Momentos. Instantes. Un segundo en el que ofreces una sonrisa. Un segundo, en el que te la devuelven. Y sigues caminando. Un segundo en el que te besan. Un segundo, en el que besas. Y das un paso más. Un segundo en el que amas. Un segundo, en el que te aman. Y tus pasos se multiplican. En eso consiste la vida. En sumar un paso, al otro paso. Ir recopilando todas esas buenas sensaciones. Mirar al frente y saber que hay alguien ahí para quien eres verdaderamente especial. Y vivir. Vivir con la seguridad de ser mejor persona si aquella mano, la que te impulsa a ser mejor, permanece a tu lado.
Kate respiró, perpleja, mirando a Richard, durmiendo a su lado. Pegado a ella. Siempre tan pegado. Como si tuviese miedo a perderla. A despertar y no encontrarla. Y ella no sentía agobio. Ni la necesidad de huir. No. No sentía lo que sintió en el pasado. Nunca huiría de él. Richard. Su escritor. Su locura. Aquel amor que nunca creyó encontrar. Y llegó a su vida. De pronto. Sin pedirle nada a cambio. Solo una caricia. Y esa caricia, sería eterna.
****
- Ey... - susurró Richard al abrir los ojos.
- Ey... - lo besó.
- ¿En qué pensabas?
- En ti... - dijo bajito. Aun eran las 6 de la mañana. Llevaba una media hora despierta. Había vuelto a soñar con su madre.
- ¿Estás bien?
- He soñado con mi madre.
- ¿Un mal sueño?
- Hmmm...
- Kate... - susurró mientras le daba la vuelta para pegarse a su espalda - No puedes seguir echándote la culpa, mi vida.
- Lo sé. No puedo evitarlo.
- Lo pagarán, Kate. Por favor, confía en mí. Te prometí ayudar. Y lo haré.
- Lo haremos juntos.
- Juntos. - repitió suave, cerca de su oído.
- Pero no nos implicaremos del todo. Dejaremos que otros lo hagan.
- ¿Estás segura?
- Sí. Adoro a mi madre y quiero hacer justicia. Pero no voy a arriesgar a nuestra familia.
- Nuestra familia... - se estremeció - Suena tan bien en tus labios.
- Y en los tuyos...
- ¿Lo que vivimos es un sueño?
- No, mi vida... Es real. Muy real. Tan real que me despertó de mi pesadilla.
- Sé que lo sabes pero podemos volver a casa cuando quieras.
- Y cuando lo hagamos...
- Dime.
- ¿Iremos a mi casa?
- Cuando hablamos hace un tiempo creo que comentamos que así lo haríamos... ¿has cambiado de opinión?
- ¿Puedo contarte un deseo?
- Hmmm... - besó su cuello - Todos los que quieras.
- Cuando lleguemos, me gustaría vivir en mi antiguo apartamento. Convertirlo en un hogar. Crear un despacho para ti. Pintar.
- ¿Quieres pintar? - preguntó feliz.
- Sí. Me apetece mucho. Necesito pintar, Rick.
- Es genial...
- Siempre que pintaba era un momento perfecto, lleno de felicidad. Después, solo veía la imagen de mi madre. Pero, ahora,... Ahora solo recuerdo la imagen de Alexis cuando vio su pared pintada. Su emoción. Sentí que todo cobraba sentido de nuevo.
- Me encantará verte pintar...
- Mami... - sonó la voz de su hija, con un tremendo esfuerzo, por el sueño que sentía.
- Cariño... tendrías que dormir... - Alexis se dio la vuelta y se abrazó a su madre.
- Pintaré contigo, mami. - pronunció antes de dormirse.
- Ya tienes ayudante... - sonrió Richard.
- Si no hubiese sido por ella...
- Fue tu inspiración.
- Hmmm... Aquella palmada que necesitaba.
- A lo mejor consigues que sea una gran artista.
- Nunca se sabe, escritor...
- Vamos a tener una casa llena de creatividad...
- Sí... Y de muchos pañales...
- Hmmm... - Richard entrelazó sus piernas con las de ella - No puedo evitar pegarme más a ti.
- No me voy a ir, Rick. - quiso ofrecerle cierta seguridad.
- No puedo evitarlo.
- Y yo no te pido que lo evites. - aferró una de sus manos - Lo que quiero es que te peges a mí, pero seguro de que estoy y de que estaré. Sin que los miedos te invadan. Porque sin esos miedos, disfrutarás mucho más.
- No estoy acostumbrado a que me quieran como tú lo haces.
- Pues debes ir haciéndolo, porque pienso estar toda la vida queriéndote. - volvió su rostro y Richard la besó - ¿Podríamos, cuando nuestra cereza tenga que ir a la guardería mirar una pequeña casa a las afueras? ¿Con un jardín? - lo miró emocionada.
- ¿Con un perro? - la miró de la misma forma.
- Menudo negociante estás hecho.
- Viviremos donde quieras vivir. Y me encanta la idea.
- Me gusta que nuestros hijos puedan criarse fuera del bullicio de la gran ciudad. Y, por mi parte, centrarme en buscar otras alternativas diferentes a la comisaría... - soltó con el corazón en la mano.
- Kate...
- Me gustaría retomar mis estudios... Quiero ser más de lo que soy ahora mismo.
- Kate... Yo... Tú eres...
- Shhh... Siempre quise estudiar Derecho. Era mi sueño. Compaginarlo con la pintura. Vosotros me habéis de vuelto las ganas de ser más y de ser mejor.
- Entonces, me parece perfecto. Que sea porque tú lo necesitas.
- Volveré a comisaría, cuando el embarazó esté avanzado pediré la baja y aprovecharé ese momento para encarrilar todo.
- Te apoyaré... En todo Kate.
- Lo sé. Eres mi bastón...
- Nunca me habían comparado con uno...
- Estoy haciéndome con todas tus primeras veces...
- Eres la dueña de todas ellas. - perdió su nariz en busca de su pulso y lo encontró. Dejó una caricia. Un beso. Rozó la punta de su lengua. Y Kate tembló disimuladamente.
- Me gusta...
- Hmmm... A mí también...
- Nuestras conversaciones... - sonrió.
- Hablaba de lo mismo. - sin dejar de besar cada trocito de su piel.
- Me gusta sentir esta libertad de compartir contigo todo lo que siento. Nunca he sido capaz de hacer eso. Incluso cuando todo iba bien en casa y mi madre aún vivía, me costaba sincerarme cuando algo no iba bien.
- Parece que nos hemos tropezado para sacar lo mejor del otro... - sonrió sobre su piel.
- Es como esto tiene sentido... - susurró.
****
Richard siguió acariciando la piel de Kate hasta que esta terminó por dormirse. Fue rozando cada milímetro, mientras exhalaba un 'te quiero' tras otro. Y la inspectora fue capaz de olvidar la pesadilla y cerrar sus ojos. Sumergida en la tranquilidad, que solo él era capaz de darle.
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La sonrisa de su mirada
FanfictionRichard Castle la recuerda. Como si fuese ayer. Como si el tiempo no hubiese pasado. Y es que ella llegó a su vida de pronto, justo cuando más necesitaba una mano amiga, una mano a la que aferrarse y no saltar al vacío. Y cuando el destino vuelve a...