CAPÍTULO 54

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Richard acariciaba a Kate, con sus ojos cerrados. Perdiéndose en el calor que su cuerpo le transmitía. Hasta que Kate, los cubrió más con la ropa de cama y le dejó un perfecto beso en su cuello. - Rick...

- Estoy pensando.

- ¿Tantas preguntas tienes que no sabes por cuál empezar?

- Podría ser inspectora... - haciéndose el interesante.

- A lo mejor me da tiempo a echarme una siestecilla... - lo pellizco.

- ¡Ay! - se quejó riendo - Vale, vale... Hmmm... ¿Tuviste muchos amigos en tu época adolescente?

- Nunca fui la líder de las 'guays' de la clase. Más bien de los frikies.

- ¿De verdad?

- Sí. Era una sindicalista de las causas desfavorecidas.

- Me hubiese gustado verte.

- No lo creo. Iba con mi horrendo aparato. Estaba feísima.

- ¿Tú fea? ¿En serio?

- Sé que parece imposible, pero sí. - rio.

- Veo que la influencia de tu padre por las causas perdidas fue efectiva.

- Más o menos. - sonrió - Fallo en la constancia. No soy tan constante como él. Al segundo tropiezo dejo de luchar.

- Creo que eso ha ido mejorando con el tiempo.

- Puede que sí, escritor.

- ¿Tuviste algún noviete?

- ¿Quieres entrar en ese tema? - alzó la cabeza para mirarlo.

- ¿No? - se encogió de hombros.

- ¿Podrás controlar los celos? - sonrió.

- ¿Me vas a poner celoso a posta? - alzó sus cejas.

- Solo voy a ser fiel a la realidad... - bromeó.

- Ya veo... - cerró sus ojos - Creo que será mejor dormir.

- ¡Oye! - le dio un toque en el pecho.

- Yo tuve alguna novieta en el instituto... Bueno, el tiempo que no estaba dando vueltas con mi madre. Cuando mi abuelo consiguió imponerse. - sonrió.

- ¿Y tienes un buen recuerdo de ellas?

- Creo que sí.

- Yo también tuve algún noviete. Pero nada importante.

- ¿Tu primera relación importante?

- A los 17. Me escapé de casa durante un mes. Me escondí con él en el pueblo de sus abuelos.

- ¿Como una fugitiva?

- Mi padre se rebotó al enterarse de quién era mi novio.

- ¿Y quién era?

- El más heavy del barrio.

- Inspectora... saltándose la ley.

- Creo que me fui para fastidiar a mi padre. Durante ese mes conté cada día. Eso de vivir sin las comodidades de casa, no me gustó demasiado.

- ¿Duró mucho?

- Un año. Cuando tuve que ir a la universidad, acabó.

- ¿Fue duro?

- No. Me veía incapaz de estudiar fuera y tener una relación a kilómetros. Hicimos lo mejor.

- ¿Lo has vuelto a ver?

- Hace un par de años. Nos cruzamos por la calle. Me costó reconocerlo. Se había cortado sus melenas. Era un estupendo padre de familia.

- Y después... en la universidad...

- Sí, me enamoré.

- Convencida...

- Cuando mi madre murió, se acabó.

- Kate...

- No estuvo a mi lado. Fui un pasatiempo. Y a partir de ahí, mis relaciones fueron pequeños chalecos salvavidas, pero nada más. Hasta que llegaste tú.

- ¿No quieres que siga preguntando por ellos?

- Preferiría en otro momento... ¿podría ser?

- Por supuesto, mi vida. - la abrazó - ¿Crees que podríamos dormir un poco?

- ¿Estás cansado?

- Un poco, la verdad. Podemos seguir mañana donde lo hemos dejado hoy.

- ¿En todos los aspectos? ¿Me está rechazando escritor? - acarició su pecho, bajando hasta su ombligo.

****

Kate no tuvo tiempo de reaccionar porque en un segundo, Richard se posicionó sobre ella. Rozó su lengua por su escote. Besó su piel. Mordió, suavemente, sus costados. Durante varios segundos, jugó con su ombligo. Y, tras ello, se perdió más y más abajo. Besó, húmedamente, su monte de venus. Tras lo cual, tomó la decisión de deslizarse por entre sus labios exteriores. - Es imposible que te rechace, Kate. - susurró - Pierdo la cabeza. Me encanta como tiemblas, como sabes, como hueles... - Kate sintió como su piel se erizaba ante cada comentario de su escritor.

La lengua de Richard se hundió hasta encontrar su clítoris, mientras Kate se agarró con fuerza a las sábanas. Jadeó. Suspiró. Gimió. Alzó sus caderas sin poder evitarlo. El escritor agarró y abrió sus piernas a la altura de las rodillas. Cuando la tuvo completamente abierta hacia él, se metió en medio. Kate solo pudo acariciar su cabeza y aferrarse a su pelo. Sintió el calor que le provocaba el roce de su lengua, las caricias de sus dedos. Arriba. Abajo. Rodeando su entrada. Estirándola. Torturándola. Hasta que, finalmente, la penetró con uno de sus dedos. - Rick... - sus nudillos se blanquearon ante la fuerza con la que se aferraba a las sábanas - Más... más... más...

- Dime qué quieres... – le susurró, apartándose, momentáneamente de entre sus muslos.

- ¡Todo! ¡A ti! – le contestó entre jadeos, incapaz de controlar su grito cuando Richard se movió, con infinita calidez y soltura, entre sus pliegues y gimió con tanta fuerza que se sorprendió a sí misma. Jamás, nadie le había provocado ese tipo de sonidos. Su dedo, solitario, siguió penetrándola, hasta que un segundo se unió, junto a su lengua, que torturaba, a base de ochos, su bultito. Kate sintió que estaba a punto de explotar. - Para... ¡Para!... Me voy... Rick... - suplicó, advirtiendo de su necesidad de perderse en su orgasmo.

- Voy a seguir Kate... - alzó su rostro para ver, con detenimiento, el placer que estaba provocando en ella - Esta noche, quiero oírte, Kate... Necesito oírte...

- Me... correré... - exhaló, temiendo terminar cuando apenas habían comenzado.

- Y volverás a hacerlo, mi vida... - sopló en su clítoris estremeciéndola. Se hundió entre sus muslos. Kate cerró sus ojos, fuerte. Sus manos apretaron las sábanas, dejándose llevar. Escuchó el sonido de su lengua, junto a su humedad. Se excitó mucho más. Jamás aquel sonido había provocado en ella los instintos más básicos. Pero él era capaz de conseguir cualquier cosa de ella.

Su escritor, de pronto y sin previo aviso, coló sus manos por sus nalgas y levantó aún más sus caderas. Kate se rindió. Nunca había estado tan expuesta ante un hombre. Abierta a él. Solo para él. Sin miedos. Sin vergüenza. Pero él, no era como los demás. Él lo era todo para ella. Él sacaba su pasión, su excitación, su locura a relucir. La devoró. Como nunca. Y, Kate, se corrió en un grito que a ambos les fascinó.

Richard fue subiendo hacia ella, dejando tiernos besos por todo su cuerpo, rozándola con su lengua. Tentándola cuando pasó sus dientes por sus pezones. - Vamos... - se incorporó. Le tendió su mano y la llevó hasta la ducha - Hoy te deseo más que nunca Kate. - le dijo a un milímetro de su boca, antes de meter su lengua hasta el fondo.

La sonrisa de su miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora