Richard llevaba varias horas despierto. Intuía, por cómo se filtraba la luz en la habitación, que no serían más de las 4 de la mañana. Había aprendido a orientarse gracias a sus noches de insomnio, buscando la frase perfecta, el sinónimo adecuado o el desenlace con la fuerza suficiente para enamorar al lector. Intentaba dormir, pero no podía. Lo único que hacía era abrazarse más fuerte a Kate. Perderse en su aroma. Encontrar en su paz, la suya propia.
Era incapaz de apartar de su mente el encuentro con Meredith. Hacía dos años que había aprendido a olvidarla pero era incapaz de entender cómo fue capaz de firmar aquel acuerdo. Cómo pudo renegar de su hija por un millón de dólares más. La angustia del pasado embargaba su interior. Escondió su rostro en el hueco del cuello de Kate. Volvió a inspirar su aroma, pero no pudo evitar que una de sus lágrimas rozasen su piel. Contuvo la respiración. Esperando que ella siguiese dormida. Sin darse cuenta de nada.
Que la noche solo fuese testigo de su dolor. Cerró sus ojos, apretó su mandíbula para contener las emociones que querían desbordarlo. Hasta que Kate, se movió, despierta, expectante, sabiendo que su escritor se ocultaba en la noche para descargar cada tensión vivida durante el día. Se volvió hacia él. Le acarició el contorno de sus ojos. - Estoy aquí, no me voy a ninguna parte, quiero ayudarte. Estar contigo siempre. Porque eres un hombre increíble al que la vida no le ha puesto las cosas fáciles. Pero no quiere decir que no te merezcas ser feliz al completo. Solo que, a veces, la vida nos pone a prueba. - besó cada uno de sus párpados. - No estoy aquí solo para compartir sonrisas y buenos momentos, también estoy aquí para compartir nuestras lágrimas. - besó su nariz y notó como él no podía contenerse más - Por favor... sé que lo necesitas... - Richard abrió sus ojos y dejó escapar cada lágrima, poco a poco, sin apartar la mirada de ella, dándole las llaves de su interior, mostrando quien era, su pasado, su presente y ofreciéndole su futuro.
Kate puso su mano en el rostro de Richard. Con su dedo índice fue pasando por el contorno, sus cejas, sus ojos, sus mejillas, su nariz, sus labios. A estos últimos fue a los que dedicó mayor tiempo. Pasando suave, dejándole tiernos besos. Bebiendo sus lágrimas. - Me gustaría saber cómo quitarte ese dolor. - habló bajito. Y volvió a besarle, lento. Primero su labio superior, luego el inferior. Tanteó la entrada en su boca y él le dio permiso con un suspiro. Kate atravesó decidida su boca, degustando su sabor, profundo, intenso, apremiante, como si la vida se acabara en ese mismo instante. Arrastrando su amargura, hasta convertirlo en pasión, incrementándola segundo a segundo.
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Al cabo de unos minutos se separaron, recobrando su pulso, más pausado. - No puedo dejar de pensar en Alexis, en que crecerá y algún día se enfrentará con una verdad que ya le está dejando secuelas. Y me siento responsable Kate.
- No es tu culpa Rick. Que Meredith no tenga corazón no es responsabilidad tuya. Es ella la que tiene que sentirse mal. Solo ella. - lo besó - Alexis no podría tener un mejor padre que tú. Y lo superará porque tendrá tu amor. Y el amor de otras personas. Será suficiente. De verdad.
- Tendrá tu amor. - sonrió Rick.
- Sí, lo tendrá. Ya lo tiene y estará ahí siempre. - entrelazó sus piernas con las de él para acercarse aún más, si eso era posible. - Y a ti, también te quiero cerca. - sonrió.
- No nos acerquemos más, que no respondo. - pronunció bajito - Que la carne es débil. - besó su frente.
- Uno de estos días... pronto... no tendrás que controlarte. - dijo sonrojándose, mientras se mordía su labio inferior.
- Me gusta cómo ha sonado eso. - apoyó su frente en la de ella - Mi madre llega mañana por la tarde. Mientras le cuenta todo lo que ha hecho a Alexis, podremos hablar y contarnos todo lo que necesitamos y yo... - cogió aire - ... necesito decirte cómo entré como consultor en comisaría.
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La sonrisa de su mirada
FanficRichard Castle la recuerda. Como si fuese ayer. Como si el tiempo no hubiese pasado. Y es que ella llegó a su vida de pronto, justo cuando más necesitaba una mano amiga, una mano a la que aferrarse y no saltar al vacío. Y cuando el destino vuelve a...