La amistad entre un hombre y una mujer, el debate de siempre.
¿Qué tan cierto es eso de que un hombre y una mujer no pueden ser amigos?
¿Quien formuló aquella máxima? Y lo más importante, ¿por qué lo hizo?
El amor ha cambiad...
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RANCHO CUCAMONGA
9:00PM
Stuart se fue de la propiedad casi al caer la tarde, no sin antes presentarme ante los trabajadores y un par de empleadas domésticas por si necesitaba algo.
Con la ayuda de Alex subimos las pocas maletas que habíamos llevado hasta las habitaciones y abrí la puerta de la que sería la nuestra.
Stuart me había explicado que la habitación principal era la única que había sido remodelada hasta ese momento, las demás estaban empolvadas y llenas de materiales que incomodaban a la vista así que nos dijo que usáramos esa, y allí estábamos.
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La habitación era enorme. Estaba limpia y redecorada, había una puerta que daba al baño, un peinador, un armario, unas cuantas mesas y un sillón que parecía un divan, pero lo que más llamaba la atención era la gigante cama de dosel que reinaba en el lugar.
Sin previo aviso, el terror me invadió.
—Dormiremos juntos, Vicky —repuso Alex mientras dejaba en el suelo las valijas.
Agité suavemente la cabeza. —No es necesario.
—Solo hay una cama —señaló con obviedad—. Además, no sería la primera vez que lo haríamos.
—Sí, lo sé —asentí intentando recordar las incontables ocasiones que compartimos cama—. La última vez fue hace cuanto, ¿seis años?
Los ojos color miel de Alex se entrecerraron ligeramente, como lo hacía cada vez que buscaba en medio de su memoria algún recuerdo. —Sí, bastante tiempo —respondió segundos después— pero eso es lo de menos, mira la cama es amplia. —Extendió su brazo hacia la mencionada.
—No —negué con firmeza—, sabes que no me gusta dormir en las camas con dosel. Me siento ahogada y me da la impresión de que el techo se va a caer —repuse mirando al susodicho con desconfianza. Aquel era un temor que tenía desde pequeña, y nada había podido cambiarlo.