomen traía una venda blanca cubriendo su herida. Levanté la vista nuevamente encontrándome con sus ojos grises, que hoy estaban más oscuros de lo normal. Tal vez fuese por el clima, estaba a punto de llover fuera... Y recuerdo que a veces su color cambiaba exactamente por eso.

—Sam... Viniste. —Sonrió de lado.

—Claro, dije que lo haría. ¿Porqué no vendría? —pregunté confusa.

—Por nada, tonterías mias. —Negó con la cabeza —. Siéntate. —Se levantó de la cama y tomó una silla que había a un costado.

—No. —dije y soltó la silla frente a mi.

—¿Qué? —levantó ambas manos mientras iba hacia su armario.

—Puedo hacerlo sola. Necesitas descansar.

—He descansando por más de un mes, ¿sabés lo que es eso? —abrió la puerta del armario y después un cajón de este. Sacó una remera gris y levantó sus brazos para ponersela, alejé mi vista en ese instante.

—No es gracioso, nos diste un gran susto a todos. Sobre todo a tu padre, deberías valorar más lo que hace por ti. ¿Sabias que no se marchó ni siquiera por un instante de allí?  —aproveché la ocación para mencionarlo —. Él no te abandono jamás, te ama más de lo que crees puedo asegurarlo.

Me senté en la silla y él se sentó en una orilla de la cama frente a mi.

Procesó un momento mis palabras y finalmente habló.

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