Capítulo 29

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DOWNTOWN L.A.

8:00 PM

Saqué del líquido revelador la última fotografía y la colgué en el largo lazo lleno de las sesiones que había tenido en aquellos días. Por fortuna el trabajo, que era lo único que me quedaba real, me había permitido estar distraída.

Salí del cuarto oscuro mientras estornudaba repetidamente y odié estar resfriada justo en esos momentos. El estudio ya estaba vacío después de haber recibido la visita de las despampanantes modelos de Victoria's Secret para una sesión que me dejaría mucho dinero, y empecé a recoger todos los materiales y herramientas que había usado aspirando por fin el olor de la calma y la quietud. Organicé los lentes y las cámaras en los respectivos maletines cuando un recuerdo me golpeó justo en la melancolía.

~

—¿Recuerdas cuando tenías diez años, estabas mal y venias para que te abrazara y luego te arrepentías?

—Sí, claro que me acuerdo, que tiene eso que v... ¡Oh no, Alexander! Ni se te ocurra —repliqué al recordar porque me arrepentía, pero no tuve tiempo de reaccionar ya que me abrazó a él con más fuerza y me levantó dándome vueltas—. ¡No, Alexander!, ¡ya bájame! —grité entre risas.

~

¡Maldición!, pensé, ¿por qué justo ahora? ¡Se suponía que ya lo había olvidado!

La ansiedad no se había hecho esperar y con rapidez busqué en mi chaleco la solución que creía más adecuada. Puse el cigarro en mis labios y lo encendí rápidamente deseando que la nicotina alivianara un poco mi mente.

Lo consiguió, pero fue algo efímero.

Abrí el enorme ventanal que daba a la ciudad de Los Ángeles buscando aire puro.

Después de la llamada que había recibido de Alexander meses atrás decidí que me estaba haciendo más daño del que podía soportar. Por eso cambié el teléfono y decidí perderme, aunque pareciera cobarde.

Aunque lo confesaba: era una cobarde.

Cobarde porque no fui capaz de volver, porque quise esconderme hasta debajo de las piedras con tal de que él no me encontrara. Cobarde porque no quería enfrentarme a mi realidad.

Pero sabía que era lo mejor para nosotros, o por lo menos para él.

Alexander tenía una vida. Yo misma había sido testigo de ella y no sería justo que todo lo que él había logrado, y que por cierto Lane había sido parte de ello, se fuera al traste por un estúpido y desubicado sentimiento mío.

Limpié con rabia las lágrimas que se habían escapado y salí rápidamente del estudio, necesitaba despejarme.

Caminé por las calles abarrotadas de gente y el frio me golpeó de lleno. Maldije para mis adentros por haber olvidado el abrigo en el estudio, pero no quise devolverme.

El momento [in]oportuno #WeAreWorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora