Capítulo 33: ¿Lo quieres?

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—¿Que fué eso?

Quería correr ir lo más lejos que pudiese, pero mi cuerpo parecía no querer obedecer las órdenes que mi cerebro les daba. Me sentía totalmente abrumada, por algo que seguramente sería una gran mentira.
Oí sus pasos venir hacia aquí y yo seguí sin moverme, ya era tarde.

—¿Qué demonios haces aquí? —. Shirley abrió los ojos sorprendida.

—¡¿Sam?! —Thomas me miró claramente alarmado. Como si el hecho de que estubiese aquí, fuese una completa locura.

—Pensándolo bien ahora que estás aquí, mi trabajo será más fácil.

—Ni lo pienses —Thomas se puso adelante de mi, como si fuese algún tipo de escudo. Y como si yo no tuviese la edad suficiente para defenderme sola.

—No quieras protejerla o le irá peor.

—¿Peor? ¿Crees que temo de tu insignificante amenaza? —pregunté con absoluta gracias, pero por dentro la rabia me carcomia.

—Dejala en paz, Samantha vámos. —Tiró de mi demandante, pero seguí sin moverme.

—Ustedes no se iran a ninguna parte —chasqueó la lengua negando.

—Claro que si. —dijó él, dándole un pequeño empujón con su hombro y me arrastró prácticamente por el pasillo. Con un nudo en la garganta por todo lo que quería decir.

—Hola papi. —oímos a Shirley decir, y entonces mi corazón se detuvo.

Nos quedamos quietos en ese instante, levanté la vista y ahí estaba su padre. Él hombre se veía muy intimidante realmente, no parecía el padre de Shirley más bien parecía un criminal, lo que era en realidad.
Alto, de piel clara, pelo canoso y al raz y una mirada intimidante hasta la mierda. Vestía de un traje color gris plata, y sonrió al notar nuestras miradas de socorro.

—Mira a quien tenemos aquí... —miró a Thomas con completa satisfacción —. Al pequeño espía. —Luego me observó detenidamente, cosa que me produjo escalofríos —. ¡Pero que grata sorpresa!

—Quiero que acabes con ellos. —Dijó aquella voz chillona que tanto odio a nuestras espaldas.

—Ya habrá tiempo para eso hija, ahora solo quiero hablar. —mencionó calmado —. A la sala —ordenó.

Thomas se quedó quieto y lo mira desafiante. Pero el padre de Shirley volteó y fue hacia la sala. Y agradecí que no lo hubiese notado, quien sabe de lo que sea capaz ese hombre.

—Yo que ustedes obedecería —susurro Shirley pasando a nuestro lado, con una estúpida sonrisa.

—Vámos. —Le dije, y no tuvo más remedio que aceptar.

Nos sentamos en una mesa los cuatro, yo junto a Thomas y Williams junto a Shirley. Una situación que jamás habría imaginado posible. Esto me pasaba por andar de metiche.

—¿Qué hace aquí mi sobrina favorita? —rió Smit, diciendo esto último mientras que a mi daban nauseas de tan solo oír aquellas palabras.

—No soy tú sobrina. —Espeté molesta, porque me llamara de esa manera. ¿Quien se creía?

—Claro que si, llevas mi sangre. —Sonrió orgulloso —. ¿Acaso tú padre no te lo dijo?

¿Este tipo era... hermano de mi padre? No, no podía serlo. Esto debía ser una broma, una de muy mal gusto.

—No, ¿hay algo que deba saber? —levanté una ceja a la espera de su respuesta. Esperando no demostrar el terror que sentía por este tipo.

—Me gusta esta chica, tiene actitud —volvió a reír y no entendía que rayos le causaba tanta gracia —. Hay varias cosas que debes saber, pero no quiero recordar el pasado ahora. Solo quiero disfrutar mis últimos momento en libertad. —Pusó los brazos detrás de su cabeza y observó a su alrededor con tristeza, era un loco maniático.

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