Apretó su mandíbula. Cerró sus ojos. Fuerte. 'Mantén el control' se repetía una y otra vez. Era imposible. Estaba a punto de estallar. Si Kate no se detenía, se correría en su boca. Suplicó. Pidió. Reclamó. Pero ella no cedió. Siguió torturándolo. Arriba. Abajo. Apretando. Rozando. Rasgando con sus dientes. Presionando con su lengua en esa vena, completamente tensa y que lo hacía vibrar mucho más. Intentó incorporarse, pero Kate, atenta, se lo impidió. Se dejó caer. La mandíbula le dolía. El autocontrol estaba desapareciendo de entre sus manos. Estaba a punto. Lo notaba. La preyaculación estaba. Ahí. En su punta. Y ella también lo supo. Y succionó. Más fuerte. Repasando con su lengua. Y, de pronto, Richard, se dejó llevar. Mientras Kate seguía torturándolo con su boca, coló una de sus manos hasta sus testículos, a los que presionó, sutilmente, y Richard, se corrió, con un gemido que rasgó la calma de la noche.
Kate, se incorporó feliz. Fue subiendo, hasta su boca, dejando cientos de besos en su recorrido. Cuando llegó a su altura, sonrió de forma pícara, ante un Richard, completamente extasiado. - Eres una pequeña bruja, Kate... - susurró recuperando su respiración.
- Me tocaba tener el control, Rick. - acarició la comisura de sus labios.
- Ha sido increíble, Kate. Increíble. Haces que pierda el control. Te juro que lo he intentado. Hasta el final. Pero tú puedes conmigo. - abrió sus ojos, poco a poco, y vio que ella, lo sonreía, algo sonrojada.
- Solo quería que disfrutaras, como tú me haces disfrutar a mí. - lo besó.
- Lo sé. - en un movimiento certero, se colocó encima de ella - Y ahora... ¿crees que podría tomar yo el control?
- ¿No necesitas un pequeño descanso? - lo provocó. Richard estalló en una carcajada.
- Si te digo la verdad... Me has dejado extasiado. Estoy como en una nube. - la besó.
- No sabía que tenía ese poder sobre ti.
- Pues ahora, ya lo sabes. - le acarició la nariz - Eres mi más dulce adicción. - posó una de sus manos en su pecho desnudo. Hizo círculos. Kate se retorció de placer. - No sabes lo que provocas en mí cuando veo cómo te deshaces ante mis manos. - rozó sus labios con los de ella. El beso que comenzó espacio, apenas tardó en incrementar su intensidad. Los labios de Richard se movieron frenéticos sobre los de ella. Mientras, Kate, sintió que le robaba el aliento. Extasiándola. Mareándola. Y, de pronto, estaba en todas partes. Richard se multiplicó. Tocándola. Acariciándola. Provocándola.
Kate tembló. Se estremeció. Se inclinó hacia él, buscando más fricción. Notó como Richard la pellizcaba con los dedos. La lamía. La besaba. La mordía. Y le hablaba. En susurros. Lentos. Profundos. Con una voz ronca de excitación. Richard la adoraba y se lo se lo explicaba. A conciencia.
Richard comenzó a descender. Se paró varios segundos en su ombligo, ofreciendo una especial atención. Rozó con su lengua. La movió en círculos. Y le dejó un pequeño mordisquito. Y bajó. Llegó hasta su pubis. Alzó su mirada. Sonrió. Kate, tumbada, tenía sus ojos cerrados. Su boca abierta. Y emitía pequeños gemidos que enloquecieron a Richard. No tardó en abrir los labios de su sexo. Sopló. Justo en su clítoris. Provocó que ella alzase su cadera, jadeando. Más. Quería mucho más. - Rick... por favor... - suplicó, mordiendo su labio inferior, conteniendo sus jadeos involuntarios. Y Richard no se hizo de rogar mucho más. La besó ahí. Donde más necesitada estaba. Pasó su lengua. Por cada rincón inhóspito. Saboreando su humedad. Aumentándola aún más. Bajó y subió incansablemente, mientras Kate, extasiada, solo podía sujetarse aferrándose a los pelos de su cabeza. Fuerte. Muy fuerte. Tanto, que temió estar haciéndole daño. Pero él, no se quejó. Porque cuanto más excitada y húmeda estaba, más excitado estaba él.
