La amistad entre un hombre y una mujer, el debate de siempre.
¿Qué tan cierto es eso de que un hombre y una mujer no pueden ser amigos?
¿Quien formuló aquella máxima? Y lo más importante, ¿por qué lo hizo?
El amor ha cambiad...
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BEVERLY HILLS
7:20PM
Mi relación con Lane, como seguramente ya había quedado claro, no era la mejor. Y no era que yo fuera fan de llevarme mal con las personas, pero la esposa de Alex era una mujer de cuidado.
Si bien no me caía mal, sabía que yo sí no le gustaba para nada, y eso lo supe desde el mismo día de su boda con Alex donde se la pasó criticando mi atuendo por ser demasiado irreverente y absurdo.
Era el día y yo aun me preguntaba, ¿que tenía de absurdo un esmoquin femenino?
Era la padrina de Alex, y quería cumplir a cabalidad con mi papel. Por eso había elegido mandar a confeccionar un esmoquin a mi medida, me había comprado unos hermosos Louboutin y había recogido mi cabello en alto. En vez de irreverente, aquel trajecito me había parecido muy cómodo, pero a ella la había hecho enfurecer.
Por esa razón, el que después de que Lane regresara de Canadá me invitara a cenar se me hizo muy extraño. Pronto empecé a entender cual era su objetivo cuando me propuso que llevara a Zack. Claro que su excusa fue el hecho de que tan solo faltaran un par de días para el estreno de la película y posterior cambio de la vida de Alex.
Intenté persuadir a Zack de no ir, pero aceptó encantado así que allí estábamos, terminando de recibir la comida en la barra de un bar escoces que había elegido Lane en medio de Beverly Hills.
Cuando volvimos a la mesa, Alex le estaba contando a su esposa el famoso chiste del eslovaco que leía las letras de un cartel para que le revisaran la vista.
—Y entonces el eslovaco le dice al oftalmólogo: ¡Por supuesto que puedo leer lo que dice! ¡Es el nombre de mi hermano!—habló Alex con diversión, Lane rio.
—¡Así no es! —repliqué llegando a su lado—, le dice: Es el nombre de mi padre.
Frunció el ceño. —¿Y qué pasa?
—Te estoy diciendo cómo era.
—Mi padre, mi hermano, mi primo... no importa lo que se diga, mientras siga siendo divertido —repuso—. A Sophie le pareció gracioso, ¿no, Soph?
Lane asintió con vehemencia. —Claro que sí, es muy gracioso, cariño.
Alexander se cruzó de brazos, mirándome con arrogancia y reprimiendo la risa, negué levemente con la cabeza y sonreí mientras me sentaba en mi lugar al lado de Zack.
Cenamos en medio de una amena charla entre los cuatro. Zack había congeniado muy bien con Alex y su esposa; aunque en ocasiones veía algo de recelo en mi amigo, no le tomé demasiada importancia.