Capítulo 31: Misterio

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—Planeta tierra llamando a Sam. —Movió su mano de arriba a abajo. Interrumpiendo mi campo de visión.

—¿Qué? ¿Qué pasó? —pregunté desconcertada, estaba en otro mundo.

—Ahí viene Nicholas. —Murmuró en voz baja.

—Descuida esta todo bien, entre nosotros.

—¿De que me perdí? —cruzó los brazos.

—Ayer fué a mi casa y hablamos.

Nicholas se acercaba cada vez más a nosotras. Por ende, nuestra voz disminuía.

—¿Y cuándo me lo pensabas decir?

—Te lo estoy diciendo —murmuré —. Solo actúa normal, como si no tuvieses noción de lo sucedido.

—No entiendo... —murmuró confundida.

—Que actúes normal.

—No tengo que actuar normal, si no sabrá que algo está mal.

—Cierto, actúa como eres mejor —reí por lo bajo.

—Nicholas, ¡tanto tiempo! ¿Cómo estás? —le dió un rápido abrazo.

¿Acaso no lo había entendido? Solté un sonoro suspiro.

—Eh... bien ¿y tú? —rió.

—Muy bien, amigo. —Palmeó su espalda, y yo no sabía dónde diablos meterme.

—Hola —saludé.

—Hola Sam —respondió y April sonrió maliciosamente. —¿Qué les parece si las invito a comer? —añadió.

—Lo siento, yo no puedo —levantó la mano April.

—¿Sam? —me miró expectante.

—Tampoco puedo hoy... lo lamento, ¿mañana tal vez? —me excuse. En realidad si que podía, pero no quería estar sola con él... todavía. Podía fingir que todo estaba bien, podía tolerar el hecho de que fuese mi amigo. Pero no podía mirarlo a los ojos, pensando que él sentía algo por mi. O quizás había sido demasiado reciente su confesión como para hacerme a la idea de aquello.

—Claro, no hay problema.

—¿Qué tienes que hacer? —alzó una ceja. Maldita April, lo hacía adrede.

—Debo cuidar de Nick —dije, lo primero que se me ocurrió.

—¿Si? Porque yo no estaba...

—Mira ahí viene tu mamá —le lancé una indirecta, muy directa. Para que cierre la boca de una vez por todas.

—Bien —sonrió..., la mataría en cuanto estemos a solas.

—Adiós April —la empujé.

—¡Tranquilizate mujer!

—Me las pagarás —dije en voz baja.

—Adiós amigo. —Le dió un beso en la mejilla a Nicholas.

—Adiós April. —Sonrió y negando con la cabeza.

—No le hagas caso, está loca.

Fui con Nicholas hacia la parada del autobús y nos sentamos a la espera de este. Estabamos en silencio, cuando se me ocurrió una cosa.

—¿Porqué tomás el autobús? —pregunté sin más. Vivía a tan solo unas cuadras de distancia. Además el autobús iba en dirección contraria en donde se suponía que era su casa.

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