La amistad entre un hombre y una mujer, el debate de siempre.
¿Qué tan cierto es eso de que un hombre y una mujer no pueden ser amigos?
¿Quien formuló aquella máxima? Y lo más importante, ¿por qué lo hizo?
El amor ha cambiad...
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SILVER LAKE
4:10 PM
—¡Oye! —exclamó separándose de mi—. ¿Qué es esto? ¿Qué haces aquí? ¿No dijiste que no querías verme más? —reprochó.
—¿Podemos olvidarnos de lo que dije?
—No. No podemos —aseguró—. No fue cualquier cosa Alexander, nunca me habías dicho algo así. Me lastimaste.
Lo que pude ver en sus ojos al decirme eso me caló hondo. De verdad la había lastimado con mi idiotez. —Y lo siento —aseguré.
—Pues es tarde para sentirlo —replicó.
—Sé que es mi culpa. Lo siento —repuse con sincero arrepentimiento.
Bufó. —Qué bueno que lo admites.
—No estoy admitiéndolo —exclamé, enarcó una ceja con extrañeza—. Bueno, no completamente —rectifiqué—. Me dijiste infiel, Vicky —recordé con gravedad. Aquello pareció lograr que bajara la guardia.
—Sé que no debí haber dicho eso Alexander —reconoció—, pero si te pones a pensar, en realidad es cierto.
Mi mandíbula se tensó mientras una lucha interior se debatía entre defender mi orgullo de hombre herido o aceptar lo que ella me decía.
—¡Pues no es así! —Levanté la voz haciéndole sobresaltar—. ¡No le seria infiel a Sophie ni por ti ni por nadie! —agregué. No me di cuenta de lo que había dicho sino hasta cuando vi un par de lágrimas rodar por sus mejillas. Me obligué a relajar la expresión alterada y di un paso hacia ella, retrocedió.
—¡Vete! Alexander, vete de aquí —pidió limpiando sus mejillas y recuperando su postura.
—No, Vicky...
—¡Que te vayas, Alexander! —interrumpió—, ahora soy yo la que no te quiere ver.
—Mira, Vicky, lo siento, ¿de acuerdo? —insistí, negó con rudeza—. Por haberte besado y todo lo que eso desencadenó. No debería haberlo hecho porque fue un error y ahora estas llorando y no volveré a hacerlo. Te lo juro —aseguré.
—Yo no necesito que me lo jures, Alexander —habló—, no quiero que me lo jures —susurró.
—¿De qué hablas? —pregunté confundido.
—De que... —Se detuvo un segundo, y reconocí que no estaba segura de lo que iba a decir. Aquelló me causó curiosidad. Vicky siempre ha estado segura de lo que quiere decir. La invité a que continuara —De que no quiero, ni puedo negarte la verdad —continuó sin dejar de mirarme. Suspiró—. Tenías razón en lo que dijiste del beso, sí significó algo para mí —confesó sorprendiéndome en sobremanera.