Capítulo 34: Secuestro

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Habían pasado algunas horas desde que llegamos aquí, Smit nos metió en un auto y condujo hasta llegar a una cabaña en medio de la nada. Se suponía que esto no debía pasar. ¿Cómo nos encontrarían ahora?

Obviamente Williams no era estúpido, debió sospechar sobre mi corta plática con mi padre... Ese tipo era un loco desquiciado, y... Tenía miedo, mucho miedo. Al no saber de que sería capáz , y algo me decía que todo esto no iba a terminar nada bien.

—Sam... —habló Thomas.

—¿Qué? —dejé de mirar el suelo para fijar mi vista en él.

—Tal vez esta sea la última vez que te vea —tragó en seco —. Él no me dejará ir sin más, me quiere ver destruido. Después de todo por mi culpa irá a prisión. —Dijó, como si eso fuese alguna justificación.

—No, saldremos sanos y salvos de aquí ¿me oyes? Nada pasará. —Respondí aunque ni siquiera yo creía en aquellas palabras. No podía asegurarlo.

—Quizás —dijó, dudoso —. Aún así quiero que sepas que te amo y que fuí un idiota desde el comienzo. Solo quiero que algún día me perdones.

Mi pecho dolió, al oirlo. Él era quién me hizo tanto daño pero a la misma vez tan feliz... No entendía como era capaz de decir tan fácilmente lo que sentía. Para mi seguía siendo tan difícil... descifrar mis sentimientos.

—Me hiciste mucho daño —hablé despacio —. No puedo perdonarte así como si nada, estuve días y noches en bela. Ya no le encontraba sentido a nada y todo por ti. Fuiste quien más feliz me hizo pero también quien más daño me ocasionó. No puedo simplemente hacer de cuenta que nada sucedió, cuándo no fué así. Perdón pero no puedo hacerlo. —Negué débilmente, al borde de las lágrimas.

Esta vez preferí escuchar a mi cerebro, siempre dije lo que mi corazón sentía. ¿Y cómo terminé? Destrozada. Una parte de mi me decía a gritos que lo perdonase porque estaba realmente arrepentido, pero aún me quedaba un poco de dignidad.

—No se que más decir además de que lo lamento, se que no solucionará nada. Pero es lo único que puedo hacer —note como su voz iba cambiando, y percibí el dolor en ella.

Esperaba que lo perdonara, siempre fue así me hacía daño, pedía disculpas y todo quedaba olvidado. Pero ahora algo cambió no era tan ingenua como antes y pese a que esto me dolía, debía hacerlo.

—No es tan fácil perdonar —dije, con un hilo de voz.

—Todo el mundo se merecen una segunda oportunidad. —Levantó la vista, expectante.

—No cuándo esa persona ya te defraudó demasiadas veces.

—Por favor no llores Sam, odio verte llorar y más por un idiota que no vale la pena.

Sonreí ligeramente y negué con la cabeza al escucharlo hablar así de él mismo. Bajé la vista y las lágrimas caen sin más. No podía evitarlo.

No lloraba solo por eso, también porque con cada segundo que pasaba pensaba que jamás nos encontrarían... Tal vez este fuese nuestro último día, nuestros últimos momentos y no era capaz de tolerar aquella idea.

Sabía que llorar no solucionaría nada pero temía que era lo único que podía hacer para sentirme un poco mejor.

—Mirame —pidió —. Sam... No llores. Por favor preciosa, no llores.

Y como si le hiciese la contraria lloré aún más. Sus palabras no me calmaban, al contrario me dolían, dolían demasiado.

—No me hables así, ya no. —Hablé entre sollozos.

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