Dos dedos entraron en ella. Suaves. Cariñosos. Se curvaron. Buscaron esa pequeña esponja. La rozaron. Presionaron. Y Kate sintió que caía por un precipicio. Sus paredes vaginales se contrajeron. Involuntarias. Incontrolables. Apretaron sus dedos. Y Richard la besó. Como un huracán. Desenfrenado. Alocado.
Richard sacó ambos dedos. Apoyó las manos, a ambos lados del cuerpo de ella, y la penetró. Lento. Milímetro a milímetro. Se detuvo un instante. Esperó. Quiso que el sexo de Kate se fuese habituando al suyo. Y, ninguno de los dos, pudo evitar temblar. El escritor, apretó su mandíbula con fuerza. Aspiró aire. Y lo soltó despacio, entre sus dientes. Entrar en Kate siempre lo enloquecía.
Kate cerró los ojos. Solo quería sentir. Sentirlo. Permanecer atada a él. Para siempre. Que esa noche no acabase nunca. Y no pudo controlar la convulsión de su propio sexo. Richard lo sintió. Sus frenéticos latidos engullían su miembro. Entonces, Kate, aflojó sus manos, que aferraban la manta con fuerza. Las colocó en los brazos de él. Y fue testigo de su estremecimiento. Porque
Richard, estoicamente, estaba haciendo un esfuerzo increíble por no moverse y por no dejar todo su peso encima de ella. Lo acarició. Lento. Con la yema de sus dedos. Suave. Y Kate gimió. Porque la excitación de Richard aumentó. Y su miembro se endureció aún más dentro de ella. Estirándola. Solo un poco más. Ambos sonrieron. Cruzaron sus miradas. Y supieron, en ese mismo instante, que lo que se provocaban, el uno al otro, jamás lo habían sentido antes. Nunca. - Kate... - susurró - Separa un poco más las piernas. - le pidió. Kate no dudó. Según le escuchó, lo hizo. Richard, la penetró aún más. Y permaneció inmóvil. Aunque sus músculos lo delataron, porque fueron incapaces de dejar de temblar. - Dobla la rodillas, por favor... aférrate a mí - las palabras rasgaron su garganta. Ella, respondió al instante. Y su erección entró más profundo.
- Rick... Por favor... Me estás matando... Te necesito. - gimió - Necesito que te muevas.
Y Richard se movió. Pero muy lento. Ajustando sus caderas. Confirmando que su miembro, erecto, llegaba al final del sexo de ella.
Inmóviles. Ambos. Los dos. El calor se convirtió en algo insoportable. Kate, lo encerró dentro de ella. Entonces, Richard, salió de ella. Y entró. Quiso que ella percibiese cada centímetro. Y él, se perdió en su humedad. Completamente abierta a él. Salió de nuevo. Y entró. Un poco más rápido. El sexo de Kate se humedeció más rápido. Y el pene de Richard fue cómplice de las pequeñas contracciones de Kate, que avisaba de su inminente orgasmo. Estaba cerca. Muy cerca.
- Rick... No aguanto más... - jadeó - No sé... que... me haces...
- Un poquito más... mi vida... - le suplicó.
Richard sacó su erección al completo. Entrelazó sus manos con las de ella. Y la penetró. Hasta la mitad. Certero. Y, después, apretó sus glúteos y terminó por introducir su miembro al completo. Una estocada final. Pegó su frente a la de ella. Se miraron. Y, sin palabras, se amaron. Él, volvió a entrar y salir. Más rápido. Más fuerte. Más continuado. Y en el sonido de la noche, se perdieron sus gemidos, sus jadeos y el choque de sus cuerpos. Cuando Kate se apretó, compulsivamente, alrededor de su sexo, Richard no lo soportó más y eyaculó.
Kate se perdió en su orgasmo, al completo, en cuanto notó como él la humedecía con su semen. Se abrazó a él. Perdió su rostro en su cuello. Lamió su pulso. Lo besó. Lo acarició. - No salgas de mí... - pidió, suplicante. Y Richard obedeció. Permaneció dentro de ella. Y cuando calmaron sus respiraciones, en un solo movimiento, sin romper su palabra, apoyó su espalda contra la manta, con ella encima y tapó a ambos. - Me gusta sentirte dentro... - le susurró Kate, que se movió para encajarlo un poco más en ella.
- Kate... vas a volverme loco... - jadeó.
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La sonrisa de su mirada
FanfictionRichard Castle la recuerda. Como si fuese ayer. Como si el tiempo no hubiese pasado. Y es que ella llegó a su vida de pronto, justo cuando más necesitaba una mano amiga, una mano a la que aferrarse y no saltar al vacío. Y cuando el destino vuelve a...