Capítulo 12: ¿Qué es el amor?

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Mis nervios empeoraron y empecé a desesperarme, mientras me dirigía a la clase de Literatura.

Llegué al salón cuando apenas habían algunos alumnos. Opté por sentarme justo dónde me senté la última clase. Solo esperaba que esta vez, todo saliera bien. Y que mis nervios no me jugasen una mala pasada, lo último que quería era hacer el ridículo frente a todos.

Saqué las hojas y después de leerlas por algún tiempo indefinido, sin siquiera centrarme en mi alrededor. Entró él profesor con algunos minutos de retraso, sin siquiera saludar a la clase que ya estaba, repleta de jóvenes y adultos. Detrás de este, ingresó Nicholas murmurando lo que supongo, serían unas disculpas. Pero Thompson ni siquiera le tomó importancia, y a decir verdad era raro dirigirle la palabra a algún profesor. Es por eso que seguía sin entender porqué me había dado una oportunidad, aún así debía aprovecharla.

Me vió e instantáneamente sonrió, se acercó a paso rápido y tomó asiento a mi lado.

—Hola —. Saludó tirando su mochila al suelo, con cansancio.

—Hola —respondí, sin dejar de ver a la nada misma.

—¿Estás nerviosa? —interrogó a la vez que sacó un libro de su mochila.

—¿Tú que crees? —comencé a jugar con el lápiz para distraerme al menos algunos segundos.

—No lo estes. Todo saldrá bien. —intentó incentivarme, y sonreí solo un poco.

El señor Thompson empezó a hablar sobre los temas que vendrían en el próximo semestre por al menos unos diez minutos. Suspiré frustrada pensando que había olvidado evaluarme pero entonces fue cuando oí mi nombre salir de su boca.

Se cruzó de brazos y movió el pie derecho, impaciente. Cosa que me puso más nerviosa todavía.

Tomé mis hojas y caminé a paso lento hasta que llegué al frente de toda la clase. Las miradas de todos se centraron en mi persona, tragué en seco y miré un lugar en específico, para no salir corriendo por la puerta. Estaba a punto del ataque cardiaco, literalmente.

—Como sabrán quién no estudiaba para el examen tenía que exponer un tema en clases. Eso es lo que hará la señorita Whitman —Explicó —. Espero que nadie interrumpa y que les sirva como ejemplo a quién no estudie... —siguió hablando un momento pero ya no le prestaba atención. Estaba metida en mi monólogo y en aprobar de una vez por todas.

Levanté la vista, y al ver que todos me observan expectantes, me paralice. El profesor ya no hablaba, si no que se recargó en su escritorio con una carpeta en manos.

Sentí que mis mejillas ardían y el pudor se apoderó de mi. El profesor Thompson carraspeó y oí algunas risitas el alguna parte. Recorrí rápidamente el salón con la vista hasta que me encontré con Nicholas quién sonrió asintiendo levemente. Y eso me devolvió al presente.

—Estuve pensando en que tema exponer —comencé a decir —, y decidí hablar sobre el amor. Algo que no es un tema muy hablado en realidad.

¡Vamos Sam, no ensayaste frente al espejo veinte veces por nada!

—Decidí hablar este tema, porque aveces no nos damos cuenta de los errores que cometemos a diario. Y espero que les sirva de algo.

Levanté fugazmente la vista y todos esperaban a que comenzará de una vez por todas. Ansiosos por marcharse a sus hogares, luego de una larga y agotadora semana.

Piensa que estás frente al espejo Sam, el espejo...

¿Qué es el amor? —tomé una gran bocanada de aire antes de comenzar. —Es un sentimiento muy fuerte casi indescriptible, el amar a alguien es querer el bien de esa persona sin importar lo demás. Todos aquí debemos amar a alguién a nuestros padres, hermanos, familiares, amigos. Pero hoy quiero hablar del verdadero amor. Porque cuando las cosas se ponen difíciles es cuándo comprobamos la verdad. Es cuándo vemos quién está para nosotros y quienes no, quienes nos aman realmente. Hace unas semanas terminé con mi novio,  más bien el termino conmigo. —Hice una mueca, que borré al recordar donde estaba. —Y eso acabó conmigo, me rompió el corazón pieza por pieza. Y lo peor de todo es que se fué, sin más, sin algúna explicación lógica. Es entonces cuando me pregunto, ¿qué hice mal? Y lo pensé, pensé en todo y no encontré absolutamente nada. Allí comprendí que el error no era mío. Si no, de él. Porque yo lo amaba inmensamente.

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