Capítulo 44: Buenas noticias

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Estaba estupefacta, sin siquiera moverme. Parpadeé para verificar que fuese real, y no una mala jugada de mi mente.

—¡Thomas! —chillé al borde de las lágrimas —. ¡Dios! ¿Puedes oírme? —le pregunté pero claramente, no contestaría.

¿Quién en su sano juicio le preguntaría eso a alguién en coma? Si, solo tú Samantha.

—Bien, tranquilo... Solo —suspiré, tratando de calmarme un poco.
¿Qué hacía?

—Dime que fué real, que en verdad moviste la mano. —Pedí en un susurro.

Se veía tan quieto e inconciente que dudaba que hubiese sido cierto. Seguía inmóvil, pero... ¡no! Fue verdad. Lo ví con mis propios ojos. ¡Movió su mano!

—Thomas, ¿puedes hacerlo otra vez? —pregunté rogando internamente para que lo hiciera. —Por favor, inténtalo. Solo una vez más.

Miré expectante nuestras manos enlazadas, hasta que finalmente volvió ejercer opresión en ella.

—No puedo creerlo... —sollocé.

Limpié con manos temblorosas mis ojos húmedos.

—¡Tú padre! —recordé alarmada —. Debo decirle, Thomas... se pondrá tan felíz.

Y cómo si estuviese en una especie de sueño volvió a presionar mi mano. ¡Me estaba escuchando!

—Ya vuelvo... Debo, debo decirle al doctor.

Era un milagro... No podía ser otra cosa. Hace apenas unos minutos el doctor, veía casi imposible una pronta recuperación. Y ahora Thomas... Había reaccionado, él movio su mano y pudo oírme. Había tardado en reaccionar pero lo había hecho finalmente, y la felicidad era tanta que no cabía en mi.

Sonreí tanto que mis mejillas dolieron. Pese a eso seguía llorando, debía verme ridícula justo ahora, pero no me interesaba en lo más mínimo.

—Enseguida regresaré. —Hablé, y me giré sobre mis talones.

Las piernas me temblaban, y el corazón me palpitaba a mil. Abri la puerta y salí casi corriendo. Las lágrimas nublaban mi visión y las limpié cuando salieron.

—¡Oiga, no puede correr aquí! —gritó alguien detrás de mi, pero no me detuve.

La puerta se veía cada vez más lejana, hasta que al fin llegué a ella. Suspiré y calmé mis lágrimas, giré la perilla y la abrí.

Me acerqué hacia el señor Allen y mi corazón golpeó con fuerza dentro de mi pecho. Tanto que temí que se fuese a salir en cualquier momento.

Cuando me vió, abrió los ojos como platos April se levantó confundida de su lugar.

—Sam... ¿qué pasó? —me miró horrorizada.

—No me digas qué... —los ojos del señor Allen se cristalizaron temiendo lo peor.

La sonrisa volvió a mi rostro y negué. Moje mis labios resecos con saliva y luego de tragar en seco, volví a hablar.

—Thomas... —logré decir con tan solo un hilo de voz —. Él, él ha reaccionando.

—¿Qué? —preguntó sin haber escuchado lo que dije.

—¡Ha reaccionado! —chillé sin evitarlo.

—¡¿Qué?! —gritó Albert, atónito levantándose de su lugar en el acto.

—Reaccionó —sonrió April abrazandome.

—¿Está despierto? —me separé de ella y miré a Albert.

—No, solo movio su mano. —Tragué el nudo de mi garganta —. Creí... Creí que lo había imaginado, pero le dije que lo hiciera otra vez y lo hizo. —Expliqué como pude es estos momentos.

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