La amistad entre un hombre y una mujer, el debate de siempre.
¿Qué tan cierto es eso de que un hombre y una mujer no pueden ser amigos?
¿Quien formuló aquella máxima? Y lo más importante, ¿por qué lo hizo?
El amor ha cambiad...
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ECHO PARK
11:30AM
Por primera vez en mi vida sabía que estaba luchando contra algo que me superaba.
Desde que tenía memoria, había sido de aquellas personas que siempre hacían lo que querían hacer, y no solo lo que se debía hacer. Pero justamente ese día, decidí actuar con sensatez por primera vez.
La llamada de Alexander me sorprendió bastante, pero agradecía que hubiera sido una llamada y no un encuentro sorpresivo, porque así me dio tiempo suficiente para asimilar la sorpresa y fingir.
Le mentí diciéndole que había estado ocupada cuando no fue así.
Justo esos tres días después del beso habían sido los más libres que había tenido en muchos años, así que el recuerdo me había atormentado sobremanera.
Esa misma noche no pude dormir bien y al día siguiente intenté hacer de todo para mantener mi cabeza despejada. Chloe se estaba adelantando en su empresa de todas las labores, así que tampoco pude contar con ella para distraerme.
Arreglé todas las fotografías que aún tenía en casa y las entregué antes de la fecha límite, removí e hice aseo cambiando de lugar los muebles y demás cosas, saqué la ropa que hacía mucho no usaba y la doné al ejército de salvación, llevé el auto a lavar y compré más ropa, ¡y todo en un solo día!
¿Qué hice los otros dos? Remorderme la conciencia.
No quería que las cosas cambiaran entre Alex y yo. Nuestra amistad era muy importante y ese beso había logrado ponerme en tensión y por obvias razones, ya que nunca había sentido algo parecido de lo que sentí cuando nuestros labios chocaron y dieron paso al beso, y eso me aterraba.
«¡Por Dios si estaba casado con Lane!»
Yo había sido testigo de la felicidad con la que Alex, un día de unos cuantos años atrás, había llegado para hablarme con ojos brillantes de lo maravillosa que era la productora ejecutiva de su película; y desde ese momento supe que esa mujer era especial.
Y, además, nunca lo había visto más que como mi amigo, mi apoyo, mi incondicional, mi confidente, mi seguridad, mi... mi... ¡mi todo!
Cuando me llamó y me pidió vernos, entendí que las cosas habían sido más fáciles para él. O por lo menos eso parecía. Y momentos atrás, que le alivió saber que estaba dispuesta a olvidar lo que había pasado, sentí una decepción que por fortuna no duró mucho. Me discipliné ese sentimiento y lo reprimí con un cigarro.
Creía que debía apegarme a lo que le dije y hacer todo lo posible por, si no olvidarlo, por lo menos relegar el beso y los efectos, para darle más importancia a la amistad que habíamos mantenido durante dos décadas.