La amistad entre un hombre y una mujer, el debate de siempre.
¿Qué tan cierto es eso de que un hombre y una mujer no pueden ser amigos?
¿Quien formuló aquella máxima? Y lo más importante, ¿por qué lo hizo?
El amor ha cambiad...
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LONDRES, INGLATERRA
4:20 AM
Luego del supuesto problema en los ojos de Vicky, tuvieron que seguir respaldando esa mentira de la manera que fuera.
Chloe tuvo que conseguirse un medicamento que Vicky tenía que aplicarse cada seis horas, unas gotas que en realidad servían para limpiar y humedecer los ojos. Vicky tuvo que usar mucho más seguido sus lentes y permanecer alejada de Sophie durante las grabaciones de la película que avanzaban a pasos agigantados, mientras nos seguimos viéndonos a escondidas cuando teníamos tiempo y dábamos rienda suelta a los sentimientos a cada descuido de Sophie, sin dejar de contar con la astucia y apoyo de Chloe.
Las grabaciones estaban a punto de terminar, y durante esas semanas Jake se había vuelto un gran amigo para Vicky, pero aún no se enteraba de la relación que teníamos por precaución. No era que no confiáramos en él, sino que entre menos personas supieran de ello era más fácil seguir adelante sin temer que alguien nos descubriera.
Aquel era uno de esos días en los que las escenas tenían que hacerse en la madrugada, así que todos los encargados del set y demás estábamos compartiendo un poco de comida en medio del bosque antes de grabar la escena. Vicky se puso de pie y caminó hacia el pequeño claro, a uno de los carros rodantes en los que disponían de todos sus materiales, sin darse cuenta DE que yo la había seguido.
Al estar dentro del auto se quitó la bufanda, se sentó echando su cabeza hacia atrás y cerró los ojos con cansancio. Suspiró ruidosamente y a punto estuvo de gritar cuando posé con suavidad mis manos en su cuello.
—Shhh, soy yo —susurré.
—¡Casi me matas del susto, Alexander! —chilló.
—Perdón —dije sentándome detrás de ella sin quitar las manos de su cuello, empecé a masajearlo con suavidad.
—¿Qué haces aquí? —preguntó.
—Quise pasar un momento contigo. A solas —susurré esto último cerca de su oído y fui testigo de la manera en que se estremeció con ligereza. Sonreí.
—¿Y Lane?
Mi sonrisa se esfumó. —No lo sé. Tampoco me importa —respondí y sin pararme a pensarlo, dejé un húmedo beso en su cuello—. Vicky, me encanta tu fragancia —aseguré dejando otro cálido beso en su piel.
—Alex —murmuró—, ¿nunca tienes suficiente?
—¿De ti? Nunca. —Deslicé mis manos por su cuello hacia abajo colándome debajo de la blusa y encontrándome con el sostén. Acaricié por encima de la tela y sin previo aviso metí ambas manos palpando la sensible piel, logrando que un gemido de satisfacción saliera de sus labios y ahogando el gruñido que pugnaba por salir de mi garganta al contacto con su suavidad.