Capítulo 27: Confesiones

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—Termine. —Dijó, mirando con orgullo su trabajo que consistía en más de dos hojas completas.

—Vaya, ¿tan tarde es? —miré el reloj que colgaba de una de las paredes, eran casi las nueve de la noche. Pero afuera parecía mucho más tarde, el sol había desaparecido hace bastante y en cambio había aparecido la luna trayendo consigo la noche.

—Pasaron rápido las horas —comentó, mirando también el reloj -—. ¿Lo terminaste? —señaló mis hojas, pero estás seguían en blanco.

—No, pero lo bueno es que me queda menos para terminar de leerlo. —Cerré el libro dejando una hoja como separador, que fue lo primero que encontré. En estos casos había que ingeniárselas.

Guardé el libro y mis cosas, y Nicholas también lo hizo.

—Ahora si me dirás la verdad —. Sonreí al recordarlo —, ¿quién es esa chica que te gusta?

A la sola mención de aquello Nicholas palidece, y se pone nervioso de un segundo para otro.

—Ya les dije, no la conocen... —levantó los hombros.

—No me engañas, estás mintiendo. —Reí por su actitud infantil de querer mentir sobre aquella misteriosa mujer.

—Es... difícil —soltó finalmente, tomando su cabeza con frustración.

—¿Por qué? —pregunté con cierta angustia.

—Ella no siente lo mismo por mi. —Hizo una mueca de disgusto.

—¿Cómo lo sabes? ¿Ya se lo dijiste?

—No, no creo que sea buena idea.

—Escúchame —me acerqué un poco a él sobre la mesa —. Eres un chico increíble, cualquier mujer sería afortunada en tenerte.

—Exepto ella. —Me miró pero luego, bajó la vista apenado.

—Últimamente te estás comportando extraño...

—¿En qué sentido?

—No lo se, estás raro. ¿Es por esa chica? —interrogué. Y se limito a no decir nada. El silencio se hizo reinar en el lugar y él evitó mirarme a toda costa —. Debes luchar por ella, no te des por vencido tan fácil.

—Si tan solo... lo supieras, no dirías lo mismo —rió sin gracia alguna.

—Dime entonces. —Me acomodé mejor en la silla a la espera de su respuesta.
¿Tan malo sería?

—Lo lamento, no puedo —se levantó y empezó a caminar apresurado. Cómo si estuviese escapando de algo, o más bien de alguien.

Tomé mi bolso y lo seguí, lo detuve del brazo justo antes de que bajara por las escaleras.

La bibliotecaria nos miró con cierto interés, le lancé una mirada amenazante y volvió su vista a otra parte. Al final Emily resultó ser toda una metiche.

—Lo siento, entiendo si no me lo quieres decir, solo quería ayudar... —. Me expliqué soltando su brazo.

—No es tan fácil esto, es que... —pareció no encontrar las palabras adecuadas para terminar su oración.

—¿Qué? —repetí.

Cerró los ojos con fuerza y dió un sonoro suspiro, y yo seguía sin entender que era lo que le costaba tanto decir.

—Desde el primer momento en que te vi, supe que eras alguién especial y con el paso de los dias lo confirmé. Eres una de las mejores personas que conozco Samantha.

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