Capítulo 4

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8 horas trabajando. Entre papeles. Todos los delincuentes de Nueva York se habían puesto de acuerdo en tomarse unos días de vacaciones y a la detective Beckett se le hacía insufrible poder estar ahí, sentada, frente a la pantalla de un ordenador y rellenando formularios absurdos o archivando casos antiguos. Y si a eso se le sumaba la necesidad apremiante que tenía de dar por finalizado su horario laboral para ir a ver a Alexis, ese día resultó una auténtica pesadilla.

Cuando por fín pudo salir de allí, apenas se despidió de sus compañeros Espósito y Ryan y desapareció tan veloz como un rayo ante la atónita mirada de ambos. Siempre había sido la última en salir de allí y esa nueva actitud no les dejó indiferente.

****

En media hora se plantó ante la puerta de la familia Castle. Con una cantidad ingente de mariposas revoloteando por su estómago. No solo sentía necesidad de ver a Alexis y comprobar que los avances del día anterior seguían su curso, también quería ver a Richard. Su mirada le era tan familiar... y buscaba y buscaba en su mente y no daba con aquel recuerdo que en susurros le intentaba descubrir el momento en el que había fijado su mirada con la de él. Tenía la sensación de haber sido mucho tiempo atrás. Pero, ¿cuánto tiempo atrás?

Richard abrió la puerta un tanto despeinado, con una camiseta blanca en pico, un vaquero, descalzo y esa sombra de no haberse afeitado. Para Kate fue una estampa tan exquisita que sintió que sus piernas temblaban. Se sintió algo tonta al estar frente a él, con una sonrisa en su boca, sin ser capaz de pronunciar palabra. Hasta que Alexis apareció corriendo y Kate se agachó para alzarla y fundirse en un abrazo.

- ¡Viniste! - Alexis no puedo ocultar su alegría al tener a Kate de vuelta en su casa.

- Tal y como te prometí. - mientras fijaba su mirada con la de Richard, acercó sus labios al oído de Alexis para susurrarle - Adoro escuchar tu voz, pequeñaja. - Y Alexis sonrió abiertamente ante la sorpresa de su padre que se quedó con las ganas de saber el secreto de ambas.

- Pasa, por favor, llevamos un día de locos y tendrás que disculpar que no vayamos vestidos con nuestras mejores galas. - le guiñó un ojo, sonriente. Kate notó que la alegría estaba volviendo poco a poco a su mirada. Y sintió que su pecho se hinchaba al saber que, en cierta forma, era también gracias a ella.

- Vaya, os habéis divertido mucho... por lo que veo. - justo al entrar, el salón estaba completamente patas arriba, no había un solo espacio libre.

- Jugábamos a castillos y princesas... y espadas láser. - dijo Richard todo orgulloso.

- Mi papi sin espadas láser no se divierte. Y yo le dejo. - sonrió Alexis mientras seguía aferrada a Kate.

- Es una combinación extraña, pero dejaremos que tu papi también tenga su minuto de diversión. - besó la cabecita de Alexis.

La ternura que Kate desprendía con su hija era un sueño para Richard. Verlas unidas, en su salón era mucho más de lo que nunca había imaginado. Se removió por el salón y le ofreció una espada láser a la detective.

- ¿Te atreves? ¿Chicas contra chico? - Richard.

- ¡Sí! - Alexis.

- ¡Hecho! - Kate.

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Durante la siguiente hora la primera planta del loft se convirtió en una auténtica batalla de juego, donde Richard no tuvo nada que hacer. Padeció una auténtica paliza por parte de las chicas y terminó rindiéndose en mitad del salón, suplicando entre risas. Alexis saltó encima de él riendo sin parar, y Max tardó un segundo en caer encima de ellos ante una Kate que en ese mismo instante deseó formar parte de esa familia y proteger, para siempre, tanto a ese padre como a esa hija.

La sonrisa de su miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora