- Aquella noche, cuando golpeé su puerta... estaba roto Kate, tan roto. En mis pensamientos solo podía dar cabida a la última imagen de Fiorella. Se repetía una y mil veces. Incansablemente. Tenía ese cuerpo colgado en mi retina y solo podía decirme, a mí mismo, que tendría que haber hecho las cosas de forma diferente. - buscó su calor, apretándose más contra ella, sin apartar la mano de su vientre - No supo el aspecto tan atroz que tenía hasta que Carmen abrió la puerta y puso cara de espanto, asustada. No era estar mojado y con barro hasta las orejas, es que, según ella, mi mirada no tenía vida, ni ganas de ella. - besó su hombro - No sé cómo pudieron fiarse de mí. Me invitaron a entrar. Me aseé. Cené caliente después de un par de semanas casi sin probar bocado. Era como si estuviese haciendo una penitencia que no tenía sentido. - aspiró el aroma de Kate queriendo inundar sus sentidos.
- Te estabas castigando... - susurró.
- Hmmm... Me encanta como hueles, Kate. Nublas mis sentidos. - sonrió contra la piel de su cuello, dejando un beso.
- Igual que el día que te encontré en tu despacho, medio desnudo, junto a la ventana abierta, helado. - rememoró con voz preocupada - Ahí también te estabas castigando... - se giró un poco para ver su rostro - ¿Por qué Rick?
Richard se quedó paralizado por su pregunta. La misma pregunta que él se había repetido mil veces y a la que nunca le había encontrado una respuesta. Él se castigaba. Lo hacía. Cuando las cosas no iban bien, se convertía en su peor enemigo. Quizá, aquellos años en el colegio, viviendo como el marginado de la clase, habían hecho mella en él. Siempre solo. Aislado. Perdido. Quizá, terminó por creerse todos esos insultos y vejaciones.
- Es una pregunta para la que no tengo respuesta, Kate. - sonó sincero. Se encogió de hombros - Podría psicoanalizarme y darte alguna conclusión pero no lo sé... Puede que, al final, de tanto repetir que no sirves para nada o que no eres nadie importante... te lo termines creyendo... si terminas aceptando que la gente te humille... ¿no terminas humillándote a ti mismo cada vez que lo creas necesario?
Kate cerró los ojos de golpe. Sabía que Richard estaba herido. Lo que no sabía era hasta cuánto. Ni cuándo comenzaría a cicatrizar cada uno de los golpes recibidos. Inspiró. Soltó el aire. - Rick... toda esa gente, esos niños, los adultos... cada uno de los que, de alguna forma, te humillaron, te insultaron, te golpearon... eran ellos los equivocados, los raros, los que estaban fuera de la 'normalidad' establecida. Tú no eras ni eres el problema. No puedes castigarte. Ya la vida es lo bastante complicada como para que a eso le sumes tu juicio de valor a base de recompensa o condena.
- Lo sé. Y te prometo que he intentado cambiar pero es complicado. Es algo natural en mí.
- Ayer, cuando me perdí y no subías a verme tras llegar a casa... No era un enfado contra mí, era un castigo contra ti. Te castigabas sin hacer lo que querías porque creías haber cometido un error, ¿verdad? - agarró su rostro con sus manos. Richard acarició su vientre, suave.
- Un poco sí. - reconoció tímido - Soy... un... poco raro. - sonrió con vergüenza.
- No. No eres raro. Te han hecho creer que eres raro. Pero eres estupendo. Tienes que creerlo. Ayer nada de lo que tú hiciste provocó que yo saliese a la calle. Fue mí sin razón. Mi pesadilla. Mi sentimiento de culpabilidad. Pero tú no tuviste nada que ver. - acarició su nariz con la suya.
- Me moría de ganas por abrazarte y besarte y darte calor y no soltarte nunca... Hice todo lo contrario. - afirmó, torciendo el gesto.
- Necesito que conmigo no te castigues Rick. No puedo dejar que hagas algo así. - lo besó tierno. Por partes. El labio superior. El inferior. Le dio un pequeño tirón hacia ella hasta que él abrió sus labios y la inspectora lo invadió con sus cinco sentidos. - Te amo - susurró - Y ese amor, invade toda mi vida. Me haces ser mejor persona.
![](https://img.wattpad.com/cover/95551097-288-k702236.jpg)
ESTÁS LEYENDO
La sonrisa de su mirada
FanfictionRichard Castle la recuerda. Como si fuese ayer. Como si el tiempo no hubiese pasado. Y es que ella llegó a su vida de pronto, justo cuando más necesitaba una mano amiga, una mano a la que aferrarse y no saltar al vacío. Y cuando el destino vuelve a...