SANTA MONICA
4:30AM
Cerré la puerta tras de mí y caminé directo a las escaleras que llevaban a la segunda planta de casa.
La luz en la biblioteca me detuvo y desvié mi camino. Al entrar allí descubrí que Sophie estaba sentada en uno de los sofás con la botella de vino vacía frente a ella y una copa repleta del oscuro líquido en su mano. Ya me parecía que las cosas no iban a salir muy bien.
—Creí que no llegarías —espetó con reproche.
—¿Te bebiste esa botella tu sola? —pregunté con sorpresa.
Levantó la barbilla con altivez. —Así es.
Suspiré. —No debiste.
—¿Acaso te importa?
—Por supuesto que me importa —repliqué quitando la copa de su mano y tirando el contenido por una de las ventanas.
—¡Por favor, Alexander! ¡No vengas con mentiras! —exclamó saltando de su lugar—. Seguro estabas con ella, ¿no?
—¡Claro que no!
Avanzó hacía mi golpeando cada paso con fuerza. —¡No sigas mintiendo!
—¡No estaba con ella! —insistí en mi mentira.
—¿Entonces con quién? No regresaste al bar y cuando decidí venir tu auto tampoco estaba en el garaje —replicó.
Decidí bajar la guardia y tranquilizarme. —Estaba con Vicky —respondí.
—¿Con Victoria? —repitió aparentemente sorprendida. Asentí y su expresión volvió a la de ira incontenible—. Por favor, ¡si esa mujer no necesita quien la acompañe! ¡Es adulta!
—Lo es, pero después de la escena que le montaste se puso muy mal, tuve que llevarla al hospital donde le dio un paro respiratorio —avisé—. Por suerte lograron estabilizarla, pero descubrieron que tiene cáncer de nuevo.
La expresión de Sophie cambió y sus hombros cayeron. —¿Tiene cáncer de nuevo?
Un suspiro de frustración escapó de mis labios. —Sí.
Los ojos oscuros de Sophie me evaluaron durante varios segundos antes de volver a decir algo. —¿No estarás inventando una historia para ocultarme que estuviste con tu amante?
Rodé los ojos con exasperación —¡Por supuesto que no! —exclamé con indignación—. ¿De verdad me crees capaz de jugar con algo tan delicado?
—Jugaste conmigo Alexander, te creo capaz de todo —escupió con amargura.
«Pues eso sí no se podía debatir, ¿no?»
Dejé que una mano sacudiera mi rostro con ansia, como intentando quitar de mi vista todo aquel embrollo de un solo tirón. —Sophie, con respecto a eso, creo que tenemos que hablar —repuse.
Cruzándose de brazos, se sentó de nuevo en el sofá del que minutos atrás había saltado. —¿Me dirás quién es esa mujer?
—No.
—Entonces no tenemos de que hablar —aseguró.
Cerré los ojos durante un segundo, intentando controlar cualquier sentimiento explosivo. Los abrí de nuevo y la miré. —Sophie, por favor...
—Alexander, te lo dije una vez y te lo repito —interrumpió—, ya que fuiste tan cobarde de no decirme de quien se trata, yo misma lo descubriré.
—Sophie...
—Digas lo que digas —volvió a cortarme—, no voy a descansar hasta descubrirlo.
—¿Sabes qué? ¡Haz lo que quieras! —repliqué perdiendo la paciencia—. ¡Eres imposible, Sophie! ¡Imposible! —exclamé saliendo de la biblioteca y dejándola sola.
6:30AM
La claridad del nuevo día se hizo presente con rapidez, como era típico en un día de verano. Pero la lucidez de la que era participe en ese momento en el que el sol salía de su escondite nocturna no era en nada comparable a la que en realidad reposaba en mi cabeza.
Mi cabeza era un caos de pensamientos que revoloteaban con torpeza chocando unos con otros, sin cuidado alguno. Justo como aquellos diminutos insectos que con necesidad volaban buscando permanecer en contacto con una pequeña luz que les inyectara de energía suficiente como para avanzar.
Luego de aquella pequeña discusión, que por fortuna Sophie no había querido prolongar, me encerré en el baño de la habitación de huéspedes en busca de que el agua me diera el respiro suficiente como para descansar un poco de lo que había sido el dichoso acontecimiento en el karaoke.
Aun en medio de mi obnubilación por querer arrancar de golpe el desorden en el que se me había convertido la situación con Vicky, recordé que había abandonado la fiesta de Ian sin avisarle siquiera y eso logró que el remordimiento se uniera a la multitud de sensaciones que me aplastaban sin tregua alguna.
Mientras me secaba y ponía el pijama, le escribí pidiendole una disculpa por haberme ido de esa manera de la fiesta. Le conté que Vicky había tenido una recaída, pero que ya se encontraba estable. No me respondió, pero tampoco tenía que hacerlo... Por lo menos no a esa hora.
Me había recostado en la cama sencilla de la habitación, sabía que Sophie se había dormido un par de horas atrás, pero yo no pude conciliar el sueño. Después de intentar por todos los medios obligar a mi cerebro a que se apagara, me rendí y sin hacer ruido bajé a la biblioteca en donde me arrellané con una copa de whisky en la mano, dejando que los pensamientos me devoraran la mente.
Ya no me importaba que el alma se me oprimiera, sabía que lo merecía.
Las cosas con Vicky no estaban bien de ningún modo, y ahora con Sophie la relación había empeorado a un punto que parecía sin retorno, pero yo tenía que seguir manteniendo mi neutralidad para evitar que ella notara cualquier cosa que pudiera poner mi relación con Vicky en peligro.
Y sí, quizás eso sonara egoísta, pero también lo hacia para proteger a Vicky de los arrebatos de Sophie. No lo hacía solo por salvar mi pellejo... o de eso intentaba convencerme.
A veces me preguntaba si todo aquello valía la pena y si no era una estupidez, pero entonces pensaba en esos enormes ojos azules, ese flequillo que solo le podía quedar bien a ella, y escuchaba esa voz con aquel ronquito que siempre le había caracterizado y todo parecía tener una respuesta. Entonces todo cobraba sentido y lo que antes me parecía una estupidez dejaba de serlo para convertirse en lo correcto. Simplemente era una trágica historia de amor.
A pesar de todo, mis escrúpulos no me abandonaban. Me preocupaba Sophie y Elijah, por supuesto, pero no podía evitar sentirme atraído como un imán hacia Vicky. No sabía en qué iba a parar todo aquello, pero de algo estaba seguro y era que no pensaba dejarlo de ninguna manera.
Amaba a Vicky, lo sabía con certeza, pero no podía dejar de experimentar temor. Temor hacía el futuro, hacía lo desconocido, y temor a que mi cobardía por revelar la verdad de mis sentimientos acabara con algo que en realidad me llenaba como nunca nada lo había hecho. Y eso era precisamente estar con Vicky, mi mejor amiga.
ESTÁS LEYENDO
El momento [in]oportuno #WeAreWorld
RomanceLa amistad entre un hombre y una mujer, el debate de siempre. ¿Qué tan cierto es eso de que un hombre y una mujer no pueden ser amigos? ¿Quien formuló aquella máxima? Y lo más importante, ¿por qué lo hizo? El amor ha cambiad...