CAPÍTULO 48

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Kate le pidió a Richard sentarse encima de él. Y lo hizo, porque su escritor le contesto con tal sonrisa en su rostro que no tuvo ninguna duda. Y, ahí, entre sus brazos, observó como de esa cajita salía una pequeña locomotora de vapor, antigua, tallada a madera, encerada, y en el morro del tren, grabado: Castle. Y, Kate, sonrió, recordando aquella tarde con Ramón, buscando el regalo perfecto. Había dado en el clavo. Y acomodó su cabeza entre el hombro y el hueco del cuello, esperando a que Richard hablase.

- Era un apasionado de las locomotoras. Trabajó toda la vida en ello. Lo amaba tanto que consiguió crear en mí la misma pasión. Hubo un tiempo en el que me sabía los nombres de cada una de las piezas que componían todo el conjunto. Mi abuelo tenía una colección increíble. Y yo estaba fascinado. Mi madre siempre ha sido una mujer de ir y venir y no centrarse nunca en nada. Y, en cambio, su padre... ¡Era increíble, Kate! Sentía tanta alegría, tanto amor por su profesión, por satisfacer y atender correctamente a cada viajero... Cuando me hablaba y me contaba miles de aventuras, solo deseaba poder trabajar en algo tan apasionante como aquello. Pero el paso del tiempo me enseñó que no es el trabajo en sí, es uno mismo. La pasión, la fortaleza, la responsabilidad, el trabajo, la constancia... todo nace de uno mismo. - acarició su locomotora. No le faltaba ningún detalle. Era perfecta. Y Kate, acercó su mano también. Buscando no solo el contacto con la madera, también con su piel. Juntos.

- Eres alguien increíble, Rick. - buscó más cobijo contra su cuerpo.

- ¿En serio? - preguntó orgulloso.

- Sí. Intentas dar la imagen de alguien alocado, quizá algo irresponsable,... y, en el fondo, tu vida interna es algo fascinante. No sé qué parte me gusta más. Pero tengo toda la vida para averiguarlo.

- Toda la vida...

- Castle... - rozó la grabación con uno de sus dedos.

- Hmmm...

- ¿Cómo supo...? ¿O es que te pusiste el nombre por...?

- Escribía. Me encantaba escribir. Pero lo oculté. Siempre. Ya sabes que era alguien solitario, sin amigos...

- Rick...

- Es cierto, Kate. Nunca tuve un verdadero amigo. De esos de los que tirar cuando todo sale mal y no queda nadie a tu alrededor.

- Ahora ya tienes a un amigo... bueno... - sonrió - ...una amiga.

- Tú eres mi mejor amiga.

- Igual que tú eres mi mejor amigo. - besó su cuello - Nunca creí que fuese necesario. Pero, claro, nunca ninguna de mis relaciones fue en serio. Más bien eran parches.

- Ya no hay más parches.

- No. Ahora quiero ser todo para ti. Tu mujer, tu pasión, tu amor, pero sobre todo, tu amiga.

- Es perfecto. Porque estamos, completamente, sincronizados. Queremos lo mismo.

- Sí. Y la sensación es increíble.

- Hmmm... - besó su cabeza.

- Entonces, nos hemos quedado que eras algo solitario. - retomó Kate la conversación.

- Yo diría que eso es quedarse corto. Era del todo solitario. Me escondía en un papel y un bolígrafo. Allí plantaba todos mis sentimientos. Me transportada a miles de lugares, con miles de personajes, intentando vivir todo lo que mi imaginación deseaba. Y una tarde mi abuelo me descubrió y leyó una de mis historias. Le gustó. Y me sentí bien. Sentí que, quizá, podría encontrar un pequeño hueco en este mundo.

La sonrisa de su miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora