CAPÍTULO 41

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Abrazados. Mirando el cielo. Viendo rodar a aquellas estrellas. Un lado. El otro. Richard indicaba con el dedo cada una de ellas. Y lanzaba deseos al aire. Todos ellos, relacionados con Kate y Alexis. Y ella, aferrada a su cuerpo. Feliz. Incapaz de pronunciar palabra, por un día que jamás podría olvidar.

- ¿Has visto? ¡Es increíble la velocidad que alcanzan! - pronunció con la emoción de un niño.

- Hmmm... - Kate solo era capaz de mirarlo a él.

- ¡Oh, Kate! ¡Si no estás mirando! ¡Te estás perdiendo una auténtica maravilla! - le dijo mirándola.

****

Kate se incorporó. Besó su nariz y bajó hacia sus labios. Rozando. Muy suave. Buscando su aliento. Besándolo. Tiró de su labio inferior hacia ella. Richard gimió y se aferró más a su cadera, atrayéndola hacia él. - Kate... no hagas trampas... - la besó - ...me quieres desconcentrar. - siguió besándola - Sabes que contigo no tengo control. Me activas y no hay vuelta atrás.

- Me encanta la lluvia de estrellas... pero tú me encantas mucho más y no soy capaz de concentrarme. - le susurró mientras rozaba su lengua en su lóbulo. Richard tembló. Kate sonrió. No había en el mundo nada mejor que lo que era capaz de provocar en él. Esa sensibilidad. Esa vulnerabilidad. Esa entrega plena.

Posó una de sus manos en mitad de su camiseta y fue bajando. Centímetro a centímetro. Hasta alcanzar el pliegue y colar la mano. Tocando su piel. Acariciando. Sintiendo como se erizaba. Haciendo círculos en su ombligo. - Esta noche, soy yo quien está al mando. - le dijo bajito y le dejó un pequeño mordisco en la barbilla, para perderse en su cuello, dejando besos, roces con su lengua. - No quiero que te muevas mucho, solo lo justo... porque tenemos un postre que terminar. - le sonrió, mordiéndose su labio inferior.

- Kate... - fue lo único capaz de pronunciar, fijando su mirada con la de ella. Cerró sus ojos. Ofreciéndose a ella. Confiando en ella. Como nunca. Y para siempre.

****

Kate apartó la manta que los cubría. Se puso a horcajadas, encima de él. Y acercó el chocolate fundido y los trocitos de piña a su lado. - Ahora, eres, todo mío, mi vida. - coló sus manos por su camiseta y le indicó a Richard que le ayudase a quitársela. El escritor, hizo lo propio.

- ¡Cuidado! - soltó Richard cuando vio que Kate lanzó la camiseta, cayéndose hacia el jardín.

- Creo que luego tendrás que bajar de la azotea sin ella puesta. - sonrió.

- Tú lo que quieres es que escandalice a nuestra familia.

- Me has pillado... - le guiñó un ojo.

Kate se echó sobre Richard. Completamente encima de él. - Creo que podría quedarme así para siempre. - lo miró dejando un tierno beso en su barbilla.

- Seré tu prisionero el tiempo que quieras.

- Suena bien... - posó sus labios en su cuello y fue bajando. Llegó a su torso. Con sus yemas, acompañaba las caricias de sus labios. Hasta que se tropezó con sus pequeños pezones. Y mientras saboreaba uno, pellizcaba lentamente el otro. Y Richard, extasiado, era incapaz de pronunciar algo más allá que gemidos. Gemidos que solo activaban a Kate. Mucho. Mucho más. Porque sintió que con solo acariciar a ese hombre, la unión de sus muslos, ya se humedecía. - Ahora, no abras lo ojos, ¿sí?

- Hmmm...

- ¿Me lo prometes?

- Te lo prometo.

Richard cerró sus ojos. Kate cogió uno de los trocitos de piña y lo bañó en chocolate. Lentamente, desde el ombligo hasta la boca de Richard, dejó un camino de chocolate, rozando la pequeña pieza de fruta. Hasta que se lo coló por la boca. - Me encanta la piña. - sonrió Richard saboreando.

- Tenemos mucha...

- Hmmm... Pero más me gustas tú. - intentó tocarla con sus manos.

- Shhh... No, no, no... No puedes tocarme. - se apartó de él.

- Oh, Kate... ¿ni un poquito?

- Ni un poquito. - sonrió.

- Pero me gusta tocarte... - suplicó.

Kate posó sus labios en su ombligo. Rozó su lengua. Y con ella, fue limpiando los restos de chocolate. Richard cerró las manos, esforzándose para cumplir su promesa. Aunque, por dentro, moría de necesidad. Necesidad de tocarla, acariciarla, escucharla jadear por él. Y para él.

La inspectora llegó hasta su barbilla, y dejó un beso en sus labios, aún con restos de ese chocolate. - Por mucho tiempo que te toque, soy incapaz de resistirme a ti. - Volvió hacia el chocolate. Esta vez no hubo piña de por medio. Dos de sus dedos se impregnaron y con rapidez acarició el contorno de los labios de su escritor, hasta que Richard, los metió en su boca, succionándolos. Aquella simple caricia provocó el primer jadeo de Kate. - Rick... - se movió y al rozar su cuerpo con el de Richard, fue consciente de la excitación de su pareja. Sonrió. Liberó sus dedos. Se inclinó y se perdió en un beso. En una lucha de su lengua contra su lengua.

Richard aprovechó una pequeña bajada de defensas de Kate para cambiar los papeles. Terminó encima de ella. - Rick... tu promesa... - le recordó.

- Si, Kate... no se me olvida. - buscó el pulso de su cuello y lo presionó con sus labios. - Pero creo que también es justo que vayamos desprendiéndonos de la ropa al unísono. - pronunció entre besos.

- Hmmm... - para el quinto beso Kate ya estaba completamente olvidada de cualquier promesa anterior. Richard sonrió al verla tan entregada.

Kate, junto a la ayuda de Richard se quedó en ropa interior, de la misma forma que él también se desprendió de su pantalón. Empate. El juego acababa de comenzar. Así que Kate, en un despiste del escritor, con una perfecta llave karateka, consiguió estar encima de él. - ¿Cómo lo has hecho? - preguntó sorprendido.

- Con muchos años de entrenamiento. - le dijo con una sonrisa pícara.

- Me tienes que enseñar... - le puso una perfecta cara de niño bueno.

- Puede que algún día... - dejó caer la inspectora.

Durante un minuto se quedaron inmóviles. Mirándose. Sonriendo. Contemplando aquella noche maravillosa. Deseando repetir, año tras año, aquella perfecta tradición que comenzaban. Kate, apoyó la palma de sus manos en el torso de Richard y las fue deslizando hacia sus caderas. Sus yemas hicieron pequeñas curvas. Hasta que tropezaron con la cintura del boxer. Entonces, coló los dedos y fue bajando la prenda con la ayuda de Richard. Esta vez, controló el lanzamiento y lo dejó a escasos dos metros de ellos.

- Buena puntería, inspectora. - reconoció.

- Siempre, escritor. - le guiñó un ojo.

- Kate...

- ¿Qué?

Richard alcanzó una de sus mejillas y la acarició. - Mis días era una lucha continua, Kate. Una lucha no solo con Alexis y su estado de shock, sino también con mis miedos, mis incertidumbres, mi vulnerabilidad, mi falta de autoestima... Y llegas tú, y le das luz a cada rincón de mi corazón... Y lo único que deseo es ser capaz de ofrecerte lo mismo. O, incluso, un poquito más.

- Ya lo haces, Rick... - lo besó. Primer tierno. Muy suave. Como con cierto permiso. Para convertirlo en una vorágine de sensaciones. - Y ahora... - aferró su lóbulo con sus dientes y tiró hacia ella - ...empieza tu noche, mi vida.

La sonrisa de su miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora