Kate era incapaz de controlar sus nervios. Lo intentaba, pero no podía. Estaba en su habitación, arreglándose. Richard le había dicho que sería algo informal, pero aun así, decidió arreglarse un poquito más. Y mientras lo hacía, tres notas diferentes entraron por la rendija de la puerta. 'Mami, dile que sí a papi' (Alexis). 'Hija, no dudes ni un segundo... y dile que sí' (Jim). 'Mi hijo es alguien maravilloso pero tú lo conviertes en excelente... dile que sí' (Martha).
Abrió la puerta. Y ahí estaban los tres. Sonrientes. Indicándole con la mirada que Richard ya estaba arriba, esperándole. Subió cada escalón respirando sonoramente. Con esas mariposas revoloteando en su estómago. Esa sensación de que algo importante va a suceder y no querer que falle la intuición. Al inclinar la puerta, encontró a Richard mirando el horizonte, moviéndose. Nervioso. Estaba nervioso. No pudo evitar sonreír. Y quedarse ahí, durante varios segundos, fijándose en él. En aquel día maravilloso que le había preparado. En la dedicación puesta en cada detalle. Él. Siempre había sido él. Desde aquel día en el campamento. El destino tuvo claro que eran los indicados. El uno para el otro. Y ellos, habían apostado con todas sus fuerzas.
- Ey... - dijo Kate bajito, como si no quisiera despertar a la noche.
Richard se volvió sonriente, con una luz especial en su mirada. - Ey... - susurró. Se acercó lento, muy lento, sin dejar de mirarla. - Estás increíble, Kate. - unió sus frentes.
- Tú tampoco estás nada mal... - sonrió. Él iba vestido como más le gustaba a ella. A pesar del frío. Pero se dio cuenta que lo tenía todo planeado. Varias estufas eléctricas desprendían calor. Y cuando giró la cabeza, vio que a su izquierda había varias mantas y almohadas con una cesta de picnic en medio. Cuando volvió a cruzar sus ojos con los de él, pudo sentir como Richard temblaba. Cargado de emoción.
- Espero que esta noche sea lo más especial posible...
- No voy a olvidar este día nunca, Rick. Nunca. - acarició sus labios, deleitándose en ellos. Y lo besó.
****
Tras varios minutos en los que fueron incapaces de separarse, Richard lo consiguió con algo de esfuerzo. - Kate... si no paramos... la cita va a ser muy diferente a la planeada y a las 12 debemos estar echados, ahí. - indicó las mantas.
- ¿Tiene que ser a las doce en punto?
- Sí, en punto.
- Hmmm... - sonrió pícara.
- Todo tiene su explicación, inspectora.
- Bueno, si todo se resume a intentar seducirme... no vas por mal camino.
- Me alegra saberlo... - perdió su rostro en su cuello y le dejó un tímido beso. - Pero, por ahora necesito que te fijes en una cosita que hay a tu derecha.
Kate lo miró sorprendida. Y le hizo caso. Miró a su derecha. No se había percatado que ahí, un reguero de velas, rodeaban pétalos azules. - Acércate. - le dijo bajito Richard, en su oído, dejándole un tierno beso en su lóbulo.
****
Kate se acercó. Tres pasos. Y se quedó inmóvil. Quieta. Muy quieta. El corazón se paralizó durante un segundo. El aire dejó de entrar en sus pulmones. Y tembló. Lo hizo como nunca lo había hecho antes. Las mariposas crecieron. Y crecieron. Invadieron todo su cuerpo. Volaron. Volaron tan alto que fue incapaz de controlar las dos lágrimas que brotaron desde sus ojos. Cayeron lento. Sintiéndolas. Sintiendo como humedecían cada milímetro de su rostro, ante su caída.
En el suelo. Pétalos azules. Rodeados de velas. Pero las velas no eran lo importante. Ni el color de los pétalos. Nada de eso era lo fundamental. Aquellos pétalos estaban colocados de forma estratégica. Dibujando palabras. Específicamente, una pregunta. '¿Quieres pasar el resto de nuestra vida juntos?'.
