La amistad entre un hombre y una mujer, el debate de siempre.
¿Qué tan cierto es eso de que un hombre y una mujer no pueden ser amigos?
¿Quien formuló aquella máxima? Y lo más importante, ¿por qué lo hizo?
El amor ha cambiad...
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DOWNTOWN L.A.
10:00AM
Años atrás, cuando pensaba en lo que sería mi vida perfecta, el paisaje que se formaba en mi cabeza era el de estar tras una cámara, capturando la complejidad del mundo a mi manera. Dejando que el encerrar en un lente el momento justo en el que sucedían las cosas mas mínimas y desapercibidas me atraparan por completo.
Por supuesto en ese panorama siempre se encontraba la fiel y divertida compañía de Alex, pero ¿cómo no iba a hacerlo? Su presencia en mi vida había sido constante, y su cariño me había sacado a flote en las peores situaciones.
Sin embargo, en ese preciso momento, cuando pensaba en lo que creía mi vida perfecta, las cosas habían cambiado. Si bien la fotografía seguía siendo fundamental para mi, el primer lugar había sido arrebatado por Alex.
Y no era que en mi panorama de la vida perfecta pensara en estar casada con él o en que nuestro amor fuera gritado a los cuatro vientos, no del todo; mas bien pensaba en que quería tenerlo siempre en mi vida, a mi lado, en calidad de lo que fuera, pero tenerlo allí.
Masajeé con suavidad la horrible masa que sobresalía de mi cuello mientras terminaba de pulir una de las fotos en la computadora de la oficina de la agencia, cuando, sin siquiera tocar, la remolineante figura de Chloe apareció frente a mi.
La expresión preocupada y atenta de mi prima me dio a entender que ya sabía lo de la recidivancia, y sin decir una palabra, le señalé una de las sillas de visitas dispuesta a escuchar lo que tuviera que decirme.
—No puedo creer que esto esté pasando de nuevo —sollozó Chloe recibiendo el pañuelo que le tendía, luego de contarle los pormenores de mi estado actual.
Extendí mis manos sobre el escritorio para tomar las de ella. —Por favor, Chloe, deja de llorar, no me gusta verte así —dije—. Ademas, acabaras con toda la caja —susurré en un intento de broma a media voz. Cada vez se me hacia mas difícil hablar sin que sintiera la garganta arder.
Aquello no le causó nada de gracia, ya que su expresión se endureció. —Te dije que no debías seguir fumando y mira lo que provocaste —señaló con molestia.
—Todo va a salir bien, Chloe, ya lo veras —dije tratando de consolarla a ella y a mí misma con aquellas palabras.
Aunque su gesto se destensionó, un halo de preocupación bañó su rostro. —¿Y si no?
Ya me había hecho esa pregunta tantas veces que había perdido la cuenta, pero prefería no pensar en eso.
No me gustaba aceptarlo, pero solía tener una mente muy destructiva.
—Claro que sí —insistí—, en todo caso, creo que quien debería estar preocupada seria yo y no tu —dije—. Soy yo la que tiene cáncer en estado avanzado.