Richard llevaba recogiendo una hora el desaguisado que habían provocado tanto Alexis, Max, como él en una de sus últimas batallas por la supervivencia del ser humano, lleno de lanzamientos de misiles en formato cojín, alrededor de todo el salón.. El salón parecía un auténtico campo de batalla. En aquellos momentos de juegos, era difícil distinguir quien era más niño de los dos. Mientras él se dedicaba a organizar todo antes de la llegada de Kate, Alexis había caído rendida. Entre cojines, y con Max echado en el suelo, pero a su lado, descansaba en uno de los sofás, con una manta a medio cuerpo. Max tenía por costumbre, desde que había llegado a su hogar, a no fiarse de los movimientos que Alexis podía hacer estando dormida en un espacio más pequeño que la cama... y por seguridad, se ponía debajo, para retener alguna posible caída.
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Llamaron a la puerta. Richard bufó intentando adivinar quién llegaría a esa hora, cuando justo tenía el tiempo suficiente para dejar todo ordenado y arreglarse un poco. Se acercó con mala gana y cuando abrió, su cara cambió completamente de expresión. Ante él, Kate, con un par de bolsas en cada una de sus manos.
- Sorprendido, ¿escritor? - le lanzó una sonrisa traviesa. Aunque no pudo evitar hacer una radiografía de aquel hombre que estaba frente a ella y morderse instintivamente su labio inferior. Le encantaba cuando le abría la puerta de esa guisa: camiseta de pico, vaqueros y descalzo.
- Le gusta lo que, ¿inspectora? - alzó su ceja en tono burlón.
- Lo que veo es un escritor poco caballeroso que me tiene aquí, esperando, con mis manos llenas de bolsas. - le sacó la lengua.
- Ah... ya veo... con que... esas tenemos... - se fue acercando lentamente hacia ella, rozó sus labios en la punta de la nariz, en una de sus mejillas, después en la otra, en la comisura de sus labios, bajó hasta su cuello con pequeños besos, mientras sus manos acariciaban sus brazos, acercándose a sus manos, como si tuviese miedo a romper su sueño más preciado, mientras Kate terminó temblando ante tantas caricias. Cuando se apartó de ella tenía una mirada divertida y las cuatro bolsas en sus manos y se encaminó hacia la cocina. - Cuando salga del shock, inspectora, cierre la puerta y despierte a nuestra calabaza que lleva todo el día preguntando por usted.
Kate no pasó por alto la referencia de Rick de 'nuestra calabaza' y le gustó la sensación que le invadió. Era como estar en casa. Llegar al hogar después de un día agotador y encontrar la tranquilidad y la paz suficiente para recargar energías y seguir caminando un día más. Se acercó hasta el sofá donde estaba Alexis dormida y se sentó a su lado. Con suaves caricias, Alexis se fue despertando. Sus ojos fueron abriéndose poco a poco, como algo desorientados, hasta que vieron quien estaba a su lado y se alzó para abrazarla.
- ¿Ya es tarde? - Alexis.
- No cariño, hoy he salido un poco antes. Hice una promesa de cocinar para vosotros y tenía que cumplirla.
- ¡Qué bien! ¡Me gusta! - sin soltarse de su cuello.
Richard se acercó hasta ellas y se sentó a su lado. - ¿Y bien? Como has llegado tan pronto, apenas son las 6... ¿Qué hacemos? ¿Una batalla de espadas láser?
- ¡No! ¡Una peli!
- ¿Dumbo? - preguntaron los dos adultos a la vez. Alexis rio a carcajadas.
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Richard se levantó en busca de la película sin quitar la mirada de Alexis y Kate. Ésta última estaba haciéndole cosquillas a la pequeña, que reía sin cesar. Mientras colocaba la película no pudo evitar sentir como ciertos flashes del pasado le visitaban recordando cómo había sido su vida junto a Meredith. Como nunca había visto a su hija tan feliz con su madre. Jamás había reído así. Ni aun cuando Meredith hacía el papel de su vida, engañando a la gente, mostrando la cara de una madre feliz, cuando no lo era.
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La sonrisa de su mirada
FanfictionRichard Castle la recuerda. Como si fuese ayer. Como si el tiempo no hubiese pasado. Y es que ella llegó a su vida de pronto, justo cuando más necesitaba una mano amiga, una mano a la que aferrarse y no saltar al vacío. Y cuando el destino vuelve a...