Kate se volvió. Y se tropezó con Richard. A varios centímetros de ella. Con una rosa en su mano. Y se fijó bien. Muy bien. Porque en medio de aquella rosa, un anillo brillaba, en aquella noche cargada de estrellas. Lo miró. Miró el anillo. Y repitió el movimiento. Sonrió. Y dejó de intentar controlar sus lágrimas. Alargó su mano. - Quiero pasar el resto de nuestra vida juntos. - pronunció cada una de las palabras con tanto amor que Richard sintió como su estómago se encogía.
****
Richard dio un paso más hacia ella. Cogió el anillo de la rosa y lo colocó en su dedo. Acercó aquellos pétalos hasta el rostro de Kate y la acarició. Suave. Estremeciéndola. Hasta acercar sus labios a los de ella y besarla. Primero su labio superior. Luego el inferior. Tierno. Lento. Saboreando cada segundo. Pidiendo permiso para devorar su boca. Y lo obtuvo. Y se perdió en ella. Completamente. Estrechándola contra él.
- Para siempre. - Richard secando sus lágrimas.
- Para siempre. - lo besó.
****
Richard aferró sus manos a su cadera y le dio la vuelta, apoyando su torso en su espalda. Acercando su boca a su oído. - Esta noche, las estrellas también lo celebrarán con nosotros.
- ¿De verdad? - le preguntó subida en una nube de felicidad.
- Sí, mi vida... - le dejó un beso en su cuello - Hay una increíble lluvia de estrellas.
Kate se volvió hacia él. - ¿Por qué eres así, eh? - le acarició las mejillas.
- ¿Así cómo? - se encogió de hombros.
- Así, tan especial... tan atento... Hoy, he amanecido llena de tristeza, y ahora, ahora soy la persona más feliz del mundo. - sonrió mientras varias lágrimas cayeron por sus mejillas.
- Te quiero Kate. Es de lo único que estoy seguro. De eso y de querer pasar el resto de mi vida junto a ti. - la besó.
- Ellos lo sabían... - recordó las tres últimas notas.
- Hmmm... - sonrió tímido.
- ¿Les pediste permiso? - lo miró con una increíble ternura.
- Hmmm... - asintió.
- Te quiero. - lo besó - Te quiero como nunca pensé que se podía querer.
Richard se olvidó de todo y la besó. Devorando su boca. Arrastrándola, junto a él, caminando hacia las mantas. Arrodillándose al lado de la cesta. Rodeados de las estufas que desprendían el calor suficiente para tener una temperatura perfecta. Cuando se separaron, se acariciaron mutuamente, sonriendo. - ¿Y cuál es el siguiente plan, escritor?
- El siguiente plan es disfrutar de todo lo que tenemos en la cesta. - la besó.
- ¿De todo? - sacó el postre. Piña en trocitos. Fondue de chocolate, a su lado.
- Déjame. - cogió el chocolate y lo dejó cerca de una de las estufas - Para que esté lo más derretido posible. - le guiñó un ojo.
- Y dime... - acercó sus labios a los de él, rozando, tentándolo - ¿Crees que esta noche podría coger yo el mando a la hora del postre? - le dijo bajito, insinuante.
Richard, tembló y tragó visiblemente. - Hmmm... - fue lo único capaz de pronunciar ante la sonrisa de Kate, que le dejó un beso en sus labios. - Kate... solo espero que lo que nos queda de día, convierta esta fecha en un recuerdo que mezcle tu pasado, con tu futuro, en algo único.
- Es la mejor fecha, Rick. - besó su nariz.
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La sonrisa de su mirada
FanfictionRichard Castle la recuerda. Como si fuese ayer. Como si el tiempo no hubiese pasado. Y es que ella llegó a su vida de pronto, justo cuando más necesitaba una mano amiga, una mano a la que aferrarse y no saltar al vacío. Y cuando el destino vuelve a...